—¡Qué ironía! Esperar la libertad mientras se cuida un prisionero. ¿Fue ahí cuando lo cogieron?
—Sí, algo salió mal y terminó liberado el preso y preso el custodia. En esa época estaba recién estrenado el estatuto antisecuestro. Sesenta años o algo así.
—¡Uff! Ahí sí, ¡nada que hacer!
—Le figuró La Modelo. Chogüi nunca había estado en la cárcel pero sabía cómo era la cosa allá. Para colmo de males, le tocó uno de los peores patios.
—¿Le ayudó el Jefe?
—Al principio solamente. Le contrató un abogado penalista bien recorrido y lo recomendó adentro para que no le fueran a hacer nada. Pero eso sólo duró un par de meses.
—¿Por qué?
—Luz fue a visitarlo.
—¿A la cárcel?
Con un resoplido hondo y un sorbo de cerveza pasado con amargura mientras inclinaba la frente hacia adelante, me respondió. Yo empezaba a compartir la febril admiración de mi amigo hacia aquella muchacha, su constancia, su fe. Me estremeció imaginarla desnuda en las requisas exhaustivas y malintencionadas de la guardia, escuchando los gritos en los corredores pidiendo una moneda o soportando los silbidos y piropos burdos de aquel agujero.
—¿Dónde más? Y llevó también al bebé…
Un frío me recorrió el cuerpo de arriba a abajo. Busqué un alivio en el pico de la botella como un niño lo habría hecho en su biberón. Miré a mi amigo suplicándole continuar.
—Luego de esa visita, Chogüi peleó con el Jefe. Discutió con él cuando fue a verlo y lo mandó al carajo junto con el abogado y los recomendados. Según dicen el tipo quedó tan ardido que lo amenazó de muerte a él y a su Luz.
—Saturno devorando a sus hijos —susurré.
—Luz le había echado a perder a su protegido, Chogüi era como su hijo. Y ahora era hasta capaz de responderle y desobedecerle. A partir de ahí se desató el infierno, intentaron apuñalarlo varias veces. No dormía por el temor de ser violado o asesinado durante el sueño. Desconfiaba hasta de sus compañeros de celda. Cualquiera podía haber recibido dinero o algún favor del Jefe con el fin de hacerlo volver al buen camino o mandarlo al más allá. Fue entonces cuando le envió una carta a Luz rogándole que volviera a verlo.
—Ella fue, ¿no es cierto?
—Sí, fue un Domingo en los que se permiten las visitas conyugales. Esa mañana muy temprano dejó al bebé con su madre, fue a misa temprano y compró unas empanadas para llevarle. Todo lo alistó en un cesto de mimbre…
—Y ¿le aguantó la requisa?
—Sin problema alguno. Con empanadas y todo llegó hasta la celda de su esposo. Él la esperaba con ansia; había pagado a varios colegas con el poquito dinero que le quedaba para que no los interrumpieran hasta la tarde. —hizo una pausa para acomodarse los anteojos y aflojarse el nudo de la corbata—Y ahí los encontraron acostados uno junto al otro, muertos. En la carta, Chogüi le había escrito que deseaba morir pero antes tenía que verla. Luz no lo dejó irse sólo, preparó todo para los dos.
—¿Veneno?
—Sí. En las empanadas.
—¿El niño? ¿No pensó en él?
—Creo que alguna abuela artrítica debe estarlo criando.
—¡Qué historia, mi amigo! —exclamé con tufo nostálgico sin hallar más palabras en medio de las primeras arremetidas del alcohol en mi humanidad.
—Querrá decir que vida, o mejor, qué amor… Y hay todavía algunos imbéciles que dicen que ya no hay gente así. Que el amor se limita solamente a este mundo, a esta existencia. Eso es mucho más triste que un final como el de Chogüi, ¿no le parece?
Por un instante me quedé sin palabras, nunca había oído charlar a mi amigo con esa trascendencia melancólica. Achispado por la bebida, me miró con firmeza.
—De esa mierda tampoco se escribe. ¿O sí?
—De qué mierda, ¿del amor?
—Sí del amor, pero no de cualquiera, del amor eterno.
—No lo sé, creo que no.
—Pues ahí tiene, mi hermano, a usted que le gusta escribir.
Yo tenía aún fresca en la mente la escena de los dos cadáveres en aquella celda, así que no tuve más alternativa que acotar:
—Sí, quizás podría…
“Selig sind die Liebenden.
Die der Liebe sind, sind nicht des Todes.
Und auferstehen werden,
die dahingesunken sind um Liebe.”
“Dem Herzen nur ist solche Macht gegeben
Und nur die Liebe ist die Ewigkeit, Ewigkeit.”
Das Wunder der Heliane
FIN
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