Mis infantes lectores, el día de hoy les traigo una de mis más queridas obras de la juventud: “Los cuentos maravillosos”. En lo personal me fascinó el universo de los cuentos para niños cuando estaba en la universidad y la preparatoria. Desde ese momento ya me estaba imaginando una vida llena de magia y posibilidades, y es que, desde que tengo memoria lo que sale de lo cotidiano es como un imán para mí. Esos territorios llenos de insólitas geografías, las tantas misiones y reinos posibles, la exploración senderista en bosques y montañas que ocultan secretos y guardan criaturas más allá de nuestra comprensión. Es esta razón por la que los cuentos infantiles que conocí en mi juventud marcaron a fuego una etapa de mi vida.
Pero no cualquiera de todos los posibles autores de literatura, no. Hablo de Charles Perrault, un francés de 1600 que nos mostró por vez primera a las famosas creaciones que más tarde usaría Disney: La bella durmiente, La cenicienta, pero también está la Caperucita Roja, Blanca Nieves, y demás historias que bien conocemos.
Cabe mencionar que no eran cuentos para niños per se, sino que se trataban de historias didácticas: las que toda madre cuenta a su hija antes de salir a una fiesta a medianoche, las aventuras de un compañero de trabajo que tuvo un día malo por flojera y que hacen reír a nuestros comensales en reuniones familiares. Estas anécdotas nos llenan la vida, y es lo que hizo el pueblo, lo que llaman Volksgeist, el espíritu del pueblo. Las enseñanzas que puede dar un pueblo a su generación, pero contadas de una forma más linda y mágica.
En tiempos de violadores y fieras en los caminos, Caperucita debía salir al bosque y ser víctima para que se tuviera cuidado de lo que podía pasarle a las mozas que se adentraran en las florestas. Pero lo que puedo recomendarles es comparar estas historia con las que más tarde veríamos en películas. La Cenicienta, de Perrault tiene una venganza hermosa sobre las hermanastras, mientras que la bruja de La bella durmiente, no se llama maléfica y no es satánica, como creeríamos, sino sólo es vieja y solitaria.
Para concluir esta columna, mis infantes lectores, debo mencionar que hay que leer a Perrault, pero también están Basile, los hermanos Grimm, Affanasiev en Rusia, así como más autores dedicados al entretenimiento infantil. Les dejo esta recomendación para que vayan en busca de estos libros, y que conozcan un poco más la famosa tradición.

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