No hay dos países en el mundo más diferentes, compartiendo una frontera más activa que México y Estados Unidos. Más de 650 mil millones de dólares al año de intercambio comercial y 35 millones de habitantes allá y que son total o parcialmente de ascendencia mexicana. Nuestras economías están totalmente interrelacionadas por lo que más de 80% de lo que México exporta e importa es con ellos. Ellos realizan casi la mitad de la inversión extranjera que recibimos.
México vive días difíciles por nuestras diferencias con los Estados Unidos. Tuvimos como País que aceptar las condiciones desventajosas con la amenaza americana de imponer aranceles a nuestros productos. Nos pusieron de rodillas con las asimetrías y poderío del imperio. Fueron días donde negociamos nuestra política de asilo frente a la amenaza de castigos arancelarios. Nada que festejar.
Reconozco y admiro la sencillez y estilo de vida de quien es nuestro Presidente. Ganó la Presidencia por persistente, por ser un líder social y un gran provocador de inquietudes, por eso, muchos hemos votado por él. Hoy todavía, la mayoría de los mexicanos está con él, aunque parezca que sigue en campaña, ya como Presidente en funciones. Solo que hoy es el Presidente de México, de todos, en un País que requiere generar riqueza, y es él quien debe poner el ejemplo en una economía que está detenida, sin crecer y su discurso enfocarlo a que crezcamos.
Por ello, no entiendo la falta de una estrategia firme para lidiar con dignidad con nuestros vecinos, haciéndolo directamente AMLO, como lo hace Trump. El episodio que acabamos de vivir esta semana presagia más. Trump, el mago de la negociación, nos extorsionó y triunfó; nos puso de rodillas y lo peor es que lo volverá a hacer. Su xenofóbia escupe a quienes tenemos tez morena en el sur de su frontera y esto le da aceptación entre sus votantes republicanos y sigue en ascenso entre demócratas. Él sabe que atacar México es una de las pocas agresiones que puede hacer sin costo político alguno.
Frente al inicio de las hostilidades, tuvimos una reacción débil, sumisa. El presidente AMLO debió negociar directamente como lo hizo Trump, ya por tuits, ya asistiendo al G-20, pero lo evitó y envió al Canciller Ebrard a negociar y éste debió haberse plantado con mayor fuerza. Nos tomaron ya la medida y lo volverán a hacer, en tanto el Presidente no salga a la batalla y se reúna con Trump como lo pudo hacer asistiendo al G-20. No es cuestión de no saber hablar o de no hablar inglés, era necesario mostrar allí nuestra dignidad enfrente de los principales líderes del mundo y todos los medios de comunicación mundiales.
Nos hace falta a los mexicanos una fuerte dosis de autoestima y de seguridad; inyectársela a los pequeños y a los jóvenes. Que asistan a las olimpiadas internacionales de ciencias; que los universitarios como los de Guanajuato salgan por miles a las mejores universidades del mundo a aprender y asimilar lo mejor, que emprendan sin miedo al fracaso. Nuestro presidente AMLO perdió la oportunidad para utilizar el foro de medios estadounidenses en el G-20 que pondrían la atención que nunca nos dan, para difundir el problema de inseguridad y que es hoy alimentado por sus armas y sobre la terrible crisis de Centroamérica que obliga a miles a emigrar.
Quisiera que nuestros jóvenes vieran al Presidente como líder frente a los extranjeros y que no se deje derrotar sabiendo que tiene a millones atrás de él; que negocie personalmente con habilidad como lo hace Trump. Pudimos retar a los americanos a cumplir la amenaza de aranceles que violaría el NAFTA y lo enfrentara con sus compatriotas. Pudimos responder con más aranceles nuestros y convocando al boicot a los productos extranjeros, como en el pasado lo hicieron los ex Presidentes de México y no solo el “amor y paz” que no es la mejor estrategia para negociar.
Me gustaría tener un Presidente valiente que enfrentara en diálogo a Trump. Que se moviera en el grupo del G-20 moviéndose entre los líderes mundiales mostrando el proyecto social que tiene y no escondiéndose en sus conferencias “mañaneras” descalificando a quienes no piensan como él. Me encantaría verlo en la ONU y en el G-20 llegando al corazón de los públicos globales sobre la responsabilidad que tenemos frente a la pobreza y la migración descontrolada. ¿Ahora, cómo haremos para recibir a miles de migrantes cuando tenemos en México el desafío de apoyar a los 55 millones de pobres?
Soy de los que sueña tener como Presidente a un estadista que inspire a los jóvenes universitarios que buscan en la educación un mejor País, y no solo a un luchador social. Que les mueva a crear riqueza y no solo a gastarla en las calles. No entiendo a AMLO. Pero como muchos mexicanos que formamos a los niños y jóvenes a luchar, a emprender, a no tener miedo, a abrazar causas justas, me duele que nuestro líder no defendiera nuestras mejores causas frente al imperio. Ni modo, hoy es tiempo, a pesar de todo, de “cerrar filas” junto al presidente AMLO, frente al asedio comercial del gigante del norte.
* Director de la Universidad Meridiano
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