Culturalmente, a los mexicanos no nos gusta ser evaluados por alguien. Lo traemos en nuestro ADN por generaciones y esto se refleja en nuestra vida personal y profesional.
Ni para bien ni para mal, la mirada de alguien o de algún ente hacia nosotros, es percibido como algo perverso, malo, porque como un espejo, nos refleja mucho de la realidad. En la vida personal se complica y más en la laboral, cuando las organizaciones plantean esquemas de “evaluación del desempeño”.
Es más cómodo subir “escalafones” por antigüedad y recibir estímulos económicos por puntualidad y asistencia que alcanzarlos por desempeño o cumplimiento de metas. Para ejemplo, nuestro magisterio.
Además, en el mundo financiero nacional, de acuerdo a datos de Condusef y de la CNBV, somos culturalmente, “malos pagadores” y por ello, debimos crear un “buró de crédito” que evalúa el riesgo del “no pago” considerando el perfil del solicitante de un crédito. Por eso, cuando lo pedimos, somos calificados por este “ente” externo que evalúa nuestro historial crediticio y el nivel de ingreso y con ello, el riesgo del “no pago”.
Esto aplica también para empresas que requieren liquidez y acuden a instituciones financieras para buscar crecer. Y no se diga, para los gobiernos estatales y nacionales, que, malgastando los impuestos, deben endeudarse para ofrecer los servicios públicos básicos. Para buen ejemplo, el estado de Guanajuato, uno de los 3 mejores estados del País evaluados por las calificadoras internacionales.
Pues bien, estas “calificadoras” financieras, son las que dictaminan el riesgo de que los países cubran o no sus compromisos de pago, igual que el “buró de crédito”. Este esquema nace con la segunda guerra mundial en que los países en desarrollo entran a una vorágine de deuda promovida por los ganadores del conflicto; se crean entidades cuya lógica de lucro se basa en los préstamos a países pobres con tasas de interés fluctuantes y que han llevado algunos de ellos a crisis periódicas por la imposibilidad de pagar esas deudas. México desde los años ochenta entró a esta dinámica progresiva de endeudamiento con el FMI (Fondo Monetario Internacional) y el BM (Banco Mundial) y desde entonces, hemos debido seguir sus lineamientos económicos. Para ser precisos, desde mediados de los años 80 con lo que entramos a un modelo económico neo liberal.
En este mercado mundial de préstamos y deudas, se requirieron entidades privadas, que, especializadas en evaluar precisamente la capacidad de pago, “calificarán” a los países para saber si podían cubrir los préstamos.
Según datos del FMI, las tres principales empresas calificadoras de riesgo financiero, son Moddy”s Corporation, Standard & Poor”s y Fitch Ratings. Ellas acumulan el 50 % del mercado global de estos servicios financieros. Toda la información emitida por ellas impacta considerablemente a los países que, como México, contraen deuda y emiten planes de negocio o programas de gobierno.
Así que, con opiniones técnicas, dan señales a los inversionistas nacionales y extranjeros, sobre el riesgo que corren sus inversiones, tanto en el País, como en sus empresas.
Las ocurrencias y chungas de nuestro Presidente, como la del avión presidencial, nos distraen de los graves problemas de la recesión económica y de la inseguridad. Pero lo que parece inminente, es precisamente, que las calificadoras internacionales evalúen en unas semanas, la deuda soberana de México, ante nuestra realidad económica.
Aún con una buena disciplina fiscal del gobierno federal, un peso fuerte y la inflación controlada, el escenario no es alentador. Bajos precios del petróleo, caída de la producción petrolera, baja de tasas de interés, complican el escenario. Por eso, Standard & Poor”s y Moody”s, han emitido advertencias ante la agenda de política pública de la administración federal y la estrategia de capitalizar a Pemex sin bajar sus enormes gastos de operación: nos han cambiado la categoría de la economía nacional pasando de ser “estable” a “negativa.
Estas evaluaciones han tenido como respuesta del gobierno federal, el que les haya acusado a las calificadoras de “castigar” a México, tanto como un ciudadano fustiga al “buró de crédito” cuando se rechaza su solicitud para comprar un coche o querer financiar la compra de casa. Incluso, Rocío Nahle, nuestra Secretaría de Energía, incluso las llamó “hipócritas”, pero analizan crudamente las finanzas de un país, de un estado o de una ciudad (por cierto, la calificación de León es muy buena por el buen ejercicio presupuestal).
La calificación que le den primero a Pemex, nos llevará por consecuencia a la del País. Es como que usted y yo, evaluados como no confiables por el “buró de crédito” quisiéramos acudir a préstamos y las puertas se nos cerraran.
Nos guste o no nos guste, las calificadoras, son entes externos que evalúan los estados financieros de un País; esto es, sus ingresos (en nuestro caso, la recesión ha provocado caída de recaudación fiscal) y los egresos (que, aunque controlados por la austeridad y el sub ejercicio presupuestal) han permitido que mantengamos la disciplina fiscal, pero con paulatinos incrementos del endeudamiento.
Como a una empresa, el “plan de negocios” de nuestro gobierno, será evaluado y calificado por estos entes internacionales. Aquí, sí, no podremos decir que “tenemos otros datos”.
