El siglo XXI, el “Siglo de la Mujer” comienza a escribirse hoy en México. Como nunca, la lucha política movió a cientos de miles en marchas simultáneas y abrió paso a un paro nunca antes visto, apoyado por todas las instituciones, públicas y privadas, salvo Palacio Nacional.

Es la mujer por la mujer, la iniciativa que surgió del mar veracruzano con unas “brujas” suyas, con un grito para liberar toda la energía acumulada en tanta agresión, violación y homicidios.

Cuando todos, quienes no comparten la visión y la política de la nueva Administración buscaban un líder para contrarrestar el poder de un sólo hombre, surge la voz de al menos 40 millones de mujeres. Y, de entre ellas, no uno sino varios liderazgos con el impulso del cambio.

El problema para los jefes del Gobierno y en particular para su líder máximo es la pérdida del discurso, del lenguaje. El escenario se les fue de entre las manos, perdido, como un cachito de la rifa del no avión.

Antes sólo ellos podían hablar de cambio, de lucha social y condenar a todos quienes no estuvieran en su pretendida transformación. El país resultó demasiado diverso y grande para contenerlo en la repetición diaria de las mañaneras con frases y lugares comunes desgastados ya.

Una marea violeta invade las calles de las ciudades con un entusiasmo inusitado, con el impulso que no tuvieron otras protestas. La acumulación de agravios en los pocos meses de la administración se suma a muchos otros temas. El cierre de las estancias infantiles; la cancelación de apoyo a las casas refugio para las mujeres y el discurso de la rifa del avión, entrometido cuando lloran crímenes y tragedias, fuego suficiente para encender la mecha que trajeron las “Brujas del Mar” de Veracruz. El estado que encabeza los feminicidios.

En la marcha capitalina van mujeres intelectuales, esas que opinan, investigan y cubren los espacios editoriales en la prensa, el radio y la TV, qué decir de las redes sociales. Ignorarlas o disminuirlas desde el poder resulta el peor error político. En universidades, en instituciones públicas voltearon hacia otro lado cuando vinieron las denuncias de acoso. Llámese Universidad de Guanajuato, la UNAM o la Metropolitana. Llámese los ministerios públicos atestados de denuncias sin atender o de crímenes por violación desatendidos desde el principio.

Luego vienen los verdaderos emisarios del pasado como el Cardenal Juan Sandoval Íñiguez, quien pregona una conspiración para legalizar el aborto. Pide a las mujeres católicas no participar. No hacen caso ya. Hombre envejecido en el espíritu que no entiende, junto con su alta jerarquía, que el mundo cambió, que nadie puede abrogarse el derecho de intervenir en el cuerpo de la mujer, más que la propia mujer. Que el aborto, una tragedia indeseable, no se evitará con cárcel sino con caridad y amor, virtudes cristianas que tanto hacen falta en la propia Iglesia católica después de los crímenes sin castigo, de la impunidad patrocinada de pederastia y estupro en contra de niños y niñas.

A partir de mañana México ya no será igual. Pronto veremos más organizaciones femeninas para defender sus derechos. Hablarán más fuerte en todas las organizaciones, por conquistas pendientes, mucho más profundas que la simple paridad de género en los puestos de diputadas y senadoras. También avanzará la idea de que una mujer pueda llegar a la presidencia de la República. Nadie las para ya.

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