El que haya dicho que su presencia en el Estadio León se debía sólo a su pasión por los colores esmeraldas, miente con todos los dientes.
Con el número “49” en el dorsal, Ronaldinho enamoró entero al inmueble verdiblanco en un sólo partido.
Al minuto 65 de acción, sin importar camisetas, el estadio se le rindió al que hace años fue uno de los mejores jugadores del mundo cuando abandonaba la cancha… a ese que trasladó su velocidad de los pies a las manos, y es que, ¡ah, qué lento es para correr, pero rápido para gritar y ordenar a sus compañeros!
“¡Orbelín, tócala!, pin, pan, pin, pan”, en todo está Dinho, menos en misa. Primero hay que agradecer los aplausos del público, los muñequitos con su cara -y su imborrable sonrisa- que se vendieron en la calle; ya después habría tiempo de jugar.
Si el brasileño corrió un kilómetro en los 65 minutos que jugó, fue demasiado. Pero, ¿quién lo necesita corriendo si con un toque exacto y lleno de maestría permitía a Gallos adelantarse en el marcador ante la Fiera? Si así le aplauden a “Cuau”, ¿por qué a él no?
Es que a su edad (35 años) ya no está para esos trotes, más corrió para celebrar los cinco goles con los que los emplumados hundieron a La Fiera en su propia casa. Y es que para eso se pinta solo: desde la banca o en la cancha, llegando primero o al último a la bola, con playera o sin ella.
Observar los abdominales marcados del sudamericano iluminaron la mente de Elías Hernández ¡la camiseta! No lo perdió de vista, lo siguió hasta que el sudado y enorme jersey con el “49” llegó a sus manos… mínimo una alegría después del resultado.
El reloj marcaba el minuto 65 de acción y Víctor Manuel Vucetich tomó su decisión. El tiempo de Ronaldinho en la cancha del Nou Camp había terminado aunque la cara del brasileño dijera lo contrario.
Cientos de cámaras y celulares documentaron los últimos pasos del de Porto Alegre en la cancha, los flashes lo iluminaban todo, pero no era necesario, donde quiera que pise y pese a los años que han pasado, Ronaldinho brilla con luz propia.

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