Esteban Gómez Osorno falleció a los 103 años de edad.. Foto: Cortesía familia Gómez Guzmán

El primer pediatra de Celaya, Esteban Gómez Osorno, murió a los 103 años de edad. Fue un hombre que, en congruencia con su profesión de médico, llevó siempre una vida de virtud física y espiritual.

Nacido el 2 de septiembre de 1921 en Zacatlán, Puebla, llegó a Celaya en 1951 acompañado de su esposa y tres hijos.

En la década de los 50, la mayoría de los celayenses no conocía el término “pediatra”, entonces usado casi exclusivamente por académicos y expertos, lo que impidió que don Esteban iniciara con el pie derecho en el ámbito laboral.

“Llegué a Celaya en 1951, la encontré como una terminal de tren, había muy poca gente, creí que era ocasión para trabajar, puse mi rótulo ‘Esteban Gómez Pediatra’ y resulta que a través de las semanas no tenía consulta. Ese fue un problema grandísimo, porque yo llegué con mi esposa y con tres niños”, dijo Gómez Osorno hace tres años, en entrevista para AM.

Don Esteban emprendió una vida de servicio y entrega a la sociedad celayense. Foto: Cortesía familia Gómez Guzmán

Sin embargo, un amigo le sugirió utilizar un título más coloquial en su rótulo. Gómez aceptó el consejo y tuvo éxito.

“Puse el rótulo como ‘Esteban Gómez, Especialista en enfermedades de niños’ y entonces llegó la gente”, contó.

Desde entonces, emprendió una vida de servicio y entrega a la sociedad celayense, la cual hoy se encuentra de luto por su irreparable pérdida.

De don Esteban se recuerdan sus recomendaciones para conservar la salud, las cuales él mismo ponía en práctica, en congruencia con la máxima latina “médico, cúrate a ti mismo” (medice, cura te ipsum).

“Lo principal es cuidar la alimentación y dar gracias a Dios por la vida, decir la verdad, no mentir, perdonar, no tomar, no fumar, hacer deporte y estudiar”, aconsejaba, sobre todo a los jóvenes.

Esteban Gómez en su 50 aniversario de bodas. Foto: Cortesía familia Gómez Guzmán

A sus colegas les recomendaba tratar a los pacientes como a sí mismos y ser honrados al momento de cobrar consultas y tratamientos.

Además de resolver por las mañanas los crucigramas publicados en el periódico AM, su rutina diaria incluía la lectura de textos espirituales, como las obras de San Agustín o las cartas del apóstol San Pablo.

Familiares y amigos coinciden en una apreciación sobre este destacado celayense: siempre tuvo buena actitud y fue feliz.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *