El caso de Fátima, la niña violentada como tantas, por una estructura social que olvida y quita el cobijo institucional y social en nuestro País, ha sacudido en buena parte a la conciencia de la sociedad mexicana, hasta provocar indignación general, -no solamente por la nula respuesta que tuvo el presidente AMLO al minimizar la situación de los feminicidios en México y buscar darle prioridad a la chunga de la rifa del avión presidencial-, sino también, porque refleja algo que hemos dejado de hacer todos los mexicanos: actuar.
Cantidad de activistas, colectivos feministas y ciudadanas, convocan al 9 de marzo a “un día sin mujeres”, como parte de su exigencia de ser escuchadas y de que haya un freno para la violencia de género. Aunque el presidente AMLO afirma que es “la derecha” la que convoca, éste es un movimiento legítimo apartidista al que debemos todos de sumarnos y solidarizarnos con las protestas que demandan un alto a todas las formas de violencia en su contra. “Un día sin mujeres” en las calles ni en los trabajos; también, será un día sin una niña en las escuelas y ni una joven en las universidades.
Ellas convocan a un paro nacional genuino ante la ola de violencia en contra de las mujeres y diversos crímenes de alto impacto, como los feminicidios de Ingrid Escamilla y de la pequeña Fátima Cecilia. La convocatoria es en redes sociales, llamando a las mexicanas a unirse a #Un Día Sin Mujeres. Con el lema “¡El nueve ninguna se mueve!”, ellas inundan las redes con la invitación, surgida coincidente con el Día Internacional de la Mujer, que se conmemora el 8 de marzo.
Lo que es cierto es que la descomposición del tejido social es la que tiene como explicación la agresión que hacemos como sociedad a los pequeños y en especial a las pequeñas. Por eso la respuesta del presidente AMLO ante los cuestionamientos sobre los feminicidios, resultó, en mi opinión, poco atinada, al echarle la culpa al neoliberalismo. Es cierto que este sistema económico provoca grandes diferencias entre los seres humanos y clases sociales, pero al final de cuentas, el gobernante es electo por los ciudadanos para que resuelva los problemas y no solo para que culpe a otros o al pasado.
Yo soy de los que ya está harto de que AMLO aviente culpas; lo que esperamos es que él, nos una, no nos divida y que convoque a todos los actores a trabajar juntos. Es un asunto cultural en los mexicanos echar la culpa al pasado o a otros y no asumir la responsabilidad que tenemos de resolverlo; por eso, nuestro Presidente refleja esa manera de ser, de evitar tomar las situaciones y resolverlas. Pero lo elegimos para resolver no para quejarse.
Todos nos encontramos indignados por el caso de Fátima, pero pocos tomamos acciones efectivas a través de donativos, participación, denuncias, proyectos, educación, para que se eviten situaciones como estas, es decir, que se den condiciones para que los niños, niñas y adolescentes puedan evitar la violencia. En León, por ejemplo, el programa de acogimiento familiar promovido por el DIF estatal que ampara a pequeños para sacarlos temporalmente de la violencia, tiene solamente a 3 familias inscritas.
Culturalmente el machismo ha incrementado, también los niveles de agresión hacia la mujer. Ni la policía, ni el ejército, podrían cuidar a cada uno de las mexicanas; es solamente con la reconstrucción del tejido social, con crear mejores condiciones económicas y una mejor repartición de la riqueza, como podremos efectivamente reducir la probabilidad de que se vuelvan a presentar más casos de violencia.
El caso de Fátima, aún con un costo enorme de dolor, ha contribuido a que volteemos a los temas torales, vitales, fundamentales, de nuestra convivencia social, como son la reconstrucción del tejido social y el reconocer empezando por el presidente AMLO, que el año pasado fue el más violento de la historia de México y también de los feminicidios. Lograrlo, no es labor solamente suya, sino de empresas y sociedad, por lo que toca a él primero, reconocer el problema, sumar a los mexicanos sin provocar divisiones y convocarnos a esta enorme labor que tenemos de construir la riqueza -aún en periodos de recesión-, para después repartirla. No habrá presupuesto público que alcance para el trabajo social que es tan necesario, si no generamos primero la riqueza que se transforma en impuestos. Por eso, “¡El nueve nadie se mueve!”.
*Consejero local del INE.
