Desde el momento en que se lo presentó ante enormes multitudes que esperaban a un nuevo Papa, bajo la lluvia, en la plaza de San Pedro, el Papa Francisco ha sido una sorpresa. La gente lanzó un grito ahogado cuando se dijo su nombre. Tenía 76 años, aparentemente otro conservador rígido, no el personaje más joven y dinámico que habían esperado muchos católicos.
Ahora, siete meses después, siguen produciéndose las sorpresas, incluidas las nuevas observaciones en cuanto a que la Iglesia se arriesga a “convertirse en una ”pequeña capilla” excesivamente obsesionada con la moralidad sexual y, en cambio, debería ofrecer un mensaje más amplio e incluyente.
Francisco cuestiona el statu quo de la Iglesia católica romana en forma tan resuelta e inesperada que los observadores del Vaticano debaten si se trata meramente de un cambio en el tono, como muchos pensaron al principio. Algunos piensan ahora que el Papa podría estar realizando un esfuerzo deliberado para sacudir a la jerarquía gobernante vaticana, conocida como curia pontificia, y preparar el terreno para un cambio más fundamental en la dirección de la Iglesia.
“Creo que estamos frente a cambios fundamentales”, notó John Thavis, un observador de tiempo atrás del Vaticano y autor de “The Vatican Diaries”. “Hay mucha desorientación dentro de la curia romana. Solían creer que estaban a cargo. En este momento, saben que no están a cargo”.
La sacudida inesperada, más reciente, por parte de Francisco, se produjo en una entrevista realizada con un periodista jesuita y dada a conocer en publicaciones jesuitas en todo el mundo. Francisco, jesuita también, sermoneó por la estrecha perspectiva de la Iglesia sobre los problemas sociales polémicos y, en su lugar, llamó a tener una institución más misericordiosa y menos moralizante. Ya antes había enviado señales al declinar vivir en los apartamentos papales en el Palacio Apostólico, al amonestar a los prelados por manejar coches elegantes y al anunciar que las propiedades de la Iglesia deberían utilizarse como centros para refugiados.
Francisco sí trató de atemperar el impacto de estas declaraciones, diciéndole a un público de ginecólogos católicos que el aborto es un síntoma de nuestra “cultura de lo desechable” y los exhortó a negarse a realizar el procedimiento.
Sin embargo, pareciera haber poca duda en cuanto a que Francisco quiere cambiar la conversación papal. Su predecesor, Benedicto XVI, a menudo parecía participar en una enconada justa verbal con el laicismo y la modernidad, por lo general, expresándose mediante encíclicas o discurso formales, que, para muchos católicos, parecían una reprimenda personal. La Iglesia parecía “una institución rígida, que dictaba normas imposibles de seguir, una madre excesivamente severa”, señaló Lucetta Scaraffia, una académica del catolicismo en Roma.
En comparación, Francisco ha hecho llamadas telefónicas improvisadas a personas que le han escrito cartas en busca de ayuda, en tanto que también se crece al socializar con otros sacerdotes y legos. Asume el tono del sacerdote de parroquia, dicen muchos analistas, y reconoce que las personas batallan a diario con problemas de conciencia y que la Iglesia, en lugar de sacudir el dedo, debe ofrecer un mensaje más amplio de consuelo y sanación. Muchos analistas han aprovechado una analogía citada por Francisco en su entrevista: la Iglesia como un hospital en un campo de batalla.
“Las personas fueron heridas en una guerra por la secularización”, dijo Scaraffia, un profesor de
Historia en la Universidad La Sapienza de Roma. “Dice: ‘Atendamos las heridas. Eso es más importante que ganar la guerra’”.
Los profundos retos que confronta la Iglesia quedaron evidentes después de la impactante decisión de Benedicto de renunciar a principios de este año. Estallaban alegatos de malos manejos en El Vaticano y acusaciones de falta de decoro sacudieron al banco del Vaticano. Muchos cardenales responsabilizaban de los problemas al hermético organismo administrativo, la curia pontificia, y querían que el sucesor de Benedicto introdujera reformas fundamentales por las que se descentralizara el poder.
Francisco ya comunicó mediante señas su independencia respecto de algunos de los canales tradicionales del Vaticano, y su mayor acción de gobernanza hasta el momento ha sido la creación de un grupo asesor de ocho cardenales externos que lo ayude a abrirle paso a la reforma de la curia. Sin embargo, dio a entender en su entrevista que podría haber cambios mayores, incluidas posibles transformaciones estructurales en las conferencias de obispos, conocidas como sínodos. También advirtió enfáticamente que ciertos departamentos de la curia, cuando funcionan mal, corren el riesgo de “convertirse en instituciones de censura”.
Los analistas también notaron cómo Francisco declaró específicamente que la curia debería estar al servicio de la Iglesia, los obispos y el Papa y no a la inversa. Sin embargo, en lugar de primero delinear las reformas específicas de gobernabilidad e instituir importantes cambios en el personal, Francisco parece concentrado en articular su visión para que la Iglesia consiga el apoyo popular para los cambios que todavía faltan.
“Primero, hay que lograr el consenso basado en la fuerza de la visión, y, luego, encuentras a los hombres”, comentó el reverendo Pierangelo Sequeri, el decano de la Facultad de Teología del Norte de Italia. “No creo que los cardenales esperaran que actuara de esa forma”.
A Francisco, quien anteriormente fuera el cardenal Mario Bergoglio de Argentina, lo seleccionó un grupo de sus pares, extensamente considerados como conservadores teológicos. Muchos analistas, así como católicos conservadores, han notado que a pesar de las diferencias notables en su joven papado, Francisco sigue siendo un conservador teológico que no defiende el cambio en la doctrina.
En efecto, Francisco envió un mensaje firme en contra del aborto durante una reunión con ginecólogos católicos. “Cada niño que no nace, al que se condena injustamente a un aborto, tiene el rostro de Jesucristo, tiene el rostro de Nuestro Señor”, dijo.
Sin embargo, el Papa parece resuelto a que no se lo encasille ideológicamente. En su entrevista con el jesuita, Francisco dijo que fue frecuente que en sus días de juventud, cuando supervisaba a la orden jesuita en Argentina, fuera irascible y lo criticaban en forma legítima.
“Mi forma de ser autoritaria y rápida para tomar decisiones me llevó a tener problemas graves y a que se me acusara de ser ultraconservador”, explicó.
Sin embargo, después, cuando se convirtió en arzobispo de Buenos Aires, recordó que había cambiado su estilo. Consultaba regularmente con los obispos y se reunía varias veces al año con los consejos de sacerdotes, e invitaba a la discusión y el debate. “Pero ahora oigo que algunas personas me dicen: ‘No consulte demasiado, y decida por usted mismo’”, dijo en la entrevista. “En cambio, yo creo que las consultas son muy importantes”.
En efecto, algunos analistas creen que el deseo de Francisco de ampliar el atractivo y el mensaje de la Iglesia refleja sus antecedentes en América Latina, donde la Iglesia católica romana compite con seguidores de movimientos protestantes evangélicos. Se consideró que ser atrayente para el sur mundial era un factor importantes al seleccionar al nuevo Papa, en tanto que varios cardenales hablaron públicamente sobre la necesidad de un agente de cambio que arreglara los problemas dentro del Vaticano.
Sabían que habría
grandes cambios
Alberto Melloni, un prominente historiador del Vaticano, dijo que piensa que los cardenales, a pesar de su conservadurismo, estaban conscientes de que Francisco haría grandes cambios, en especial porque la mayoría de ellos habían elegido antes a Benedicto y tenían cierta responsabilidad por las fallas de su papado.
Sin embargo, Melloni agregó que, aun si Francisco seguía siendo un doctrinario conservador, la decisión de dejar de hablar en términos de doctrina y “valores no negociables” es significativa, dada la estrecha alineación de la Iglesia y los conservadores políticos en muchos países.
“Las consecuencias políticas de estos cambios son muy fuertes y graves”, señaló Melloni, el director de la Fundación Juan XXIII para Estudios Religiosos en Boloña, un instituto de investigación, católico liberal. “El Santo Padre ha ofrecido una especie de libertad nueva a la Iglesia en la escena política”.
La hermana Carol Zinn, presidenta de la Conferencia de Liderazgo de Mujeres Religiosas, un organismo aglutinador de monjas estadounidenses que estuvo bajo escrutinio doctrinal con Benedicto, dijo que el enfoque que Francisco tiene del papado -escuchar a los legos y ejercer la disciplina jesuita de discernir gradualmente la dirección- indica que pretende hacer más cambios tonales.
“Lo que estamos viendo es un cambio increíble en la atmósfera”, señaló en una entrevista. “Y cuando tiene el cambio en la atmósfera, es sorprendente el tipo de cosas que pueden evolucionar. Debido al compromiso que tiene con una forma de vida de discernimiento, creo que vamos a ver cambios porque el discernimiento trae cambios”.

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