Desde el paradigma holístico o integrador hay principios de totalidad y de inclusión. Uno de ellos tiene que ver con la perspectiva de construir puentes en donde sólo había abismos, es decir hacer vinculaciones y comunicaciones con todas las demás personas y el entorno. Esto para cumplir con nuestro objetivo como seres humanos que no podemos vivir desvinculados, pues aunque no lo queramos tenemos influencia y somos influidos por los demás esto es la Teoría de los Sistemas.
No todas las personas concuerdan con la visión de este paradigma. Hay muchas que quieren seguir como antaño, en donde sólo pienso en lo mío y lo demás no importa. Recuerdo que hace 24 años, con mi maestro Octavio Rivas, teníamos relaciones con empresarios de Monterrey para dar cursos en los que tratábamos de temas preventivos y de transformación trascendente, ahí se planteaba la necesidad de realizar acciones en favor de la comunidad y dar tiempo para mejorar la vida de los demás, antes que esto se revirtiera. Algunas personas hicieron eco pero no la mayoría, esto pensando estando bien yo y mi familia, lo demás no me importa.
Hoy nos encontramos en la encrucijada de nuestra vida; hemos llegado al precipicio y tenemos que elegir: construimos un muro o un puente. Las dos opciones tienen sus cosas positivas y también sus seguidores. Los muros son para proteger, son para las personas atemorizadas, que tienen mucho miedo, desde luego este lado es el que históricamente ha sido el más empleado, eran otros momentos y fueron necesarios la brutalidad de la fuerza, el manejo del control por algunos grupos que seguían generando más miedo porque así se controla mejor.
De acuerdo a declaraciones de Mark Zuckerberg, CEO de Facebook, dice que hay voces temerosas que llaman a construir paredes para distanciar personas. Se necesita valor para elegir la esperanza sobre el miedo. Contrario al temor lo que debemos tener en este momento es ensalzar las virtudes de la esperanza y el optimismo.
Los recursos son finitos, vivimos en un único planeta, y por mucho que no hayamos contemplado el biorritmo de la Tierra no quedará más remedio, tarde o temprano, que considerar los límites biofísicos y picos y techos de los recursos que ya se acaban. Dice el refranero popular que “mejor es prevenir que curar” y si será inevitable reducir el consumo y la producción, mejor será hacerlo de una manera planificada y participativa para evitar que esos recursos escasos se conviertan en propiedad de una élite económica o militar.
Las bardas dividen, los puentes unen. No se vale querer seguir teniendo una vida que utiliza los recursos de la naturaleza y que en lugar de repartir y no estar interesados en que “la cobija alcance para todos”, sólo piense en tapar únicamente a los míos, porque llegará el momento en que los descobijados también jalarán. Estados Unidos consume la mitad de la producción mundial de gasolina, estimada en más de 1.3 billones de litros.
Si la población mundial viviera como los australianos, se necesitarían 5,4 planetas Tierra más; si viviera como los estadounidenses, 4,8; como los suizos, surcoreanos y rusos, 3,3. Incluso países menos desarrollados como Brasil (1,8) y la India (0,8) consumen un exceso de recursos naturales.
La paz duradera sólo se puede dar con justicia social. El mundo sólo es uno y es de todos. Hay que hacer acciones que nos lleven a cuidar lo que es de todos. Sólo que la filosofía de yo me apodero de todo y los demás que se rasquen con sus uñas. Es lo que nos puede llevar a la destrucción.
Regresando a las dos posiciones en la vida, tanto personal como de los países, están los de la opción: quiero llevarme todo o los que quieren compartir. Yo creo que estamos en el momento de recuperar esta segunda opción, que es la llamada visión de solidaridad, de consciencia social, la que considera que toda persona tiene derecho a la vida y la sustentabilidad. Hay que recuperar esa visión, esa la tenían nuestros ancestros, esos que vivían en este territorio, esos pueblos indígenas que tenían un buen diálogo con la naturaleza.
Es momento de la elección entre las dos posiciones. Afortunadamente también es el momento de la esperanza. La primera tienen hoy un modelo tan burdo que tiene que seguir utilizando el temor, sin embargo, por primera vez desde hace varias décadas (más de cinco)parece que el pueblo de México se mueve y da señales de vida y de poder unirse para mejorar su futuro, eso es muy esperanzador, lo mismo que la Marcha de las Mujeres que se ha dado en Estados Unidos, esa fuerza que se levanta atendiendo las expectativas de que este siglo XXI será femenino o no terminará.
Muchas gracias señor Trump, está logrando que nos unamos como hace mucho no lo hacía la humanidad. Ojalá reconsideremos y no haya paredes de miedo y sí puentes de amor.
¡Por la construcción de una Cultura de Paz!
