El Banco de México apoya a la banca pública y privada y a las empresas con una bazuca muy grande, escribimos un número: $750,000,000,000 (setecientos cincuenta mil millones de pesos).

Según datos de la Comisión Nacional Bancaria esa cantidad equivale casi al total del crédito al consumo; es semejante a la cartera total de créditos de Banorte. Es igual a 9 veces el presupuesto de Guanajuato. 

El banco central tiene una tradición de contratar a buenos economistas, formados en las mejores universidades de México y del mundo. Son técnicos que conocen a fondo los mercados, las políticas públicas y saben qué pasa cuando se degrada la moneda o estrangula la liquidez de la banca y los negocios. Ellos saben. 

La primera gran crisis de nuestra era, inició con la mano populista de Luis Echeverría, cuando corrió al entonces Secretario de Hacienda para imprimir billetes a lo loco y generar la inflación que no se había tenido en 20 años. Hugo B. Margáin se opuso a la locura populista, al abismo y lo echaron. 

En el sexenio siguiente, cuando el presidente José López Portillo perdió la cabeza y nacionalizó la banca con un decreto de locura y venganza, instauró el control de cambios con nefastas consecuencias para el sexenio que iniciaba Miguel de la Madrid. 

¿Cómo salimos de aquellas devaluaciones? ¿Cómo sobrevivimos a los caprichos presidenciales de Echeverría y López Portillo? La década de los 80 fue pura inflación y sufrimiento. Vivíamos del petróleo. Cuando bajaba el precio como en 1986 todo era amargura. Sólo el Mundial de Futbol nos daba algún alivio emocional. 

El último año de López Portillo, la mitad del PIB provenía del Estado con un sinfín de empresas quebradas por el despilfarro y la corrupción. Limpiar las finanzas públicas y abrir a México al comercio internacional costó trabajo. De la Madrid nunca pudo lidiar con la inflación.

Fue Carlos Salinas de Gortari quien liberó hace 26 años al Banco de México y le otorgó autonomía, justo después del asesinato de Luis Donaldo Colosio. Esa independencia permite que hoy su gobernador, Alejandro Díaz de León, y el magnífico equipo de economistas que le ayudan, puedan imprimir dinero suficiente para aceitar la economía nacional. 

El problema es que hacen falta dos para un buen baile. Sin la intervención de la Secretaría de Hacienda con estímulos fiscales y la extensión del crédito público, tendremos una recuperación más dolorosa de lo necesario. El sufrimiento de empresas y trabajadores duplicará el tiempo para la recuperación. 

Desespera tener a mano el crédito del Fondo Monetario Internacional por casi dos billones de pesos, haber pagado el derecho y no usarlo porque al Presidente se le metió en la cabeza que no iba a endeudar al país. Un error de primaria para cualquier economista. Peor aún, tratar de reducir el gasto cuando se debe expandir, sólo traerá miseria y hambre. 

Guanajuato tiene la oportunidad de acelerar la inversión en empleo y desmarcarse de la marcha fúnebre de la Federación. Algunos gobernadores no entienden el potencial de invertir todo ahora, cuando más se necesita. Otros están muy endeudados para siquiera pararse frente a un banco. Comparados con la Federación, los estados tienen palancas limitadas, pero las que hay deben usarse con toda fuerza e imaginación. No queda de otra.

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