Hace algunos años estaba en un paseo por un museo y la guía, muy buena ella, se detuvo para explicarnos que había un tal Rubens que se dedicaba a pintar mujeres guapas. Ante mis ojos había una mujer blanca de anchas caderas y pose coqueta frente a un espejo que cargaba un pequeño e inocente angelito. Con alas y todo.

La cuestión es, esa mujer era la más guapa de sus amigas y yo me pregunto… ¿Por qué nací en esta época? ¿Por qué hay fotografías de mujeres extremadamente flacas en la publicidad de la ropa, la comida o, incluso, en el cartón de la leche? ¡De la leche! Si el bombardeo estético comenzará con productos que se toman a partir de mediodía a lo mejor nos agarrarían más despiertas y preparadas. Pero no, tenían que comenzar a primera hora de la mañana metiéndonos esas ideas de que las mujeres perfectas de verdad existen. 

Por lo que a mí respecta, hay otras cosas mucho más hermosas que serían dignas de resaltar. Está bien tener salud, pero esa manía de enfocarse sólo en el abdomen plano se nos está yendo de las manos. 

Señoras y señores diseñadores de la campaña de publicidad de la leche, aquí les pongo unas pequeñas, minúsculas sugerencias, para que ustedes se inspiren y de paso vayan cambiando la mentalidad de la sociedad. Sólo por soñar. 

Les cambio un pelo largo y sin daños por uno que te invite a peinarlo. Un abdomen plano por unas comidas sin culpas con las amigas. Unos dientes perfectos por una sonrisa franca. Unos labios pintados por uno que no se cansen de brindar cariño. Unas manos intactas por otras que tengan señas de ayudar más que a su propia persona. Unos pies sin rasguños por otros que se hayan caminado unas cuantas ciudades. Unos ojos gigantes por unos transparentes y amables. Una personalidad débil que necesite que la salven por otra que despida pasión por su gente, sus metas y la vida. 

No me malinterpreten, admiro a las mujeres que se cuidan y logran moldear su cuerpo por un propósito de salud o estético. Siempre verse al espejo y gustarse lleva consigo una ayuda a la autoestima. Pero el monopolio de la apariencia en nuestros pensamientos se está tragando las cosas importantes que denotan una personalidad.

¿Por qué esa manía de querer parecerse a las demás? ¿Qué ganamos con esas interminables horas viendo la aparente vida perfecta de gente extraña en Instagram? Y si comenzáramos a vivir en vez de aparentar… a lo mejor, tal vez, ser feliz sería la meta principal… y una sonrisa grande como una casa cabría en una publicidad de una revista, en un cuadro con tinte renacentista, en la campaña de publicidad de las redes sociales y ya, de paso, en el cartón de la leche que miro mientras desayuno en lo que despierta mi cabeza. 

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