Hugo López Gatell, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, dice que el Covid-19 podría afectar de 75 a 78 millones de la población. En una conferencia de prensa el funcionario se atrevió a decir una barbaridad. Que dos tercios de la población pudieran “verse afectados” significaría una tragedia monumental.
Si la fatalidad de los infectados ronda el 3%, sería la posibilidad de que más de 2 millones fallecieran en el país. Los números de otros lugares, incluso los de China, no pintan una realidad como la que describe el subsecretario López Gatell. Veamos:
En China al día de ayer habían reportado 78,824 infectados. Los muertos llegan a 2,788 y los dados de alta son ya más de 36,000.
Para el gigante asiático ha sido una prueba durísima, sobre todo para sus médicos y enfermeras, para ciudadanos de Wuhan que viven encerrados más de un mes, en una cuarentena llena de incertidumbre y aburrimiento.
El índice de mortandad en el foco de la infección llega al 3.5% de los enfermos y quienes recuperaron su salud son casi la mitad. A medida que pasan los días, baja la tasa de infección y el ritmo de mortandad. Esto a pesar de que hubo una respuesta tardía de la burocracia, aunque después aceleraron el paso con la disciplina militar de su gobierno totalitario.
Si la población china es de mil 400 millones, los 79 mil infectados apenas es el 0.0056% de la población. Es probable que la cifra aumente pero jamás llegará siquiera a una centésima del 1%. Como decíamos ayer, el calor primaveral y la tremenda disciplina y laboriosidad de los chinos será un muro de contención.
Los siguientes países son Irán con 26 muertos e Italia con 17. El país con más infectados después de China es Corea del Sur que tiene 2,022 enfermos y sólo han muerto 13.
En Singapur hay 96 infectados y la mayoría están aliviados, hasta hoy no hay ningún muerto y la policía tiene perfectamente identificados a todos quienes tuvieron algún contacto con los enfermos. Entre más desarrollado y disciplinado es un país, mejor oportunidad tiene de enfrentar una epidemia.
Para China será un trimestre de cero crecimiento pero en cuanto contengan y reduzcan el problema, su economía volverá a ser tan vibrante como siempre porque tienen la determinación de que así sea. En Italia dejarán de ir al futbol y perderán turismo en su zona más desarrollada del norte del país. Controlarán el problema.
El golpe para la industria y el turismo mundial es innegable pero no resultará ni tan largo o pronunciado como los gritones del desastre lo aseguran. Las bolsas, que ayer sucumbieron a esa infección del miedo, podrán caer más pero los fundamentos de la economía estabilizarán en cuatro meses los mercados y para el otoño, quienes confiaron en la propia resiliencia de la humanidad, verán el crecimiento de nuevo.
Hay una probabilidad de que el subsecretario López Gatell tenga razón en su dicho, pero es tan remota como ver un tsunami en las costas de Acapulco. Los números de China lo dicen y los de los demás países afectados también.
Eso no significa que debamos confiarnos ni dejar de tener en alerta a todos los servicios públicos y privados de salud. Aún recordamos el N1H1 y el pánico que provocó hace una década. Tenemos que aceptar el reto sanitario lo mejor preparados pero sin la histeria que entumece y provoca daños colaterales sin necesidad.
