De la dinastía de los Ramírez , en los años 80’s surgió un joven espigado que jugó para la zaga central del Conchos, equipo del barrio La Purísima con el que conquistó varios campeonatos en la Liga Piedadense.
Con el tiempo, el joven J. Rosario Ramírez, el “Chayo”, fue invitado para formar parte de las escuadras profesionales de este municipio de Tercera y Segunda División.
Toda su niñez y juventud se la dedicó al equipo de su barrio, Conchos, con el que jugó también en categorías infantiles gracias al impulso de sus hermanos y su padre, el señor Maximino Ramírez, tablajero.
“Pues la verdad…mi niñez era, entre trabajo en la carnicería y en el futbol con los amigos en la calle; ahí comencé a tomarle interés a este bonito deporte ”, recordó con alegría en sus ojos Rosario Ramírez.
Agregó: “Todos los días, cuando terminábamos de trabajar en el negocio de mi papá, mis hermanos y yo nos íbamos a la calle a jugar, a echarnos una cascarita; siempre buscamos divertirnos jugando este deporte”.
Y era más interesante, cuando los papás de los Ramírez iban a verlos jugar ya integrados al Club la Concepción del barrio de La Purísima, era doble la satisfacción para “Chayo” ver que toda la familia se divertía, viendo buenos partidos y más echándonos porras.
Sueños efímeros
Cuando Rosario Ramírez Parra tenía 16 años , su hermano Humberto “El Rábano” Ramírez, jugador del equipo La Piedad de Segunda División lo invitó a jugar en uno de los entrenamientos.
“Me acuerdo que me dijo -vamos al inter escuadras, es que no se completa el cuadro para entrenar y el profe Nacho Martínez, me pidió que llevara unos chavos-. Así que como a mí me gustaba el futbol, me llevó”, reveló el ex jugador.
Después de acudir a ese entrenamiento, ‘Chayo’ llamó la atención y de a poco se fue ganando un puesto en el equipo. Incluso, al entrenador Martínez le agradó su presencia dentro de la cancha y lo lo integró para la siguiente campaña, aunque en la Tercera División.
Sin embargo, su futuro inmediato sería uno gitano recorriendo de forma nómada equipos que se creaban y desaparecían a los pocos meses.
“En esos años nació el equipo Mastines Negros de La Piedad, escuadra de Tercera pero que también era propiedad del Presidente de Reboceros, Pepe Ibarra, quien manejó un buen grupo dirigido por Juan Manuel Gena Ríos”, relató.
Sin embargo, el plantel así como nació, desapareció. Al año siguiente ya no tuvo continuidad y todos esos jugadores de La Piedad fueron prestados a los Libertadores de Pénjamo, que también jugaban en Tercera División.
“Me acuerdo que en la lista íbamos Rigo Rodríguez, mi tocayo Rigo Arellano, Ramón “Cuba” Torres, Miguel Ángel Guardado y otros de la colonia Morelos, entre ellos Arturo Magaña. Todos con la ilusión de seguir jugando al futbol profesional”, agregó Chayo.
Pero como en un cuento kafkiano, el sueño duró poco pues también el equipo de Libertadores se evaporó en un año. Los jóvenes de La Piedad no perdían las ilusiones de poder continuar su sueño de ser futbolista. Otra oportunidad llevaría a los de Michoacán a la ciudad de Ayotlán, en el estado de Jalisco.
Ya en tierras tapatías, J. Rosario Ramírez y sus compañeros de equipo se integraron a la Furia Azul del Ayense en Tercera División. Allí lograron una gran hazaña de inspiración piedadense en sus primeros años de historia, pues incluso alcanzaron el campeonato en Segunda División B.
“Fue en ese equipo donde conocí a un gran compañero, también originario de La Piedad, Enrique Medina con el que defendimos juntos la zaga del Ayense, incluso jugando una promoción contra el Pachuca por el ascenso a Primera Nacional”, recordó con orgullo.
Durante el paso de Rosario Ramírez por el Ayotlán, la Federación Mexicana de Futbol implementó una promoción en el que el equipo campeón de Segunda B, enfrentó a los mejores de la Segunda Nacional, entre ellos los Tuzos del Pachuca.
“Pero nos tocó perder, eran los inicios de los noventa cuando eso sucedió, fue una grata experiencia para nosotros como jóvenes y al final fue también la despedida de ese equipo”, narró en tono melancólico Rosario Ramírez.
El regreso a La Piedad;
el descenso
Cuando regresó al equipo de La Piedad, al inicio la noticia fue una agradable para ‘Chayo’ porque habías acumulado más experiencia con la que quería defender los colores del local. Sin embargo, el nuevo director técnico tenía otros planes.
“Nos tocó regresar en el torneo que llegó Héctor Pulido a dirigir a Reboceros en Segunda Nacional. El profe venía de México, del Cruz Azul y trajo muchos jugadores de su confianza por lo que terminó parte de mi carrera y de otros compañeros”, confesó.
Los números para el equipo Rebocero que fuera reforzado con jugadores de fuera, distaron mucho de ser buenos, pues se descendieron a Segunda B. Este representaba el segundo descenso de La Piedad hacia una rama más abajo en el balompié profesional.
Entre los piedadenses aún queda la espina clavada. Muchos afirman que si el equipo hubiera sido representado por la base aquellos que desfilaron en Mastines Negros, Pénjamo y Ayense, hubieran salvado la nave auriazul. Esta fase se recuerda como una de las páginas negras del balompié local.
Después de eso y con poca ilusión, “Chayo” optó por alejarse del futbol profesional. Se dedicó en parte a su trabajo y a la familia que acaba de iniciar, aunque todavía jugaba para el sector amateur en el Torneo de los Soles en Manuel Doblado.
“Pues mi retiro del futbol fue muy pronto, que puedo decir a los 25 años decidí ya no probar suerte en otros equipos, pero no me arrepiento”, agregó.
En su etapa como futbolista, recuerda que “en realidad no sé si hubiera destacado en otros niveles, pero sí hubo por ahí algunos acercamientos que me comentaron, uno de ellos el profesor Heriberto ‘Bolillo’ Flores.
“Jugando para el Ayense, me dijo una vez que estaban preguntando por mi gente del Tapatío de Segunda División y que incluso vinieron a La Piedad a buscarme, más nunca se concretó nada”, dijo.
“Yo sí me ilusioné cuando hubo ese rumor porque Tapatío era parte de las Chivas del Guadalajara, entonces podrían haber tenido la oportunidad de destacar”, insistió.
Cuenta hazaña a sus hijas
Lo que el balompié le dejó a Rosario Ramírez son gratos recuerdos: “Dinero no, pero eso si muchos recuerdos bonitos que hoy comparto con mi esposa e hijas. Una de ellas, Paulina, jugó ya para Reboceras Femenil.
“En ocasiones nos ponemos hablar de mis tiempos como jugador profesional y nos entendemos muy bien, suelo darle consejos sobre todo de marcación para que haga las cosas bien en el terreno de juego”, emocionado recuerda esa parte.
Pero también a veces lo invaden los momentos de nostalgia por ya no seguir en el ambiente del balompié. Como cuando hace unos meses el estadio Juan N. López cumplió 20 años de historia, donde se reunieron varios ex jugadores en el festejo.
“Me encontré en ese evento a Enrique Medina, mi gran amigo de viajes y juegos en el Ayense, también jugó para Reboceros y ese momento también lo compartí con mis hijas para dejarles un mensaje ”, expresó.
La familia, su gran apoyo
“Creo que hoy puedo agradecerle mucho a mi esposa y a mis hijas su apoyo para que yo pudiera cada fin de semana defender los colores de Reboceros y de los otros equipos a los que pertenecí, porque siempre me dieron su respaldo”, dijo.
“Uno como futbolista viajó mucho, conocí muchos lugares. Pero si no fuera por la familia no sé si hubiera sido igual”, admite.
A la afición, ‘Chayo’ también le dedicó unas palabras. “También a ellos les diría gracias, porque cada 15 días ahí estaban en el estadio apoyando a Reboceros”.
El gol que recuerda
“Hice pocos goles, eso es cierto, pero los que me tocó hacer son inolvidables. Hubo uno en Tercera División que aún tengo presente. Fue en un partido ante el Ayense, yo jugando para Libertadores.
“Fue un centro a segundo poste, pero que sobre el manchón de penal, Rigo Rodríguez peinó hacia atrás para que yo llegara y rematara de cabeza para hacer el gol con el que Pénjamo se calificó a una Liguilla de Tercera División que en ese entonces era importante”, hizo memoria con rostro alegre.
El gol tuvo mayor jerarquía ya que se lo hizo al que en ese entonces era uno de los mejores porteros de la zona occidente, Salvador Joya, que luego fue compañero de Chayo Ramírez con el Ayense en Segunda B.
