En la cita previa, tomada de una nota del periódico Reforma de ayer, el economista Santiago Levy prevé un futuro que da frío. El PIB o el “rey de los indicadores”, como dice Ángel Verdugo, va en picada y al final del sexenio será menor que al principio si tomamos en cuenta el crecimiento de la población.
Significa menos empleo de calidad, menos oportunidades, crecimiento de la pobreza extrema y salarios formales disminuidos. Con menos utilidades en las empresas, el Gobierno tendrá problemas para cumplir con sus obligaciones. Lo primero que brinca son las pensiones.
Si hoy el Estado paga cerca de un billón de pesos (un millón de millones) para cumplir con los jubilados, dentro de cuatro años será un billón y medio. Un crecimiento impagable, sobre todo si se lleva a la Constitución la idea de que los apoyos asistenciales se conviertan en ley.
Si hoy la administración recorta y recorta por dondequiera, para el año que viene encontrará otra forma de hacerlo de nuevo, la única opción será aumentar impuestos y fuerte. No sorprendería un IVA generalizado al 20% y un 10% a alimentos y medicinas.
Con las pérdidas acumuladas del 2020, un buen porcentaje de las empresas no pagarán impuesto sobre la renta en el 2021. Tan solo con la debacle del sector turismo y de servicios, la recaudación puede caer un 5%. Réstele al presupuesto la baja en la venta de productos de consumo duradero como autos, electrodomésticos y vivienda.
El Gobierno tendrá que endeudarse y fuerte. Por no hacerlo ahora, y evitar el destrozo presente de las empresas, padeceremos el doble el año próximo. Levy, uno de los economistas que ayudaron al Gran Zedillo a reconstruir la economía nacional en los noventa, sabe de lo que habla.
En 2024 rebasaremos los 130 millones de habitantes. Con un ingreso menor por habitante al del año 2000, sumaríamos 24 años sin crecimiento real. La desgracia de este sexenio podría evitarse si regresara el año que viene el equilibrio de poderes, si la Cámara de Diputados no fuera controlada por Morena y sus satélites; si las 15 elecciones para gobernador se repartieran entre varios partidos.
Morena no podría darle cheques en blanco a López Obrador. Volveríamos a la sobriedad y el realismo económico. Si el Poder Legislativo recupera su autonomía, el Judicial se animará a no ceder terreno a la ilegalidad. El peligro sería el sabotaje desde el Ejecutivo.
Ya sin todo el poder, el Presidente podría serenarse y negociar antes de dictar o podría ser más rijoso y empujar su agenda ideológica con activistas, como lo hizo Luis Echeverría en el campo. Por eso la elección del 2021 será “la madre de todas las batallas”.
