Soy de los que opina que nuestro Presidente AMLO ha sido un gran luchador social que conoce y vive para las mayorías, pero que es analfabeta en lo económico y en la cultura del esfuerzo. Su liderazgo es político y en nada, financiero. Su mirada es siempre al pasado y en absoluto al futuro. Las escuelas de liderazgo han construido perfiles típicos que en la historia de los pueblos y de las organizaciones, han logrado conducir a los demás ejerciendo liderazgo. Partiendo de esa definición, -de que el líder es aquel que lleva a su comunidad a donde no iría si no es con él-, AMLO logró ser el Presidente con el mayor nivel de aprobación de la historia moderna de México.
Solo que una cosa es andar en campaña prometiendo y otra, es cumplir dando resultados. Su popularidad se ha mantenido gracias a los apoyos sociales que entrega a las mayorías; es un experto en el gasto, pero sin conocimiento sobre cómo generar ingresos, riqueza, exportación. Y es que esto se logra solamente en la experiencia de vida; lo hace el emprendedor, el profesionista, el empresario. Difícilmente lo tiene en su ADN el siempre burócrata, o como AMLO, quien nunca emprendió o generó empleos. Digo esto, para poner en contexto al Presidente como tomador de decisiones. Su mirada es local; evade la globalidad. Se empecina en mirar a la historia y no en construir una visión confiable del futuro, toda vez que nuestros jóvenes se enfrentan en competencia a los mejores cerebros del mundo, a millones de orientales formados en la meritocracia y aquí AMLO no quiere evaluar al profesorado ni a los estudiantes. Sigue repartiendo culpas sin tomar su responsabilidad.
Los líderes construyen su liderazgo en dos posibles enfoques con respecto a los desafíos y riesgos que enfrentan. Unos son propensos al riesgo y otros son adversos a él. El riesgo es la condición de vulnerabilidad que enfrentamos en un entorno incierto; esto está estudiado en los modelos de decisión que se ven en la literatura sobre liderazgo y sobre finanzas. Y esto se da, porque hay una combinación entre el rendimiento y el riesgo; a mayor rendimiento deseado, mayor riesgo. Si no queremos riesgo, debemos aceptar menor rendimiento. Tan importante es la valoración del riesgo, que cantidad de sistemas organizacionales como la ISO 9000 ya lo consideran. Prácticamente todas las organizaciones globales lo miden.
Por eso, construir escenarios es tan importante para un gobernante. En el 2009 el Presidente Calderón y su Secretario de Salud, evaluaron el riesgo de la influenza H1N1 surgida en México y decidieron reducir el riesgo arriesgando en una inversión millonaria para el sistema de salud. Este año, el coronavirus surgido en China, mostró que los países orientales invirtieron cantidades millonarias y lograron contenerlo. Aún con el clima caluroso a favor, nuestro Presidente decidió “comprar” el riesgo al no invertir en el sistema de contención nacional. Hasta esta semana, los orientales contuvieron al coronavirus y éste se extendió ya a Europa. Los modelos matemáticos del IIMAS de la UNAM prevén que será en dos semanas cuando se alcance el “pico” de la propagación en México y el número de infectados dependerá de la inversión previa en la contención.
Pues bien, nuestro Presidente decidió ignorar al coronavirus. Es una decisión muy arriesgada. No invertir el poco dinero -que todavía tiene de las reservas nacionales que le dejaron los anteriores Presidentes (fondo de estabilización petrolera y cambiaria)-, es una decisión temeraria, en el límite. Los medios de comunicación nacionales dan cuenta de que el sistema de salud nacional, público y privado no tiene recursos suficientes, ni antibióticos, ni respiradores, ni protección para médicos. Esto es fácil verificarlo en cualquier institución federal.
En principio podría parecer prudente la idea del Presidente AMLO de minimizar la pandemia, incluso de invitar a que “nos sigamos abrazando”, pero lo hace en plena recesión económica por la falta de confianza de los inversionistas y del gobierno federal, que sumado al factor coronavirus, podría complicar las cosas. Pero el Presidente decidió como tomador de decisión, no invertir en prevención y apostar a que es bajo el riesgo de la pandemia, haciendo como siempre, chunga y relativizando el problema, para afirmar que es bajo el riesgo de propagación masiva.
Será en pocas semanas que veremos si el Presidente, el tomador de decisiones, hizo lo correcto. Su popularidad ha bajado, pero es todavía importante. Si se supera la pandemia sin inversión, mostrará su liderazgo y reirá diciendo al pueblo que somos fuertes y el gobierno también. Pero si calcula mal y por no invertir, se propaga la pandemia, el coronavirus se sumará a los feminicidios, a la inseguridad, a la recesión, a la caída de los precios del petróleo y a la devaluación del peso, para seguir mostrando que AMLO sigue siendo un gran activista social pero un mal tomador de decisiones frente al riesgo.
