Esta frase se está popularizando en nuestro País, pues nuestro Presidente la expresa cuando los periodistas y analistas le cuestionan acerca de los principales indicadores de desempeño de su gobierno. La usa para ignorar los datos oficiales sobre inseguridad y economía que le cuestionan. En semanas en que el Inegi ha dado a conocer el estancamiento económico a través del ITAE (Índice Trimestral de Actividad Económica) o el Banco de México -que nuevamente pronostica a la baja el crecimiento económico-, la frase del presidente AMLO, vuelve a aparecer.

No se trata de ser crítico y descalificar el esfuerzo que hace este gobierno por combatir la corrupción y la pobreza, sino que la realidad siempre nos da datos “duros”. Se trata de mirar desde afuera lo que realmente está sucediendo. La obra pública se ha detenido de acuerdo a datos de la CMIC (Cámara Nacional de la Industria de la Construcción) y los recortes presupuestales contraen el gasto público. Y de concretarse el crecimiento económico alrededor del 1% los nuevos programas sociales no tendrían recursos para fondearse.

De acuerdo a sus datos, nuestro Presidente afirma que “vamos muy bien”, cuando lamentablemente los indicadores macroeconómicos generalmente aceptados como el PIB (Producto Interno Bruto), la inversión extranjera y el ITAE muestran lo contrario. No es fácil para el Gobierno federal tener la presión de los Estados Unidos y su guerra comercial, y la disyuntiva de aprobar en el Senado el T-MEC nueva versión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

En la vía familiar, como en la social y en las empresas, se avanza cuando se parte de datos reales, confiables. Pero nuestro Presidente se obstina en generar discursos de que vamos “muy bien”, cuando la realidad nos dice lo contrario. Apoyado en el enorme apoyo popular que se ha ganado al concretar promesas que el País pedía, elude los datos objetivos, empíricos, que generan las cámaras empresariales y los organismos públicos reconocidos como el Inegi y el BM (Banco de México). Y esto es bueno, las mayorías pobres, 22 millones, están satisfechas con la enorme cantidad de recursos públicos que se reparten por doquier.

Considero que esta tendencia a crear discursos optimistas es necesario siempre por parte de un líder en una organización o en un País que, como México, tiene enormes desafíos, pero si AMLO pierde la capacidad de partir de cifras reales, puede ser pronto peligroso, pues los mega proyectos que ha decidido, consumen recursos que quitan a las áreas sociales como la salud, la educación y la ciencia y tecnología, los mínimos para apuntalar el desarrollo.

El dinero público se le puede agotar pronto. No generamos ya riqueza (PIB) y de allí es donde se generan los impuestos y de éstos, el gasto público. El Presidente debe pronto escuchar los datos duros de la realidad económica. El PIB crece por el consumo, por la inversión (nacional y extranjera), por el ahorro y por la balanza comercial. No hay otra manera de crecer. El consumo todavía mueve la economía gracias a la confianza del índice de confianza del consumidor y las clases medias son las responsables de ello; la inversión nacional ha caído y la inversión extranjera también. El ahorro depende de la tasa de interés y ésta todavía es atractiva para inversionistas nacionales y extranjeros.

Nuestro Presidente debe cambiar como lo hizo esta semana con el FMI Fondo Monetario Internacional y con los grandes capitales nacionales-, el discurso agresivo por acuerdos constructivos pues al final, es la inversión productiva la que genera empleos. Deberá dar señales de concordia y nosotros, los profesionistas y los empresarios, apoyarle en momentos difíciles como la guerra de aranceles que inicia ya Trump. Son tiempos difíciles para la economía pues es ésta le que permite generar riqueza y luego distribuirla, no al revés. Por eso, la estrategia de que el Presidente tenga “sus datos” contradiciendo a los oficiales, no siempre ayuda pues puede esconder la realidad.

* Director de la Universidad Meridiano
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