Durante décadas, en los llanos del futbol piedadense ha sonado fuerte el grito: ¡Qué marcas “Puchula”!, una frase que hizo famoso al árbitro Ramón Rojas Velázquez y la cual, no sólo en La Piedad ha sido famosa.

El propio Ramón relató cómo nació ese grito que le tocó a él escuchar por primera vez en sus inicios como silbante, hace más de 5 décadas y todavía, hoy en día se sigue gritando en los campos, a lo mejor no para él, pero sí para árbitros que cada fin de semana salen a ganarse el pan de cada día.

Pero, ¿porqué le gritaban así?, Ramón Rojas reveló: “En los campos de futbol amateur, cada domingo que me tocaba ir a pitar se daba cita un indígena, de esos que llegan a las ciudades a vender algunos productos de su tierra.

“Entonces se paraba a un lado de los campos y cuando me tocaba pitar alguna falta en la cancha… se esuchaba un grito fuerte: ¡Qué marcas ‘Puchula’! dirigiéndose a mi persona”, expuso.

Era curioso, porque en lugar de que Ramón se molestara porque le gritaba así, “me daba mucha alegría que me reconociera cada que le tocaba verme pitar y así, poco a poco más gente se animó a llamarme con esa frase, de hecho así fue hasta que me retiré.

“La verdad, nunca le pregunté que quería decir… pero creo que no era algo muy bonito, pero me gustó”, dijo.

Pero ahi no paró la frase, ésta siguió tomando fuerza en los llanos, porque aun las nuevas generaciones la siguen escuchando y es que es común que a los silbantes de las ligas locales los identifiquen con ese mote, sobre todo cuando se considera que cometen un error en su desempeño.
“Es algo bonito ese recuerdo… bueno, hasta en Estados Unidos y en la CDMX cuando me tocó andar por esos rumbos, no me la van a creer pero también la pude escuchar y me preguntaba: ¡ah caray!, pues hasta dónde anda mi frase”.

PITANDO 54 AÑOS  EN LLANOS

Ramón Rojas Velázquez, “La Puchula”, nació el 21 de octubre de 1939; su infancia la vivió en su adorado barrio del Santuario, justo en la calle Ramón Corona; sus padres fueron los señores Natalia Velázquez y Jesús Rojas, quienes llegaron de comunidades cercanas a La Piedad para instalarse aquí.
“Fuimos varios hermanos hombres y a todos nos gustó el arbitraje, de hecho por ellos también me inspiré para dedicarme a esta profesión, bonita pero llena de responsabilidades”, reconoció.
Sus inicios como árbitro se dieron luego de que un día en los campos Cavadas (ubicados en Santa Ana), un domingo no había árbitro y en ese entonces, el joven Ramón Rojas, fue invitado para pitar un partido, se animó, gustó y a la semana siguiente lo volvieron a convocar y fue así como, poco a poco agarró experiencia.
Gracias al arbitraje y sus deseos de superarse, logró pitar a nivel profesional, recuerda que estuvo como juez central en partidos del Guadalajara, los entonces Tecolotes de la UAG, así como Atlante.
Durante su etapa como nazareno admiró a muchos de su época, pero uno en especial fue Archundia, así como a sus compañeros Miguel Vargas y Raúl “Boso” González, entre los más cercanos a él.
‘ME RETIRÉ A TIEMPO’
Fiel a su pasión por el arbitraje, Ramón reconoce que para ser árbitro se requieren de muchas cualidades y cuando éstas comienzan a fallar, es mejor decir adiós, situación que él mismo puso en práctica.
“Me sigue gustando esta profesión, admiro mucho a los árbitros por su valentía, pero cuando yo miraba que ya no tenía las facultades para seguir prácticándolo, mejor decidí, aunque me dolió, alejarme”, reveló en tono triste.

Hoy, a Ramón Rojas “La Puchula” sólo le queda una espina clavada y es que, aun siendo un gran icono del árbitraje piedadense nunca nadie se fijó en ese detalle y jamás recibió un homenaje, ni de autoridades ni del gremio deportivo.

“Uno da todo en la cancha de sí, igual o hasta más que un jugador, pero a veces eso no vale y pues sí nos fuimos dolidos que no hubo un homenaje para mi persona, pero así es este trabajo de sacrificado”, agregó.

De sus hermanos que fueron árbitros han sobresalido: Carlos, Alfonso, Raúl, Gustavo y Espiridión. Todos con mucha convición de lo que es pararse en la cancha e impartir justicia a 22 guerreros.

 

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