Los dinosaurios reinaron durante más de 160 millones de años, pero su dinastía terminó en forma de cataclismo hace 66 millones de años, cuando un asteroide se estrelló en la península de Yucatán, México, en un sitio conocido como el cráter Chicxulub y abrió el camino para que los mamíferos, y con el tiempo, los humanos, heredaran la Tierra.
Sin embargo, según algunos científicos, si el impacto extraterrestre hubiera ocurrido en cualquier otro lugar, como en el océano o al interior de otros continentes, sería posible que los dinosaurios hubieran podido sobrevivir. De acuerdo con un estudio publicado el 9 de noviembre en la revista Scientific Reports, sólo el 13 por ciento de la superficie de la Tierra albergaba los componentes necesarios para que la colisión cósmica se convirtiera en este suceso específico de extinción masiva.
“Creo que los dinosaurios podrían seguir vivos” si el asteroide hubiera impactado en cualquier otro lugar, comentó en un correo electrónico Kunio Kaiho, paleontólogo de la Universidad de Tohoku en Japón y autor principal del estudio.

Otros investigadores cuestionaron sus descubrimientos.
El estudio afirma que cuando el asteroide, con un diámetro de aproximadamente nueve kilómetros, cayó en la costa de México, se estrelló contra una fuente rica en azufre e hidrocarburos ubicados en roca sedimentaria. Las temperaturas abrasadoras en el cráter creado por el impacto posiblemente hicieron estallar ese combustible, lo que debió arrojar hollín y sulfuro a la estratósfera en cantidades suficientes para bloquear el sol y cambiar el clima, lo que propició el colapso de ecosistemas completos y la extinción de tres cuartas partes de todas las especies sobre la Tierra.
La cantidad de carbón negro, u hollín, que fue expulsado de las rocas a la atmósfera superior por el impacto en Chicxulub, según los investigadores, alcanzó los 350 teragramos. Es un volumen equivalente al de llenar aproximadamente 150 estadios de beisbol techados. A su vez, dice el estudio, eso causó el enfriamiento de la superficie terrestre al disminuir la temperatura entre 10 y 16 grados Celsius.
No todos los lugares del planeta tienen la misma cantidad de reservas de combustible fósil y sulfuro atrapada bajo su superficie, por lo que la investigación postula que si el meteorito hubiera impactado en lugares con menos hidrocarburos, se habría expulsado menos hollín al cielo y el efecto de enfriamiento en el planeta habría sido mucho menor. Fue que Kaiho entonces se dispuso a identificar las zonas dentro del mercado de bienes raíces de la era mesozoica que más probablemente hubieran propiciado una extinción masiva.
Así que realizó un mapa de cómo se veía el mundo hace 66 millones de años y también utilizó mediciones actuales de rocas y compuestos orgánicos para calcular la distribución global de los hidrocarburos en aquella época.
El coautor de Kaiho, Naga Oshima, investigador sénior en el Instituto de Investigación Meteorológica de Japón, creó un prototipo que simulaba los impactos de un asteroide que expulsaban distintas cantidades de hollín atrapado de las rocas. En el modelo, únicamente las zonas con las mayores cantidades de hidrocarburos expulsaban suficiente hollín a la estratósfera como para enfriar el clima hasta niveles catastróficos.
El 87 por ciento de la superficie terrestre –en lugares como lo que ahora son India, China, la Amazonía o África– no habría tenido suficientes concentraciones de hidrocarburos para marcar el destino de los dinosaurios. Pero si el asteroide hubiera golpeado costas marinas llenas de algas, entre las que habrían estado Siberia, Medio Oriente y la costa este de Estados Unidos y Canadá de la actualidad, el choque habría sido casi tan devastador para los dinosaurios y la vida en la Tierra como el impacto en Chicxulub.
No obstante, científicos no involucrados en el estudio criticaron la investigación base.
“Creo que la idea de que la ubicación es muy importante para un impacto es absolutamente correcta”, señaló Sean P. S. Gulick, geofísico marino de la Universidad de Texas en Austin, pero cuestionó las aseveraciones de los autores respecto al origen del hollín y la forma en que afectó el clima.
Los científicos están de acuerdo con que el planeta fue cubierto de hollín después del impacto, pero difieren sobre cómo llegó ahí. Gulick comentó que es probable que el impacto del asteroide haya proyectado pedazos ardientes hacia el cielo, que luego llovieron de vuelta a la tierra y ocasionaron tormentas de fuego en todo el mundo durante las horas posteriores al impacto. Sostiene que los fuegos forestales, y no los combustibles fósiles quemándose en el lugar del impacto, fueron responsables de la expulsión de grandes cantidades de carbono negro hacia la estratósfera.
Además, Gulick dijo que en un trabajo anterior suyo, para el que perforó el cráter de Chicxulub, se demostró que había pequeñas cantidades de hidrocarburos al momento del impacto.
Natalia Artemieva, científica del Instituto de Ciencias Planetarias de Tucson, agregó que el hollín tuvo un papel secundario en el enfriamiento global posterior al impacto del asteroide, a diferencia de otros materiales.
Kaiho respondió a las críticas al explicar que su análisis previo del hollín demostró que había ardido a temperaturas mucho más altas que las que se registran en el hollín que dejan los incendios forestales y que era muy probable que ese carbono negro proviniera de la misma fuente, que afirmó, se trataría de las rocas sedimentarias del lugar del impacto del asteroide en Yucatán.
Salieron mamíferos de las sombras tras cataclismo
Cuando los dinosaurios no están, los mamíferos hacen fiesta.Ésa es la idea principal de la hipótesis del “cuello de botella nocturno”, un concepto que se propuso en 1942 y que indicaba que los mamíferos podían haber sobrevivido en un mundo dominado por los dinosaurios si los evitaban de día y salían por la noche.
Los especialistas en mamíferos han pensado durante mucho tiempo que el antepasado más remoto de todos los mamíferos era nocturno y ahora un nuevo estudio postula una probable fecha para aquel momento en el que las criaturas dejaron de ocultarse y comenzaron a atreverse a salir a la luz del día.
Los investigadores descubrieron que los primeros mamíferos que estuvieron activos tanto de día como de noche aparecieron hace aproximadamente 65.8 millones de años, sólo 200,000 años después del evento de extinción que originó la desaparición de la mayoría de los dinosaurios. Es muy probable que fueran los antepasados de animales ungulados, como el ganado de la actualidad o llamas e hipopótamos, o ballenas y delfines.
“En una medición del tiempo evolutiva, 200,000 años no son nada. Es casi inmediatamente”, comentó Roi Maor, estudiante de doctorado de la Universidad de Tel Aviv en Israel y del Colegio Universitario de Londres, y autor principal del ensayo publicado en la revista Nature Ecology & Evolution.
También descubrieron que los primeros mamíferos que eran evidentemente diurnos, o que sólo estaban activos durante el día, aparecieron hace unos 52.4 millones de años, unos 13 millones de años después de la extinción de los dinosaurios. Entre estos mamíferos se encontraban los primeros monos y simios.
Maor advirtió que el estudio no demostraba una causa, sino una correlación entre la extinción de los dinosaurios no avianos y la transformación de los mamíferos en criaturas diurnas. El descubrimiento contribuye a sustentar la hipótesis, de 75 años de antigüedad, que describe la forma en que nuestros antepasados heredaron el día tras la desaparición de los dinosaurios.
Mediante un programa computacional, Maor y sus colegas incorporaron información conductual de 2415 especies de mamíferos que distinguía si las especies eran nocturnas, diurnas o catemerales (activos de día o de noche). El análisis evaluó información de los ancestros que mostraba la cercana relación de las especies entre sí.
“Digamos que es como un atlas. Mostramos todas las especies vivas de la actualidad y cada uno de sus antepasados está en un mapa con el camino evolutivo”, dijo. “El algoritmo nos dijo si sus ancestros eran diurnos o nocturnos”.
Se muestran los patrones de conducta de antepasados que se remontan hasta hace 166 millones de años, durante la era Mesozoica, y se señala un cambio de actividad de nocturna a diurna entre algunos ancestros mamíferos luego de unos 66 millones de años, cuando ocurrió el cataclismo.
Los datos recopilados incluyen al 91 por ciento de todas las familias de mamíferos. Alrededor de un 60 por ciento era nocturno, como el murciélago hematófagos, el zorro del desierto y el erizo de cuatro dedos; mientras que 26 por ciento era diurno, como la ardilla gris, las jirafas. Gran parte del resto se caracterizaba por ser catemeral, como el topo de nariz estrellada, el conejo europeo y la rata almizclera.
Lars Schmitz, biólogo evolutivo de Claremont Colleges en California y quien no participó en el estudio, dijo sentirse emocionado de ver un estudio comparativo de tal magnitud y de que este haya descubierto cuándo salieron los mamíferos a la luz del día, lo cual sustenta la hipótesis del “cuello de botella nocturno”.
Pero también señaló que el estudio tiene una limitante: sólo incluye especies vivas y excluye las extintas. Si no se conoce su conducta, los investigadores podrían pasar por alto información importante acerca del momento en el que los mamíferos comenzaron a aprovechar el día.
