Estaciones antes de llegar al metro San Antonio y al interior de cada vagón, había unas cuantas playeras celestes caminando por los andenes, pero dos fuertes golpes de tambor alertaron a todos.

La Sangre Azul, barra de la Máquina Cementera, se reunía para llegar en grupo al coloso ubicado en la colonia Nápoles.
 

El encuentro contra Morelia fue la despedida del estadio Azul, que albergó por 22 años al equipo y dónde nunca pudo ganar un campeonato como local. El vecino de la Monumental Plaza de Toros, parece estar maldito.
 

Aunque ayer el optimismo inundaba las butacas del inmueble, no pasaba inadvertido el descontento de la afición por los recientes resultados que arrastra el equipo: una sola Liguilla en ocho torneos.
 

Este Clausura 2018 no será distinto, pues el encuentro de ayer y el de la próxima semana de visita en Veracruz solo servirán para sumar a la tabla y tratar de escalar posiciones para hacer más decoroso su desempeño.
 

Hoy se despide el estadio que tuvo más tragedias que victorias, donde se derramaron más lágrimas de tristeza que de victorias.

El Azul que parece arrastrar una maldición para dar paso a un monstruoso centro comercial que mandará al equipo a compartir hogar con el acérrimo y más odiado rival.
 

El primer gol en el estadio, como hogar de la Máquina, lo marcó el brasileño Luis Carlos de Olivera Pintado, el 10 de agosto de 1996; el último fue obra del ecuatoriano Ángel Mena.
 

Así se despidió Cruz Azul, con una victoria dos por cero pero sin pena ni gloria, para no volver nunca más a pisar ese césped.

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