La Íle de la Passion forma parte de un atolón coralino en el Océano Pacífico, a 1120 kilómetros de las costas michoacanas. Esta pequeña isla, de 6km2, tiene una intrigante historia económico-política y una inusitada historia pasional, escenificada por el encargado del faro, siete mujeres y un grupo niños, algunos de ellos hijos de él.

Descubierta por Magallanes en 1521 y designada como Isla Médanos, fue posteriormente reclamada por España, México, Francia, los Estados Unidos e Inglaterra. Hoy en día es posesión francesa. 

Su punto más alto es la Roca Clipperton, que se eleva 29 metros sobre la superficie del mar. 

Tiene un faro, unas cuantas palmeras, cangrejos de tierra y guano de baja calidad dejado por las aves migratorias.

El atún abunda en sus aguas, pero no ha sido eficientemente explotado. 
Actualmente, está prácticamente en el abandono, pero se afirma que las almas en pena de los antiguos habitantes siguen vagando por sus costas.

Luchando por la posesión de la isla, que en las constituciones de 1824 y 1857 se define como de propiedad mexicana, Don Porfirio Díaz envió en 1897 una guarnición militar a ocuparla; pero, en su guerra de 1898 contra España, los Estados Unidos se posesionaron de ella y concesionaron a sus nacionales su explotación.

Sin embargo, una compañía inglesa compró los derechos a la norteamericana y entonces Francia reclamó la isla.

Años después, en 1906, sin haberse resuelto el diferendo, el gobierno de Porfirio Díaz convino con la compañía inglesa la explotación del guano por 20 años. Se construyó un asentamiento minero, un muelle una vía de ferrocarril y un sistema de molienda. 

La isla se pobló de trabajadores italianos, japoneses y de otras nacionalidades traídos de San Francisco, y don Porfirio envió una guarnición militar al mando del capitán Ramón Arnaud Vignon, a la par que mandó construir un faro, lugar en el que habrían de escenificarse innumerables atrocidades. 

Entre 1908 y 1913 vivieron en la isla alrededor de 100 personas, entre hombres, mujeres y niños. 

Dada la completa improductividad agrícola de la isla y la carencia de agua potable, pues solo había una laguna interior con agua estancada y ácida, cada dos meses les llegaba un barco de Acapulco con provisiones. 
Un representante alemán de la compañía inglesa, antes de perder la razón, sembró en ese desolado espacio trece cocos. 

Estalló en ese periodo la Revolución Mexicana y poco después la I Guerra Mundial. Escasearon las provisiones.

El capitán Arnaud viajó México en 1914 a entrevistarse con Victoriano Huerta, quien acordó enviarles provisiones, pero el buque Tampico que las transportaba fue hundido, en la única batalla naval de la Revolución, por el Vicente Guerrero. 

Alarmados por el agotamiento de las provisiones tres marinos recorrieron los más de 1100 km en una balsa hasta Acapulco, pero nadie se interesó en ayudar a los miembros de una guarnición identificada como huertista.
Por entonces la fortuna quiso que una goleta norteamericana encallara en la isla y el gobierno de esa nación envió a un crucero por los sobrevivientes. 

De los habitantes, quedaban ya solo 14 hombres, seis mujeres y seis niños, porque los demás habían muerto de escorbuto. 
La única fuente de vitamina C eran los tres cocos semanales que daban seis palmeras, pero se destinaron a las mujeres y los niños. 

El capitán del crucero ofreció llevar a esos 26 mexicanos a Acapulco, pero Arnaud rechazó la propuesta porque quedaban provisiones para cinco meses, y quizá porque no quería aparecer como desertor. 
Solo fue evacuado, ya loco, el alemán que había sembrado los cocos.

Durante tres años se alimentaron escasamente de aves, peces y huevos. Los pocos hombres que quedaban fueron presas del delirio y el capitán Arnaud murió ahogado en octubre de 1916 tratando de alcanzar en una lancha a un buque que pasó frente a la isla. 

Los otros hombres de la guarnición, salvo el guardián del faro, fueron muriendo de escorbuto y los enterraron en las arenas. Quizá por ello, los actuales visitantes aseguran oír voces en el sur de la Isla.

Victoriano Álvarez, el hombre del faro, se declaró entonces rey de la Isla de la Pasión y las mujeres y niños sobrevivientes vivieron una época de terror bajo el dominio de ese hombre ensoberbecido que violó a las mujeres y mató a quienes lo cuestionaron. 

Un día, en un arranque de desesperación, una mujer llamada Tirza Rendón, ayudada por la esposa del capitán Arnaud, lo mató a martillazos en la cabeza y atravesándolo con una punta de hierro. 

Poco después de este sangriento suceso, el hijo de Arnaud, vio en la lejanía un buque, el USS Yorktown, y disparando el fusil del guardián logró llamar la atención de los navegantes que rescataron a las cuatro mujeres y siete niños supervivientes.

La posesión de la isla, disputada por México y Francia, se sometió en 1930 al arbitraje de la Santa Sede, que trasladó la decisión al rey de Italia Víctor Manuel III. 

Éste, necesitado del apoyo de su país vecino, falló a favor de Francia, que la ocupó con una guarnición solo siete años para, al fin, abandonarla. 
Posteriormente quiso usarse como base aérea estratégica, campo de pruebas nucleares, centro turístico y basurero nuclear. 

En una ocasión fue visitada por Jacques-Yves Cousteau, acompañado por el hijo de Arnaud.

Pero las víctimas de esa absurda, infértil y siniestra aventura todavía claman por alcanzar la paz en la soledad desértica del atolón.

Fuentes: Restrepo, Laura. 
La Isla de la Pasión.

 

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