La pandemia provoca fenómenos mentales en individuos, grupos sociales, autoridades civiles y eclesiásticas. Uno muy visible es el Gobierno y sus representantes.

Queda registrado lo que dijo López Obrador ante la amenaza inminente: “estamos preparados”, “llevo mi detente” y otras barbaridades impropias de un Jefe de Estado. La sociedad en su conjunto vive con miedo, un temor que se cuela desde los huesos hasta el cerebro. A veces perdemos el sentido del tiempo y en ocasiones de la misma realidad.

¿Qué es verdad, qué es mentira? Ni siquiera el hombre más poderoso del mundo queda fuera de la oleada de irracionalidad. Trump llegó a recomendar medicinas para el Covid-19 sin ser doctor. Sugirió, aunque después dijo que era broma, tomar desinfectantes como remedio. Nosotros tampoco estamos exentos y somos igualmente vulnerables; hace unos días falleció el sacerdote Eduardo Hernández Rodríguez, pastor de la colonia San Pedro de Los Hernández en León.

El párroco sufría hipertensión y diabetes, según informes de la autoridad sanitaria. Confirmaron que también fue víctima de la pandemia. Sin embargo, ni la autoridad eclesiástica ni la Secretaría de Salud formalizaron la causa de muerte.

Un falso estigma llevó a vecinos de la colonia a jurar que era falso y que no se debería de juzgar a los miembros de la comunidad como posibles víctimas del Covid-19 porque ahí estaban bien saludables ya que desde pequeños toman leche bronca. Un pequeño apunte de la frustración natural que produce la pérdida de un ser querido. El sacerdote era un pilar espiritual para las familias.

La autoridad municipal puso en alerta a varias colonias como Echeveste, Valle de León y otras más donde se habían detectado varios casos. Cumplió su deber de dar difusión inmediata para evitar más contagios y muertes. En las sociedades donde se informa con más claridad y oportunidad lo que sucede, el ciudadano puede reflexionar y tomar decisiones. Cuando la mayoría vive en el encierro por el riesgo, hay fantasías creadas en las redes.

El 70 por ciento de los adultos contamos con un celular y medios de difusión inmediata como Facebook, Whatsapp, Twitter o Instagram. Cualquiera puede inventar una conspiración marciana o un plan maquiavélico del Gobierno para reducir el tamaño de la población.

Podríamos escribir un libro de cuentos con las múltiples versiones que circulan en redes. Por eso el Gobierno, en todos sus niveles, debe decirnos siempre la verdad. ¿De qué sirve que el presidente López Obrador diga que ya estamos domando la curva cuando no es cierto?

Recuerdo con precisión que hace unas semanas aseguró que la recuperación económica comenzaría el 17 de mayo. Ni estamos “aplanando la curva” ni sabemos con precisión científica cuándo y cómo iniciaremos el regreso a la nueva normalidad.

Los medios de comunicación podemos decir, con toda humildad, que el tsunami informativo es imposible de interpretar en todos sus ángulos. Necesitamos datos y más datos confiables para tener claridad y difundir la verdad. La desinformación causa muertes que se pueden evitar.

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