Por fin escuchamos a quien sí sabe de economía, a quienes gobernaron en Latinoamérica con lo mejor de esa ciencia. Ernesto Zedillo de México, Ricardo Lagos de Chile, Fernando  Henrique Cardoso de Brasil y Juan Manuel Santos de Colombia.

Apremian al Fondo Monetario Internacional para que inyecte 1.3 billones de dólares a la región, antes de que se destrocen las empresas y las economías regionales y se produzca una “catástrofe”.

La cantidad es un poco más de lo que produce México en un año. Proponen que se apoye a los bancos para que nunca pierdan liquidez y puedan, a su vez, ampliar sus créditos. Piden que se entregue en directo un salario a los desempleados mientras dure la crisis. 

Lo malo fue que tardaron mucho en decirlo, lo bueno es que debe tener repercusiones en el Fondo Monetario Internacional. La institución que puede y debe organizar ese salvamento urgente e indispensable. 

Los autores de la carta llamada “Imperativos éticos y económicos de la lucha contra el Covid-19: Una perspectiva latinoamericana”, llaman la atención sobre la “desigual” respuesta de los gobiernos de la región. Acusan de frente a los gobiernos populistas que en lugar de informar y movilizar a la población, dividen con su política en medio de la tragedia. 

Lamentablemente algunos gobiernos han tendido a minimizar los riesgos de la pandemia, informando mal a los ciudadanos y haciendo caso omiso de la evidencia científica como del consejo de sus propios expertos”.

Un mensaje directo a Brasil y a México, cuyos líderes fallaron y siguen fallando en la respuesta adecuada, tanto en lo sanitario como en lo económico. 

Luego enlistan los problemas: baja en exportaciones, en remesas, en comercio, en turismo, en crédito y en desempleo formal e informal. Más de siete plagas que atacan con el encierro del mundo y la pandemia que se expande. 

Sobre México en particular lo dijo con toda claridad el consejo editorial del Financial Times: si Andrés Manuel López Obrador no corrige, en 4 años estaremos viviendo el destino de Venezuela.

Lo saben el líder del Senado, Ricardo Monreal; lo conoce Mario Delgado, economista y líder de la Cámara; lo entiende Arturo Herrera, secretario de Hacienda y también Alejandro Díaz de León, gobernador del Banco de México. 

Su silencio resulta criminal frente a la realidad. En ellos recae la responsabilidad de tomar decisiones que el Presidente no puede o se niega a hacerlo por prejuicios y dogmas políticos del siglo pasado.

Es increíble que permanezcan impávidos mientras el Presidente lleva a México la catástrofe. Si el tren de la economía se llegase a parar, podría no quedar piedra sobre piedra en las instituciones, comenzando por las legislaturas.

Las preguntas de la mañanera ya no tienen sentido; lo que necesitamos es una respuesta inmediata de gobernadores, empresarios, legisladores y expertos para que cambien el rumbo de inmediato y tengamos una intervención fiscal descomunal. 

Los ex presidentes latinoamericanos añaden:

Esta emergencia requiere garantías fiscales de crédito sin precedentes así como cambios temporales en la regulación para incentivar y sostener el crédito bancario. Los bancos públicos bien capitalizados y administrados podrían desempeñar un papel de liderazgo en este frente”. 

Los cercanos al Presidente deben decidir ya: están con México y su pueblo o con la pasividad suicida de su líder.

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