(Tan solo para recordar: a la Honda se le facilitó el equivalente a 2 mil 500 millones. A Toyota no menos de mil millones en terrenos y garantías. A Mazda le regalamos el terreno en Salamanca y también apoyos. Excelente. Fue una gran inversión. ¿Por qué ahora no podemos apoyarnos a nosotros mismos?).

Los “representantes” de los empresarios se metían a la cocina de la política nacional en secreto, por las sombras de Palacio y sin reportes precisos de sus tratos con el Presidente. En los 17 meses que lleva la nueva Administración, poco supimos de los diálogos, los acuerdos y desacuerdos. 

Nos enteramos, sí, de la bochornosa cena-extorsión para recaudar al menos 20 millones de pesos por comensal. Doblados y humillados, los grandes capitales del país sacaron de su chequera por lo menos esa cantidad para satisfacer el capricho palaciego. La marca quedó. 

Ahora, en plena crisis, las infructuosas negociaciones con Andrés Manuel López Obrador comenzaron a exasperar a los empresarios de varias partes del país, a tal grado que algunos pedían la renuncia de Carlos Salazar, presidente nacional del Consejo Coordinador Empresarial. 

Apenas el martes el líder dio la cara y explicó las propuestas empresariales para rescatar al país del desempleo y la desesperanza. Ahí dijo que la puerta estaba cerrada. El Presidente se resistió y, una vez más, los regresó con las manos vacías. El principio del rompimiento. Tal vez el inicio del caos.

Ahora todo debe cambiar. Tomemos el caso de los diálogos entre los emisarios de la industria del calzado en León y el gobernador de Guanajuato, Diego Sinhue Rodríguez. Digo que es un ejemplo porque nadie de los agremiados o los miembros de las empresas que representan, saben qué sucede en esas reuniones. 

Son un pequeño grupo de la cúpula quienes “representan” a unos 80 mil guanajuatenses que participan en las empresas zapateras. Digo 80 mil porque son los accionistas, los dueños de las empresas y sus colaboradores quienes tienen que ver con el destino de su industria, no nada más una veintena de agremiados. Mención aparte los talleres o picas.

Desde lejos vemos la misma actitud solícita de la Cámara del Calzado con el gobernante. Sobre todo ante el tsunami de cierre de empresas y pérdida de empleo que se extiende en León. Para que tuvieran una fuerza mayor de negociación, para que sus agremiados y empleados tuvieran conciencia plena de lo que sucede, deberían hacer públicas las reuniones. 

La industria del calzado necesita una línea de ayuda inmediata, una cuerda con salvavidas que impida el hundimiento de lo que tantos años y esfuerzo tardamos en construir. Dejar la industria a la deriva, cuando existen las posibilidades reales de conseguir créditos y apoyos con la toda fuerza del estado, resulta un pecado de lesa humanidad. 

Ni las palabras suaves y corteses del presidente de los zapateros, Luis Gerardo González  ni las promesas de unidad y los rollos políticos sirven en un momento tan delicado.

Se necesita fuerza de carácter de parte de los líderes de la Cámara. En sus manos está la posibilidad de que 80 mil trabajadores y sus familias tengan para comer la semana que viene. 

Se necesita la audacia y la visión política de un gobernante responsable para extender la mano y un salvavidas de inmediato. 

Basta una firma, una sola firma de aval para otorgar créditos temporales a empresas que valen muchas veces más de lo que solicitan. Tres meses de nómina en avales o en créditos para que sobreviva el empleo pueden ser la diferencia entre perder un 10 o un 50% de la capacidad productiva de nuestra industria. 

Si los guanajuatenses tenemos que extender, a través de nuestro gobierno, un crédito a esa industria que emplea a tanta gente (mucho más que todas las armadoras de autos juntas), hay que hacerlo sin chistar y rápido. Esperemos que nuestros representantes lo comprendan y estén a la altura de su tiempo. 

(Continuará el sábado, por hoy tomamos un descanso después de varias semanas de encierro)

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