Soy un ente rabioso, lo sé. Un profundo rencor me recorre las venas. Es la memoria de mis muertos. No me avergüenza decir que este coraje es lo más importante que tengo y lo que me sostiene vivo, porque en el fondo de ese coraje no hay odio, porque lo más genuino que palpita en el corazón de esa rabia se llama amor. 
  En algunos ámbitos parece profunda la necesidad de seguir rindiendo pleitesía a los neo colonizadores, como usted. Ahora no vienen a salvarnos con la cruz y la espada. Ahora vienen a presentarnos “lo nuevo”.
  ¿Y qué es lo “nuevo”? Lo nuevo no es una discusión, ni una crítica, ni el planteamiento de un problema con rigor teórico, es la primicia de que ya nos ahogamos. De que ya valió, como decimos coloquialmente por acá. Pero hay algo más… Ese “ya nos ahogamos” y ese “ya valió” no importan más. No importa ya. Porque todo se volvió efímero y ligero. Todo da igual. Excepto las jugosas ganancias que usted cobra por sus libros y conferencias.
 ¡No! Me niego aceptar que la valentía perdió el combate. Me niego rotundamente a decir sí a los que pretenden dirigir la vida. A los que quieren adormecer. Domesticar. Como usted.
Quédese con su primicia, monsieur.
Yo no la aceptaré.
¡Jamás!

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