Hoy hace 100 años, el primer jefe Venustiano Carranza y el general Álvaro Obregón recorrían las calles de Celaya en medio de una gran celebración por el triunfo del Ejército Constitucionalista en la Revolución.
Ambos estuvieron en la ciudad dos días, en los que conocieron sus calles y monumentos, y fueron aclamados por los celayenses en medio de un festejo que se prolongó hasta su partida.
La ciudad merecía la visita de tan importantes personalidades de la época, debido a que -como el propio Carranza lo dijo en su discurso- la batalla que se libró en Celaya fue “el principio del triunfo”; así lo consigna la recopilación histórica documentada por Estefanía Juárez Herrrera, encargada del área de Investigación del Museo de Celaya, Historia Regional.
La historiadora explicó que en enero de 1916, después de enfrentarse a lo largo de 1915 en batallas contra la reacción, Venustiano Carranza, organizó una gira por diferentes estados que empezaría en el puerto de Veracruz, pasando por el norte y centro del país. Al llegar a Querétaro, estableció ahí la capital provisional de la República, desde donde decidió viajar para conocer Celaya.
Carranza, Obregón y una comitiva de funcionarios nacionales, llegaron a bordo de un tren el 15 de enero de 1916, aproximadamente a la 1:30 de la tarde.
Para recibirlos -relató Estefanía Juárez- se hizo una valla de honor formada por las fuerzas de guarnición, además de tres arcos que habían levantado distintos sectores: agrícola, industrial y comercial.
Los visitantes llegaron al Centro Histórico donde subieron a un balcón. Luego se realizó un desfile donde participaron tropas, empleados públicos, vecinos, obreros y niños de las escuelas.
Después asistieron a un banquete ofrecido en la propiedad de José Villanueva, en la actual calle de Manuel Doblado. Luego se dirigieron al Centro par admirar los edificios y monumentos de la ciudad, los cuales halagaron mucho, sobre todo los construidos por Francisco Eduardo Tresguerras.
“Finalmente terminaron su recorrido con un paseo por la Alameda para dirigirse al ahora inexiste Teatro Cortazar, donde celebraron una tertulia literaria-musical que organizó la comisión de festejos como un espectáculo abierto en general para la población celayense”, expresó Estefanía Juárez.
Esa noche, la comitiva descansó en su tren y al día siguiente, el 16 de enero, desde muy temprano, recorrieron a caballo los lugares que fungieron como escenario durante las batallas de abril de 1915, en las que el bando constitucionalista resultó victorioso.
Al medio día aproximadamente, en la fábrica destiladora de alcoholes La Internacional, que aún mostraba los estragos de la guerra, colocaron la primera piedra de un monumento que se había proyectado levantar ahí por haber sido el punto central de la lucha.
Ahí mismo celebraron un banquete donde una comisión de señoritas celayenses, presididas por Esperanza Alatorre, colocó en el pecho del general Álvaro Obregón una medalla de oro a nombre de los ciudadanos celayenses fabricada por el orfebre de la ciudad, Braulio Orozco.
“Tenía la siguiente inscripción: La ciudad de Celaya, a su invicto libertador, el Gral. Don Álvaro Obregón. Abril 7 y 15 de 1915. Mientras que el reverso mostraba la fecha en la que la medalla había sido impuesta: Enero 16 de 1916”, explicó la historiadora.
En la comida, el entonces gobernador del Estado, doctor Siurob y Manuel M. Concha dieron algunas palabras, y Gildardo Murillo, mejor conocido como doctor Atl, cantó el Himno Nacional. Luego Venustiano Carranza dio un breve discurso donde expuso sus intenciones políticas hacia la República.
“Los festejos culminaron por la noche con un gran baile organizado por Ignacio Velasco, Enrique Lira, y algunos otros vecinos de la ciudad. El ánimo en la celebración no decayó, el baile duró casi toda la noche, y poco antes de retirarse, los visitantes agradecieron todas las atenciones que les brindaron los habitantes de la ciudad de Celaya, en la que ambos llegaron a tener amigos a los que les brindaron mucho afecto y visitaron constantemente.
“Finalmente, a las 6 de la mañana, el tren especial del Primer Jefe salió de la ciudad entre aclamaciones de la gente que se congregó para despedirlo”, finalizó Estefanía Juárez.
Celaya, el principio del triunfo: Carranza
A continuación un extracto del discurso pronunciado por Venustiano Carranza el 16 de enero de 1916:
“Señores, empezaré por manifestar a Uds. mi agradecimiento por las atenciones con que hemos sido recibidos en Celaya y por el obsequio que se nos hace con este banquete. Era para mí un deseo estar en esta ya histórica ciudad, y mucho más acompañado del señor General Obregón, que libró aquí la primera gran batalla y al parte de la cual le contesté: La reacción está vencida.
“Esta revolución no tendrá sólo la significación que tiene para nosotros, por el restablecimiento del orden constitucional y de la paz, como otras veces lo he expresado, porque no se limitará al territorio nacional; no con armas, que nosotros no tenemos para invadir y que tampoco no invadiríamos a nadie porque tenemos como principio la justicia y el respeto para todos. Saldrá fuera de nuestros límites, porque son nuestras ideas los principios de justicia, de humanidad y de civilización que deben triunfar. Aun cuando no sea nuestra Patria la más adelantada, lo será en las ideas, que muy pronto han empezado a germinar ya en toda la América Latina y que irán extendiéndose poco a poco en todo el universo. […]Por esto Celaya no sólo tendrá la significación que da una gran batalla ganada en sus campos.
“Todos los que conozcan o lean la historia de nuestra revolución, al oír el nombre de Celaya, recordarán los principios del triunfo de nuestra causa y el aseguramiento de la paz, porque esta batalla primera celebrada aquí, fue el principio del triunfo, cualesquiera que hubieran sido los obstáculos que se hubieran presentado después. […]
“Pero, como decía antes, no es nuestra causa sólo la de la República Mexicana; es la causa de la América Latina y es la causa universal; si la paz es un bien para todas las naciones, es, como lo acaba de expresar el C. Lic. Concha; y es la aspiración única de todos los pueblos; no ha existido en la tierra, porque ha faltado la justicia dentro de las naciones y fuera, en los principios internacionales que las han regido
(…) “Espero que muy pronto estas ideas, que apenas esbozadas manifiesto aquí, se extenderán más y dejo yo a los intelectuales, que sabrán interpretarlas, el trabajo que no me corresponde. Como Jefe de la Nación, me corresponde cimentar la paz y yo quiero que esta paz esté cimentada en la justicia, en la equidad y en el respeto que exigiré a las naciones extranjeras, cualesquiera que sea nuestra situación política, como en épocas muy recientes de lucha, en que se creía que estábamos en un caos, o sea que nosotros llevemos a nuestra Patria al engrandecimiento, al que todos colaboramos para que merezcamos el respeto de todas las naciones de la tierra.
