Equipado con una canasta que sostiene en su brazo izquierdo José Guadalupe es uno de los 200 piscadores de fresa que levantan el fruto de 15. 5 hectáreas en el rancho Sanabria.
Si la fresa está bien desarrollada, es cuando puede ser piscada con un solo y rápido movimiento de mano, y José las va colocando en la canasta.
Cuando la canasta está llena, se lleva a la pesa y una vez pesado se vacía en enormes cajas.
Para el piscador de 23 años de edad, originario de la comunidad La Loma su jornada de trabajo inicia a las 7 de la mañana y concluye a las 2 de la tarde, de lunes a sábado.
El campesino en cada surco saca un promedio de dos o tres cubetas de ida y lo mismo de regreso, por lo que esa cantidad se considera una buena pisca.
Cada temporada entre todos los piscadores pueden recolectar una cosecha de 80 toneladas de frutilla por hectárea.
Su trabajo es fastidioso, pues tienen que estarse agachando a cada paso para piscar la frutilla, soportar las inclemencias del clima y recorrer enormes surcos de ida y vuelta, se vuelve un trabajo algo rutinario.
Las manos de los piscadores son las primeras en tocar la fruta que degustamos en diferentes recetas.
Para el campesino, que gana 800 pesos a la semana “Lo más pesado es estarse agachando, es muy cansado, la espalda es la que resiente más el esfuerzo que hacemos”.
El fresero mencionó que en su primera experiencia alcanzó fresas de buen tamaño y sabor, y manifestó que la semilla de la fresa la exportan a California.
