Saludando a los lectores de estas líneas de información histórica de Irapuato y sus alredores, a través de las páginas editoriales de este estimado Diario, ahora me dispongo a platicar sobre la terminación de la historia de esta plaza tan bella e impresionante, la que quizás no la valoremos porque diario, o casi, la usamos como elemento de tránsito y nos acostumbramos a usarla sin ‘vivir’ su contenido histórico y artístico. ¿Cierto? Globalicémosla mentalmente: un espacio abierto muy bien delimitado por tres portales, el costado de la Catedral de nuestra Catedral Irapuato, al fondo la portada excelente con estilo ‘tequitiqui’ (la unión de la dirección religiosa de los Sacerdotes de la Iglesia con la mano de obra de los nativos locales) del templo de Señor San José, convertido en Santuario Expiatorio donde a lo largo del día permanece expuesto el Santísimo Sacramento.
Al centro de ella, la ya comentada fuente central, igual, obra de arte arquitectónica y escultórica excelente, como centro espacial, anímico y visual de la plaza. Platiquemos un poco de la Catedral. Obra con una gran calidad artística en la que se conjugan muchos valiosos estilos producto de las diferentes etapas en la que fue construida. Seré breve en estos comentarios pues es tema de un extenso libro el que, por otra parte, nuestro muy estimado actual Obispo Emérito de Irapuato, Don Jesús Martínez Zepeda, primer obispo de Irapuato, fue el motor para la materialización del excelente libro denominado ‘La Catedral de Irapuato’ en el que se desmenuza gran parte de la historia de este singular edificio católico y universal, historia, parte integral de la historia de Irapuato. Dado a la luz pública el día 29 marzo del año de 2010, desde su publicación ha formado parte integral y muy importante de nuestra historia, libro-documento que debe estar en las bibliotecas públicas y eclesiásticas de la Diócesis de Irapuato, al igual que de todas o muchas bibliotecas privadas de familias de Irapuato, la región y la diócesis de Irapuato, como elemento complementario de nuestra historia. Como parte o fracción de él, escribí un capítulo del cual platicaré un poco y que será tema de uno o varios artículos que en fechas próximas narraré sobre la historia de este edificio, primero parroquial, y luego catedralicio.
Este edificio fue, hacen muchos años, la primera parroquia de Irapuato, humilde en la que se señala con apenas, pisos de tierra apisonada. En Irapuato nació el posteriormente sacerdote Licenciado, Don José López de Aguirre a quien lo nombraban familiarmente, ‘don Lope’. El sacerdote, Doctor en historia por – y maestro- del Colegio de Michoacán (Colmich), Álvaro Carrillo, entrañable amigo y compañero en el mundo de la historia y en la Sociedad Mexicana de Historia Eclesiástica, me regaló el libro que escribió titulado ‘El Fénix del Amor’, del cual extraje algunos puntos relativos a la vida del Padre José López de Aguirre, y a la construcción que realizó de la segunda obra de la parroquia dedicada a Nuestra Señora de la Limpia -o pura- Concepción de la virgen María, la que, el 30 de abril del año de 1922, bajo la atención como párroco de ella, el sacerdote Martín Lawers y con la asistencia del Obispo de León, Don Emeterio Valverde y Téllez, fue coronada Nuestra Señora de la Soledad en el atrio y afuera de la puerta mayor de la parroquia, la que fue consagrada, desde entonces, como titular de la parroquia y declarada como
patrona de Irapuato a Nuestra Señora de la Soledad.
Don Lope construyó la actual admirable obra parroquial y de la cual en próximos artículos sobre la catedral y a la vida de este santo y trabajador nativo de Irapuato, platicare un poco más. En mis próximos trabajos de escritura continuaré platicando sobre lo arriba señalado, además, sobre las fiestas que se avecinan y, el último domingo de este año del 2017, presentaré, con la ayuda de Arcelia mi hermana, la relación hasta donde hemos podido conocer, de las personas que este año han partido al llamado de Dios, con su plena Majestad y Amor, en ese Paraíso Celestial en el que vivirán eternamente, gozosos, y sin las ataduras de las penas y dolores sufrimientos terrenales.
