Alguna vez lo escribí aquí con mucho candor: Diego Sinhue Rodríguez puede convertirse en el mejor gobernador de Guanajuato de los últimos tiempos. Los pasos básicos que ha dado son los correctos a pesar de que haya fallas como en cualquier administración pública o privada. Esos pasos son: escucha, toma decisiones y ejecuta rápido.
Está claro que no escatima esfuerzo para pacificar al estado y comienza la lucha contra la corrupción que ni Oliva ni Márquez quisieron llevar a cabo porque sus compadres se enriquecían bajo su tutela.
Cierto que las pruebas grandes vienen ahora, cuando su equipo tendrá que responder ante la nueva circunstancia política. Nuestra tierra se convirtió en una isla blanquiazul en la que Morena pondrá todo su esfuerzo (y miles de millones en dádivas) para ganar la elección del 2021.
Sin la menor duda el gobernante tiene apertura para aprender y lo hace rápido. Entendió la situación de emergencia durante la falta de gasolina en enero; comprendió la nueva época de dificultades para obtener recursos de la federación y estableció una relación cordial con el presidente Andrés Manuel López Obrador. El enfrentamiento sólo traería complicaciones para el estado.
El gran reto es el mismo: parar la guerra, atajar pronto el río de sangre, de inseguridad, injusticia y sufrimiento que causa ser la entidad con mayor criminalidad en México. Aunque los asesinatos bajaron de febrero a mayo, el ritmo no es suficiente. La primera meta debería ser esa: revertir la tendencia para terminar el año con menos de 150 asesinatos dolosos por mes.Suena terrible tener una meta trágica en sí misma, pero no se puede frenar el tren de crímenes en un dos por tres. Lo más grave es que sobre sus hombros pesan las decisiones importantes: seguir o no con el mismo Fiscal y el mismo Secretario de Seguridad o poner un límite.
Quienes conocen a Diego saben que tiene el suficiente carácter para prescindir de cualquiera de sus colaboradores si las circunstancias así lo ameritan. Ni siquiera la sombra larga de su antecesor podría influir como lo pudo hacer en el momento del cambio.
Al cumplir un año en octubre la población sabrá si sus colaboradores dieron resultado o no. De no encontrar espacios de cielo azul y luz de sol ante la tormenta negra de criminalidad e inseguridad, su bono de aprobación se acabaría.
En un sexenio incipiente hay muchas tentaciones para un joven gobernante: la primera es ejercer el poder con toda la fuerza que da tener los tres poderes en un puño. Por eso fue buena decisión escoger a Luis Ernesto Ayala como Secretario de Gobierno, un hombre con experiencia y templado. Un buen consejero sin duda.
La segunda tentación es perder el tiempo en miles de presentaciones, inauguraciones y eventos inútiles. Hay gobernantes que se enamoran tanto de su puesto, de su representación, que nunca dejan de ser floreros mientras lo importante y lo urgente, pasan de lado.
La tercera tentación todos la conocemos muy bien: buscar negocios, compadres y amigos que ayuden al enriquecimiento personal por medio de las compras, contratos o los vulgares moches. Por fortuna vemos en Diego a un gobernante limpio que insiste una y otra vez en no tolerar la corrupción, como lo demuestra ya con las auditorías en el Parque Xonotli.
