Llovizna en el mediodía del Istmo. El soldado Cisneros se despega de la barriga una libreta de hojas húmedas y anota un nombre. “Lizbeth Cabrera”. Ése es el único registro de que esta mujer de playera a rayas y falda pinta, que vive al fondo de la calle sin nombre de Ixtaltepec, recibió una despensa.
“Inventamos un método para no entregar ayuda doble”, dice el líder del grupo, el sargento Román.
Los dos militares están por subirse a un vehículo Hummer cuando el señor Antonio llega a pedir su despensa.
“Si están dando, que sea parejo compa”, comenta.
Los soldados le replican que el apoyo es para la gente que tiene la casa cuarteada o donde haya una mujer con un niño.
“Hay mucha gente”, insiste el sargento Román. “Ahorita, por decir, hay mucha gente se me amontonó, que no les quiero dar. Pero entiendan: ya se va vaciando el carro y nos falta toda esta colonia”.
“El aeropuerto está lleno de víveres y no ha llegado por acá”, se queja el señor Antonio cuando los soldados ya han dado media vuelta.
Las unidades del Ejército salieron desde las ocho de la mañana de la base aérea de Ixtaltepec. Entre el tráfico de unidades en la pista, al convoy se le ordenó llevar 100 colchonetas, 100 despensas, 400 litros de agua y 400 de leche, pero de ésta sólo alcanzó para 120. Al final, de todo hizo falta.
El Hummer cargado circula entre las casas derruidas, pasa por el río que viene de Juchitán, a cuyos costados van a parar los escombros. La gente sale a ver cómo no se detienen porque no hay grietas o porque desde la calle no se ven.
Que se asomen tras la puerta, reclama la señora Celia Mendoza. “Sólo me quedó la pared”.
En otra calle, muy lejos de donde pasó el Hummer, un hombre que no quiere dar su nombre muestra su casa. Dos pisos, el primero sobre el toldo de una camioneta. Comenta que la única ayuda que ha recibido es de la sociedad civil y que para él así está bien.
“Porque viene el Ejército y demuele todo. Ni siquiera podemos sacar las cosas. Es como si después del sismo viniera otro sismo”.
El hombre cavila y cavila. Si la sociedad civil es la que está dando la cara, ¿por qué la sociedad civil no se hace gobierno?
Finalmente, cien personas reciben su despensa. Las despensas son momentáneas, piensa el comerciante Ariel Ramos Blas mientras le sopla a tres pollos en un asador que colocó en la calle.
“Mi negocio estaba en la calle principal, pero se cayó la casa y lo único que saqué fue le asador”, cuenta. Son las dos de la tarde y sólo ha vendido un pollo. “Si no se vende, nos comemos lo que queda”.
La distribución de despensas ayuda a algunas personas, pero agrava la situación de los comerciantes que sufren para surtir sus negocios.
Como las barras de concreto del puente se separaron unos 20 centímetros y se corrieron medio metro hacia los costados, el camión que le surtía de pollos a Ariel Ramos ya no pasa, por lo que tiene que contratar por 100 pesos a un taxi para ir a Juchitán. Pero ahora dice que sólo vende un 10 por ciento.
“Todos andan ayudando a la gente, reciben gratis las despensas ¿quien se va a preocupar en comprarse un pollo?”. Él mismo dice que a veces no sabe si seguir soplándole a los pollos o irse a levantar la casa.
En Juchitán está igual. Las calles del centro están llenas de negocios cerrados. En una tienda de préstamos colgaron un anuncio de que todos los pagos quedan congelados hasta nuevo aviso. El restaurante La Inter, que antes cerraba a las once de la noche, ahora cierra a las seis.
Y el desabasto aumenta. El principal mercado de Juchitán está cerrado. El mercado “2 de Noviembre” sufre de abasto, asegura el señor Armando Calvo detrás del mostrador de una tienda de abarrotes. “Jodido, jodido, todo. No hay ventas. Ahorita se está acabando lo que hay nada más”, sostiene.
En la mañana fue al mercado y de siete camiones sólo entraron dos. Y todos venden caro porque están yendo hasta Puebla a surtirse. De dos cajas de zanahoria que compra, sólo agarró cinco kilos.
“Va a estar duro. Lo que va a pasar aquí es que va a haber mucho vanderismo (sic)”.
Luego, como se va la luz muy seguido, los negocios del centro no compran mucha carne por temor de que se eche a perder. La noche de este jueves se fue tres veces la energía en menos de una hora. El señor Armando Calvo piensa madrugar para ir a surtirse a las tres de la mañana.
