Con una mirada perdida y clavada en la nada, recordó la tragedia que vivió hace 42 años en su natal Irapuato, la inundación que se llevó todo y golpeó a esta gran ciudad en crecimiento.
Xavier Martín Ruiz, cronista de la ciudad y testigo de aquel azote que destrozo a esta ciudad, revivió esos momentos y su primeras palabras fueron: “Aquel verano amaneció nublado y duro todo el día nublado, de ahí en adelante empezó a llover y no paro, había veces que llovía todo el día y toda la noche, todo esto provocó que partir de esa fecha se llenaron las presas”.
Las lluvias iniciaron desde el 21 de julio hasta el 18 de agosto, según comenta Xavier, al recordar el motivo de la catástrofe.
La primera presa que se llenó fue la que esta ubicada en Santa Ana del Conde, la primera en reventar, después el agua llegó a la presa de la Sardina, la capacidad de estas presas no era mucha. así que no pudieron contener la inmensa cantidad de agua.
La siguiente en recibir el agua fue la presa de la Sandia despúes La Llave y terminó en la presa de El Conejo en la comunidad de Arandas.
Esta fue la última presa donde se contuvo el agua, sin embargo no logró contener el agua y su siguiente parada fue la ciudad de Irapuato.
“No sabiamos el significado de la palabra inundación, lo tomamos a algo chusco como broma, tanto se dijo que ya no lo tomamos en serio”, comentó Xavier.
La mañana del 18 de agosto, a las 8 de la mañana, las personas se reunieron en las vías del tren ubicadas sobre lo que hoy es Guerrero y boulevar Arandas, cientos de personas veían venir el agua.
“Como a las 11 de la mañana, por radio, dijeron que era casi seguro que Irapuato se iba a inundar, pero que no había problema ya que el agua subiría unos 20-25 centímetros.
Los que estábamos en las vías vimos subir el agua, agarre mi coche y me fuí a mi casa sobre la calle Allende, las personas venían corre y corre, atrás de ellos el agua”. recordó Martín Ruiz.
No fue hasta las 2 de la tarde, cuando el agua ya había devastado todo lo que se encontró a su paso y estaba por entrar a las casa ubicadas en el centro de la ciudad.
Locales comerciales, autos incluso personas, fueros arrasadas por el inmenso poder de agua que no detuvo su curso.
Sobre Allende, la familia Martín Ruiz vió poco a poco como el agua se llevó varios autos y los arrumbo en la esquina con la calle 5 de febrero.
El agua subió poco a poco hasta que alcanzó un gran nivel, alrededor de los 2 metros, la energía eléctrica fue cortada, al igual que el teléfono y el agua potable.
“Empezamos a comer y vimos como el agua entró a la casa, entre mis hermanas subimos a mi mamá al segundo piso de la casa, subimos algo de víveres, los vecinos vivían en casas de un solo piso, así que se brincaron 27 personas”. platicó el cronista.
Era impresionante, un silencio total, no había gente en la calle, ni coches, nada, todo en silencio, todo el mundo en las azoteas de sus casa, pero… no solo era un silencio tranquilo, se escuchaban ruidos lejanos, estruendos, como si una montaña se partiera, eran las casas de las colonias cercanas que se derrumbaron, el ruido fue toda la noche, algo que estremecía a cualquiera.
La comida se escaseo en la casa de la familia Martín Ruiz, algunos, amantes de los cigarrillos, fumaban las colillas de las colillas y la comida de todo el día era un poco de huevo en una galleta, así se alimentaron por varios días 31 personas que aparte dormían en una habitación para 4.
Las calles se destrozaron totalmente, en las puertas de cada casa, se hicieron montones de papel periódico, colchones, comida ya en descomposición y desechos fecales.
Irapuato entró en un caos tremendo, no fue hasta el lunes por la noche cuando conectaron la energía eléctrica.
Los noticieros nacionales minimizaron los hechos, sin embargo, la unión de los ciudadanos ayudó al renacimiento de la ciudad.
Con trabajo duro, al igual como si fueran hormigas, los irapuatenses levantaron poco a poco la ciudad, fue un periodo de 2 meses para poder salir de la tragedia.
“Un grupo de personas nos reunimos en la presidencia municipal, Fernando Barba, Díaz de León, nos juntamos para salvar a la gente de los ranchos que estaban en la desgracia” argumento Xavier.
La ciudad se dividió en 7 sectores, para repartir el trabajo y ayudar a las personas, donde se encuentra el colegio Juan Duns Escoto, se utilizó como albergue, donde lo primero que se hizo fueron letrinas.
Los vecinos de municipios ayudaron y donaron víveres, colchones, medicinas y todo lo básico que se necesitó, así durante 2 meses.
Irapuato se iba levantando poco a poco y ahora esa tragedia quedó en el recuerdo, cada uno de los ciudadanos se siente orgulloso por la unión.

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