Hay un sentimiento social en el que se percibe que las personas han llegado a desconfiar de las demás y, en muchos casos, hasta de los integrantes de la propia familia; ya ni se diga dentro del entorno político, del laboral, del religioso, del de género, del deporte, del espectáculo, de los propios connacionales entre sí, etc.

Este vacío ha sido generado por las autoridades, gústese o no que se señale, cuya actuación ha sido marcadamente manifiesta por un interés personal, de grupo, de tribu, de pandilla, de complicidad en detrimento de la población en general y que ha traído como resultado una marcada agresividad social entre sí y rencor y coraje hacia tales autoridades.

Es inevitable concluir que las autoridades han caído en una amnesia profunda respecto a que su actuar debiera enfocarse hacia una auténtica “justicia social” o en pos de un indiscutible “bien común”.

Visto está que tal “justicia social” y “bien común”, solo se ha aplicado a ese puñado de personas cupulares con un doloroso silencio de la población con el que se ha manifestado una innegable complicidad.

De esta manera, la población, a pesar de ese silencio que la vuelve cómplice de los atropellos que padece, de los ultrajes que sufre, de los males que le provocan, se encuentra ávida por un puente conciliador que le tienda la propia autoridad.

Las marcadas acciones negativas que la autoridad ha realizado contra la sociedad, han generado una indiscutible disfunción social que ha generado una relación altamente tóxica además del hecho de que los “apoyos” que “legalmente” se deben destinar para beneficio de la sociedad, llegan mermados como resultado de los “moches” que pública y oportunamente han sido difundidos por los medios masivos de comunicación.

Es un hecho innegable que todo ser humano requiere reconocimientos en el curso de su vida y, por ende, la sociedad, en conjunto, no escapa a esta vital necesidad.

Por lo tanto, a la hora de relacionarnos, sea entre iguales, de mayor o menor rango, sea laboral, moral, reverencial o funcional, debemos tener presente que no sirve de nada, absolutamente nada, una relación tóxica; no sirve de nada y es tremendamente contraproducente, proceda de donde proceda, el insulto, la presión innecesaria, la humillación, el acoso moral, la amenaza de uso de la fuerza pública, sea directa o veladamente, sea ejercida mediante auditorías, aumento de gravámenes o cualquier otro tipo de violencia.

Quienes creen que con el hecho de ejercer presión someten a los demás, están generando un espejismo que se hará añicos cuando se den cuenta que el otro no lo va a aguantar y la disfunción a largo plazo será insufrible.

No cabe duda que es mucho más inteligente asesorar en el sentido de que “si tú estás bien, yo también”. De atenderse ese tipo de asesoría, se buscará y logrará cuidar a los demás, de respetar, de asegurar su bienestar real y se tendrá un auténtico efecto Pigmaleón.

La sociedad sabrá que tiene un gobierno que efectivamente se preocupa por ella; que busca la “justicia social” para lograr el “bien común”, y que estará ahí para apoyarla y desagregar a quienes la dañen o pretendan dañarla empezando por los propios gobernantes.

De esta manera se logrará el “cooperar” en lugar del “competir”; el cooperar conlleva lo que es trabajo en equipo; competir es caminar en soledad. Hoy por hoy, gobierno y sociedad se percibe que están compitiendo “a morir” buscando que solo uno sobreviva, y es el gobierno quien busca demostrar que es el que tiene la fuerza cuando habría que cuestionar seriamente esa afirmación, ya que la competencia debe ser consigo mismo para superar las propias incompetencias y no para eliminar al otro.

Así, la competencia debe servirnos para dotarnos de excelencia y lograr una mutua superación ya que si nos comparamos, lo más probable es que perdamos, pero si desarrollamos una confianza recíproca basados en el hecho de que siendo iguales en lo humano somos distintos en nuestras capacidades y habilidades, se dejarán a lado las vanidades, los narcisismos y se logrará la suma de capacidades y habilidades, lográndose la fuerza para confiar ente sí y así será posible que se cumplan los postulados de la “justicia social” y del “bien común” logrando así que desaparezca ese vacío social.

¿Utopía?

Universalmente les deseo, hoy y siempre, Salud, para que logremos nuestros objetivos en la vida. Fuerza, para que no nos desalentemos ante las adversidades y, Unión, para que no seamos divididos en nuestras convicciones.

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