William Ruiz Sánchez pasa sus días en el restaurante de su familia donde asa hamburguesas y le pone pepperoni y queso a los hot dogs fritos. Refrigeradores y mesas rojas proporcionadas por Coca-Cola muestran el logotipo de la empresa a cambio de la venta exclusiva de sus bebidas.

Aunque a veces la familia Ruiz come aquí, a menudo compran su cena en Domino’s Pizza o McDonald’s. Si quieren una botana, compran Doritos o Cheetos en Oxxo.

La carrera de la familia como vendedores de comida comenzó en los 60, cuando la abuela de Ruiz vendía tamales y comida casera con los productos de la granja familiar; esos mismos ingredientes alimentaron a sus hijos con caldos de verduras, frijoles, tortillas y huevos. La carne era un lujo.

Desde entonces, los Ruiz se han convertido en consumidores y participantes de la grave transformación del sistema alimentario de su país. Esta familia forma parte de los millones de mexicanos que padecen enfermedades relacionadas con la dieta. Se trata de un cambio radical que, según algunos nutriólogos, ha sido ocasionado por el libre comercio.

En la década de los ochenta, México comenzó a revocar los aranceles y permitir una mayor inversión extranjera con el fin de generar una transición hacia el libre comercio que culminó en 1994, cuando México, Estados Unidos y Canadá implementaron el Tratado de Libre Comercio. En México, los opositores al tratado advirtieron que el país perdería su independencia cultural y económica.
Sin embargo, pocos críticos predijeron que ese acuerdo terminaría por transformar la dieta y el ecosistema alimentario del país para parecerse cada vez más al de EU. En 1980, el 7% de los mexicanos era obeso, pero esa cifra se triplicó al 20.3% en 2016, según el Instituto de Evaluación y Mediciones de Salud de la Universidad de Washington. Ahora la diabetes es la principal causa de muerte en México; acaba con 20,000 vidas al año.

Para muchos mexicanos, el TLC prometía convertir en realidad “los delirios de unirse a la economía moderna”, dijo Timothy Wise, un experto en comercio del Small Planet Institute y la Universidad Tufts. “Todos los antiguos trabajadores rurales tendrían nuevos empleos en las industrias de manufactura burguesas posteriores al TLC. Pero eso no ha sucedido”.
“Lo único en lo que México se convirtió en un país del ‘primer mundo’ fue en términos de su dieta”, explicó Wise.
El fenómeno no se limita a México. Las investigaciones muestran que el libre comercio está entre los factores clave que han acelerado la propagación de alimentos bajos en nutrientes y muy procesados de Occidente, “impulsando la epidemia de obesidad en China, la India y otros países en desarrollo de todo el mundo”, según los resultados publicados por la Escuela de Salud Pública T. H. Chen de la Universidad de Harvard.
Sin embargo, Jaime Zabludovsky Kuper, el subjefe de negociación del pacto, dijo que el TLC no causó la obesidad. Explica que, al contrario, el tratado bajó los precios de la comida y alivió la desnutrición.

Zabludovsky Kuper dijo que desde hace mucho tiempo los mexicanos se habían sentido atraídos por la comida estadounidense pero los altos aranceles la encarecían. El experto asevera que ahora la economía es más estable y los mexicanos viven más años lo que, según él, en parte explica por qué la gente está falleciendo de enfermedades no contagiosas como diabetes y cardiopatías.
Las ventajas y los defectos más notorios del TLC se están escudriñando de manera profunda desde que el presidente de EU, Donald Trump, amenazó con desmantelarlo. Entre sus principales defensores se encuentran los intereses de la agricultura estadounidense y la venta minorista de alimentos, cuyas fortunas se han beneficiado del mercado abierto. Las exportaciones mexicanas a Estados Unidos se han disparado desarrollando una estructura económica más estable. La tasa de desempleo se ha mantenido constante pero los sueldos promedio han caído un poco desde 1994, de 15,500 a 15,300 dólares al año, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.

Además de reducir drásticamente los aranceles transfronterizos, el TLC permitió la entrada de miles de millones de dólares en inversión extranjera directa a México; alimentó el crecimiento de las tiendas de conveniencia y los restaurantes estadounidenses de comida rápida.

La inversión agrícola de Estados Unidos permitió la modernización de los métodos mexicanos de cultivo, pero también desplazó a dos millones de personas que cultivaban alimentos para su sustento y el de sus comunidades, según el Centro Woodrow Wilson.
Las principales cadenas de víveres y la mayoría de los negocios que venden comida en México cuentan con el respaldo de EU o son socios de empresas como Walmart, Subway y Pizza Hut. Oxxo, la cadena de tiendas de conveniencia, es propiedad de Femsa, el conglomerado de alimentos y bebidas asociado con Coca-Cola, que ha crecido a 16,000 tiendas en contraste con las 400 que existían en 1990.

La familia Ruiz tiene una historia común: migraron de las granjas familiares a las ciudades y adoptaron la nueva dieta al estilo estadounidense. Compran los insumos para su restaurante, incluyendo el queso, la mayonesa y la carne molida en Sam’s Club, el gigante minorista que es propiedad de Walmart.

William y su hermano mayor, Gabriel, tienen un sobrepeso peligroso: 124 y 136 kilos, respectivamente. La dieta de sus padres también ha cambiado: el año pasado su padre sufrió un infarto provocado por la hipertensión y su madre tiene diabetes.
En todo el mundo, los tratados comerciales han hecho que la comida sea más barata y accesible. Algo que se planteaba como una ventaja importante de la Organización Mundial del Comercio, fundada en 1995, era que haría más laxas las barreras al comercio para que la “comida fuera más barata”, aunque esos acuerdos también pueden tener un impacto negativo en la dieta.

El impacto del TLC ha sido más amplio. La inversión directa de EU en las empresas mexicanas de alimentos y bebidas se disparó a los 10.2 mil millones de dólares en 2012 en contraste con los 2.3 mil millones de dólares antes del TLC, y el vínculo entre ese crecimiento y el acuerdo comercial es indiscutible.
De la granja a la comida rápida
En una tarde reciente, la madre de Ruiz, Marcela Sánchez Espino, aprovechó un momento de calma en su restaurante Dogo Express. La mujer de 62 años recordó su infancia cuando sus padres cosechaban además de criar pichones y conejos, y la familia comía lo que producía.
Su esposo, Gabriel Ruiz Barbosa, de 60 años, también creció en una ranchería. Después de que asesinaron a su padre, campesino y apicultor, la madre de Ruiz se las arreglaba para sostenerlos vendiendo en la calle comida casera.
Ruiz estudió ingeniería agrícola y se imaginaba haciendo una carrera en el campo. Sin embargo, México se alejaba de su base de pequeñas granjas familiares.
Hasta mediados de la década de los ochenta, México había sido una economía proteccionista y aislada. La crisis económica a principios de esa década suscitó la discusión sobre el libre comercio para estabilizar a la nación, atraer la inversión extranjera e impulsar el crecimiento.
En 1986, México obtuvo su ingreso al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio —el tratado precursor de la Organización Mundial del Comercio— un pacto que reducía los aranceles y hacía más laxas las reglas sobre la propiedad extranjera de las empresas.
Para sus defensores, el TLC completaría la transición. “Se trató de un cambio de modelo económico”, dijo Kuper, el subjefe de negociación.
“Empezamos a buscar la ventaja de la proximidad geográfica con Estados Unidos”.
Las exportaciones mexicanas de frutas y verduras saludables a EU aumentaron; mientras que cantidades cada vez mayores de los ingredientes de los alimentos procesados fluían en dirección contraria.
El año pasado, más de la mitad de los productos agrícolas exportados de México a Estados Unidos fueron frutas, vegetales y jugos, mientras que estos alimentos representaron solo el 7% de lo que EU exportó a México, de acuerdo con el Departamento de Agricultura de Estados Unidos.
Las exportaciones estadounidenses a México han estado dominadas por la carne, la soya y el maíz.
Las prácticas agrícolas modernas y el capital estadounidense también se extendieron a México. La agricultura mexicana se hizo más eficiente, pero también contribuyó al desplazamiento de 4.8 millones de campesinos. Algunos encontraron empleos temporales en negocios agrícolas más grandes, pero dos millones de personas perdieron sus empleos.
Duncan Wood, director de Instituto México del Centro Woodrow Wilson, dijo que la reducción de los precios de los alimentos, junto con la economía estancada, han dejado a muchos mexicanos en una posición económica extraña, pueden comprar más comida procesada, pero no tienen dinero para comer de manera más saludable.
Así pasó con la familia Ruiz. De niño, William adoraba las comidas hechas en casa, a menudo a base de los caldos mexicanos. La familia casi nunca comía afuera.
Sin embargo, cuando tenía 11 años, la familia se mudó a Villahermosa, donde abundan los lugares que ofrecen comida rápida estadounidense. Los Ruiz se convirtieron en clientes ávidos de Domino’s y Burger King; McDonald’s era su favorito.
William disfruta el recuerdo de su primera Cajita Feliz: las crujientes papas fritas, los nuggets de pollo. “Era como tener algo del primer mundo en tu rancho alejado de la civilización”, dijo. “Era hermoso”.
Atraída por la economía turística de San Cristóbal, la familia se mudó en 2012 y el año pasado abrió Dogo Express.
Sus hijos comenzaron a engordar mucho en los últimos años de su adolescencia pero Gabriel Ruiz Barbosa no se sentía preocupado.
“Estábamos en una buena posición económica, así que podíamos comprarles alimentos ricos en proteínas. Que estén un poquito gordos significa que están bien alimentados’”.
El ascenso de las cadenas
Un domingo reciente, los hermanos fueron a Sam’s Club para comprar los suministros del restaurante. Les gusta el interior enorme y la extensa área de carnes, con la carne de res marmoleada que es más barata que los fibrosos cortes que venden los carniceros locales.
No son los únicos. En 2015, los mexicanos compraron en promedio 1928 calorías de comida empaquetada y bebidas al día —380 calorías más que en Estados Unidos—, más que las personas de cualquier otro país monitoreado por Euromonitor International, una agencia de estudios de mercado.
Aunque las causas de la obesidad son complejas —e incluyen la genética, cambios en el estilo de vida y otros factores—, muchos estudios han asociado el aumento de peso con el consumo de alimentos procesados con un alto contenido de sal, azúcar y grasa.
En 1991, mientras los negociadores afinaban los detalles del TLC, Walmart hizo su primera inversión extranjera asociándose con el principal minorista de México, Cifra.
En 1997, Walmart pagó 1.2 mil millones de dólares por el control mayoritario de Cifra. Hoy en día Walmart es el minorista de alimentos más grande de México.
Oxxo ocupa el segundo lugar de participación en el mercado de víveres. También es la cadena de tiendas de conveniencia más grande, con un 75% de participación en el mercado, según Euromonitor.
Aunque Oxxo es propiedad de Femsa, una empresa mexicana, ha disfrutado de una importante inversión externa. En 1993 Coca-Cola compró un tercio de la unidad de refrescos de Femsa por 195 millones de dólares, no mucho después de que PepsiCo había anunciado que gastaría 635 millones de dólares para expandirse en México. Luego, en 1994, la cervecera canadiense Labatt invirtió 510 millones de dólares en el negocio de la cerveza de Femsa. El dinero le permitió a Femsa reducir su deuda y así la ayudó a crecer.
“El dinero fluyó hacia el sur. Es una de las razones por las que el crecimiento de estos alimentos ha sido tan rápido en estos países”, dijo Corinna Hawkes, directora del Centro de Política Alimentaria de la Universidad de Londres y experta en políticas comerciales y nutrición. “Oxxo es exactamente el tipo de fenómeno al que nos referimos”.
Javier Astaburuaga, director de Finanzas de Femsa durante once años, minimizó el papel del libre comercio en el aumento de la obesidad, señalando que los malos hábitos alimenticios ya estaban propagándose antes del TLC. Atribuyó el crecimiento de Oxxo a su estrategia corporativa, no al libre comercio.
De manera retorcida, el fideicomiso que maneja el dinero de la Fundación Bill y Melinda Gates, una de las mayores organizaciones filantrópicas dedicadas a la salud pública, es el principal inversionista externo de Coca-Cola Femsa que es la mayor embotelladora de Coca Cola fuera de Estados Unidos. Los críticos dicen que esa inversión —con un valor aproximado de 470 millones de dólares— contradice a la declaración de la misión de la fundación, que es “ayudar a que todas las personas tengan vidas saludables y productivas”.
En 2012, Hawkes fue coautora de un trabajo sobre el impacto del libre comercio en la dieta mexicana. El estudio, titulado Exporting Obesity, reveló que el incremento de la inversión de empresas estadounidenses había hecho más accesibles los refrescos y la comida procesada para el mexicano promedio.
Concluyó que, como mínimo, el TLC había acelerado la transición de la dieta y el aumento de la obesidad en México. El impacto es una variación de lo que temían los insurgentes zapatistas que irrumpieron en San Cristóbal el día del Año Nuevo de 1994 cuando entró en vigor oficialmente el TLC, quemando cuarteles militares y ocupando edificios gubernamentales.
“Dijeron que sería malo”, dijo Juan González Hernández, de 64 años, líder comunitario de San Juan Chamula, una comunidad campesina cercana a San Cristóbal, “pero no les creímos”.
Estos días, dijo, hay diabetes en la mayoría de los hogares y los lugareños parecen más locos por los alimentos procesados y los refrescos que por las frutas y verduras.
“Los alimentos y productos estadounidenses dominan nuestras vidas”, dijo González, quien también es diabético. “Todos están tristes por los cambios pero seguimos yendo a Sam’s Club y McDonald’s”.
La familia Ruiz tiene sentimientos encontrados respecto al libre comercio. Su relativa prosperidad se fundamenta en vender comida estadounidense por lo que esa dieta es tanto su sustento como su maldición.
