Parece que el clima de inversión federal no será propicio para Guanajuato en los años que vienen, al menos los cinco que faltan de la nueva Administración. Detenida queda la obra del Zapotillo con los 80 millones de metros cúbicos de agua para León; trunco queda el libramiento ferroviario de Celaya y en suspenso proyectos carreteros.

La extraña postura de la Federación entorpece las iniciativas del Estado, como los permisos y libramientos de una carretera indispensable como es la de cuatro carriles de Guanajuato a San Miguel Allende.

La presa en Río Verde quedó a medias y el pleito con la empresa española Abengoa sigue sin solución. Da pena que se le hayan entregado cientos de millones de pesos de adelanto y lo único que queda son unos cuantos tubos de acero y un largo litigio que nadie toma en cuenta.

Recordamos como si fuera ayer a Juan Manuel Oliva: prometía que en 2016 estaría lista la obra y tendríamos agua suficiente para el futuro. Recordamos a Vicente Fox, poco antes de iniciar su sexenio, con su promesa de que la primera obra para el estado sería el tren interurbano.

Frente a un modelo a escala, Vicente prometía a Ramón Martín Huerta poner la primera piedra de la obra al día siguiente de su toma de protesta. El asunto se le olvidó y el proyecto se convirtió en un fantasma.

En el primer sexenio gobernado por Acción Nacional llegaron al país una cantidad extraordinaria de dólares por las ventas de petróleo. El pico de la producción y los precios del petróleo inundaba las arcas públicas, era la oportunidad de resarcir a Guanajuato el empeño democrático de donde surgió Fox. 

Con Felipe Calderón jugaron a los cuentos. Pusieron a competir a Hidalgo y Guanajuato para la construcción de una refinería. Al final el “concurso” lo ganó Hidalgo porque querían compensar al PRI en una negociación política en el Congreso. Podríamos hoy calificarlo de una traición.

Sin embargo, Calderón y sus asesores se dieron cuenta que construir una refinería era más caro que comprar la gasolina en Texas, así que suspendieron la obra cuando ya Guanajuato había empeñado mil 700 millones de pesos en tierras que hasta hoy siguen sin producir.

La oportunidad de transformar al estado con inversiones, como se hicieron en otros lugares, se esfumó porque aquí era, y sigue siendo, una mina de votos azules. Fox y Calderón se desentendieron y fueron ingratos con su electorado. Hoy pagamos el precio.

Cuando regresó el PRI al poder, el único municipio que recibió miles de millones de apoyos federales fue León. La alcaldesa Bárbara Botello supo aprovechar la coyuntura y “bajó” de la Federación lo que ninguna otra administración había logrado. La tragedia surgió con una administración corrupta que obtuvo y repartió moches de esos recursos. Botello perdía la oportunidad de competir por la gubernatura.

¿Servirá de algo que el gobernador Diego Sinhue Rodríguez tenga una buena relación con el presidente López Obrador si no hay voluntad federal de construir en Guanajuato? 

Se cuidan las formas entre gobernantes, se acompañan en actos públicos y, con sonrisas insinceras y palabras que se lleva el viento, quedamos en el limbo.

No es que sea poca cosa visitar pueblos indígenas, pero dejar de lado la inauguración de la planta Toyota en Apaseo el Grande, tiene un significado ominoso para Guanajuato.

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