Decimos en México que un cartucho “está quemado”, cuando se le acaba la pólvora y ya no sirve para el combate. El PAN apostó en su 80 aniversario, a hacer del regreso de Vicente Fox a la escena política, una apuesta como arma para la batalla. Enorme error. Fox representa en el imaginario colectivo del País, la mayor desilusión y desencanto. No lo digo yo, son los estudios de opinión, son los comentarios en la calle, son los votos abrumadores a favor de AMLO de millones de mexicanos hartos del sistema político tradicional.
La votación del 2000 fue un ejemplo de cómo el “voto útil” permitió “sacar al PRI de Los Pinos“, pues la mitad de los votos de los electores de la izquierda, -al ver que Cuauhtémoc Cárdenas no tenía la votación, ni el carisma, ni el liderazgo necesario para ganar la elección-, se volcaron hacia la necesaria transición democrática para acabar con 71 años del régimen más corrupto que ha vivido México en la historia moderna: el PRI.
La enorme decepción que dejó a México Vicente Fox, ha estado descrita abrumadoramente en las dos últimas décadas en los medios de comunicación: su frivolidad frente a la problemática social, el control del aparato burocrático ejercido por la “primera dama”, la vida de lujos en los Pinos, la claudicación frente al sistema priísta controlador del poder, el desperdicio del enorme voto democrático que le dimos en las urnas para atacar de raíz la corrupción, la alianza con las fuerzas sindicales más corruptas del País enquistadas en el SNTE y el sindicato petrolero y rendirse frente a la tentación del beneficio de los donativos de los grandes capitales para su Fundación.
Conocí por dentro en el año 2000 al gobierno foxista; de hecho, en Guanajuato viví desde ahí el entusiasmo del inicio del proyecto siendo él, nuestro gobernador. Fui por escasos 3 meses coordinador nacional de los Institutos Tecnológicos Descentralizados de la SEP y me percaté rápidamente de los acuerdos del régimen foxista con la Gordillo. Conocí a la gente encargada en la SEP de controlar las plazas y el poder en la educación media superior y superior -como mi jefe el sub secretario Bernal-; informé cómo mantenían a los cuadros priístas más corruptos al frente de la educación; enteré a Ramón Muñoz y me fui. Imposible provocar cambios cuando se hacen alianzas silenciosas con las cúpulas del poder.
El sexenio de Fox fue la mayor desilusión de la época moderna de México. Imposible que lo acepten ellos. Fue la realidad la que se los escupió masivamente en los votos el pasado julio después de dos sexenios panistas y el regreso del PRI con Peña Nieto. El País tomó una decisión radical, pero no imprevista: votar mayoritariamente por la izquierda y por AMLO. Hoy, los niveles de popularidad y aceptación que tiene AMLO son todavía impresionantes y sabemos que serán los mismos en tanto atienda lo que prometió hacer: acabar con la corrupción y la indolencia de los políticos frente a la realidad de las mayorías pobres. Aún con la economía sin crecer, aún con su analfabetismo económico, aún con decisiones poco inteligentes en inversión pública. La realidad es que la alianza entre los poderes político y económico trajeron al País enormes costos a la frágil democracia, pero, sobre todo, una enorme desilusión por no haber castigos ejemplares ni atrapar a los “peces gordos” que nos prometió Fox.
En estos días, la caída de políticos de los anteriores sexenios son las señales que el pueblo esperaba. Estoy seguro que los políticos del foxismo y del peñanietismo, incluso el mismo Calderón, no tienen aprendida la lección. AMLO comienza a dar señales claras que nunca en el pasado se habían dado: la renuncia por corrupción de un Ministro de la Suprema Corte, el encarcelamiento de Rosario Robles y recibe ya la presión para tomar decisiones sobre Bartlett y Polevnsky. Lo que hace hoy indestructible a AMLO es su coherencia con los básicos del ser humano: el desapego a lo material. Su círculo comienza como Yeidckol Polevnsky– a mostrar su verdadero rostro y el mismo Bartlett emblema de la corrupción priísta-, pero si AMLO mantiene su desapego al provecho personal, será muy difícil que el elector deje de creer en él. Lo seguirá prefiriendo pues no tendrá “cola que le pisen” gracias a su desprecio a la riqueza y la vida de rey.
Si el PAN quiere ser una opción viable para las elecciones intermedias y para el próximo sexenio, deberá recurrir a la sociedad, a las clases medias, a los emprendedores, a los microempresarios, al empresariado socialmente responsable, para construir nuevos liderazgos y a evitar vender plataformas electorales junto a los grandes beneficiados del poder político como el “Jefe Diego”, tampoco a recurrir como lo hace ahora, a “cartuchos quemados”.
