México sufrió de varios errores en el campo de juego, perdió las formas pero sobre todo perdió consistencia mental. México había demostrado, sobre todo ante los alemanes una gran determinación, equilibrio en la parte mental y emocional que le permitió afrontar el reto de medirse ante los campeones del mundo.
Algo que no pasó ante Suecia. Los de Juan Carlos Osorio cometieron errores en el campo de juego, errores de atención, posicionales, de concepto y ejecución, no porque hayan olvidado cómo jugaron, sino porque, al menos para mí, mentalmente no estuvieron a la altura de lo demostraron en los anteriores compromisos.

Existió una indefinición en el campo de juego sobre todo de medio campo para adelante, México perdió en lo mental y desencadenó en acciones puntuales que le dieron a los Suecos el control sí del marcador pero también del juego.
México calificó a octavos de final con un script impensable, nadie diría, antes de que comenzara la Copa del Mundo, que el grupo de la selección nacional tendría el desenlace que tuvo, dejando como último lugar al campeón del mundo. Tampoco nadie le aseguraba a México que en la siguiente fase enfrentaría a Brasil.
Celebración por la calificación, crítica por la indefinición ante Suecia. México está contento porque se mete a los octavos de final pero debe estar molesto porque llegó al tercer juego con las cartas credenciales para no perder ante los Suecos y de esa manera labrar un mejor futuro: librar a Brasil en octavos y medirse a Suiza. Si bien es cierto que en esas fases todo puede pasar y no garantiza el enfrentar a los helvéticos llegar al quinto partido, lo cierto es que en un escenario común siempre será menos complicado enfrentar a Suiza que a Brasil.

México tuvo para pagar un mejor escenario y no pudo con resolver de buena manera. Hoy el rival es Brasil, y antes de pensar en el triunfo México debe pensar en recuperar el manual con el que comenzó el mundial, no porque garantice el triunfo pero sí que los ponga en posición de competirle al pentacampeón del mundo.
