No olvido el año viejo, dice la canción, y en lo personal fue uno muy bueno. Sin embargo, en muchos aspectos es un año para olvidar que cerramos con broche de oro: el aumento a los precios de la gasolina. Algunos lo celebran, bajo la confiada perspectiva de que el gobierno recaudará más recursos que están haciendo falta ante la caída del precio internacional del petróleo. A mí me cuesta mucho celebrarlo porque tanto el gobierno federal, como los estatales han dado muestras más que claras de su gran ineficiencia y corrupción en el manejo de los recursos públicos. 
El aumento en la gasolina no nos hará más competitivos, ni obligará a PEMEX a mejorar sus procesos, de por sí onerosos por la misma ineficacia y corrupción, además de ser sumamente contaminantes (pueden contradecirme los habitantes de Salamanca, claro). El respiro que logra el gobierno lo consigue metiendo de nuevo la mano en el bolsillo de los contribuyentes y ayuda a resquebrajar aún más el poder adquisitivo de los salarios. 
Aunque hace unas semanas, el aumento al salario mínimo, que entonces se mostró como un magnánimo 9.5%, lo ubicó en 80.04 pesos diarios, se queda corto contra el 17.7% que subirá el diesel, o 21% de la gasolina premium. Y si comparamos a nuestros vecinos, los salarios en México son una vergüenza. El promedio por hora devengado en los Estados Unidos es de 7.25 dólares la hora, unos 152 pesos. Es decir, el mínimo, si se trabajan 40 horas semanales, equivaldría a nueve veces el salario mensual mexicano. Claro, la comparación es abusiva, porque la hago contra el primer mundo. Mejor vamos hacia el sur, a la otra frontera. El salario mínimo guatemalteco equivale a 2.893 quetzales al mes, es decir, unos 8.068,- pesos mexicanos. En términos porcentuales 236% más que el salario en México. Bueno, pero es Guatemala, dirán y allá el expresidente Otto Pérez Molina sigue en la cárcel por corrupción… 
Volvamos a México; uno de los argumentos del gasolinazo se funda en la liberalización de los precios para hacerlos reflejar el costo del mercado internacional, es decir, ahora si pagaremos lo que debemos pagar, lo que en verdad nos cuesta el petróleo o la gasolina. Pero, vamos a las cifras. 
Precio del litro promedio de gasolina diesel en los Estados Unidos, 13.75 pesos mexicanos; en Guatemala, 13.53; el futuro precio en México será de 17.22. Es decir, Estados Unidos, que también cobra impuesto a las gasolinas, y Guatemala, que no produce una sola gota de petróleo, venden el diesel al público un 25% por debajo de lo que se cobrará México. Y éste es el combustible clave para la industria del transporte, aquel que origina mayores efectos inflacionarios. 
¿Dónde está el problema? ¿De qué sirve producir petróleo si saldría más económico importar el petróleo que extraerlo o refinarlo? La falacia consiste en que el gobierno, en vez de mejorar la distribución de los impuestos y hacer que tributen las grandes empresas, amigas de los políticos, compensará sus faltantes a través del costo de las gasolinas, y mantendrá un PEMEX ineficiente y corrupto, al que le roban al año más de mil millones de dólares en combustibles. Aquí no tengo valores para comparar porque en ningún país que conozca las empresas refinadoras se dejan saquear impunemente cifras de este calado. 
No olvido el 2016, como tampoco será fácil olvidar este sexenio, y sin embargo le deseo a usted y los suyos lo mejor para el 2017, que espero no sea tan sombrío como muchos vaticinan. 

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