El mayor José María Ferreira sonrió al enlistar las amenazas contra la sobrevivencia humana en la frondosa selva, que envuelve a este remoto puesto de avanzada militar en la Amazonia brasileña.
Empezó con las pirañas que acechan en los ríos y las cascabeles como la temida mazacuata, la víbora venenosa más larga del Hemisferio Occidental.
Luego, prosiguió con las criaturas silenciosas, incluida la hormiga cabo verde, u hormiga bala en español, que se encuentra en colonias en la base de los árboles. Su picadura, según víctimas, duele casi tanto como un balazo y dura unas buenas 24 horas.
Ampliando la sonrisa, Ferreira describió, entonces, la leishmaniasis, esa enfermedad que destruye los tejidos, causada por la picadura de un mosquito; las fiebres transmitidas por mosquitos, como el paludismo y el dengue, y, finalmente, la rabdomiólisis, un padecimiento provocado por el ejercicio extenuante en extremo. Lleva al daño renal y la ruptura del músculo esquelético; las víctimas pueden identificar su aparición cuando la orina es marrón oscura.
“Nos preocupamos cuando sucede esto”, notó Ferreira, de 42 años, el portavoz del Centro de Instrucción de Guerra en la Selva de Brasil, clasificado entre las instituciones más exigentes en su tipo, en los trópicos. “Esa coloración marrón significa 90% de probabilidades de morir”.
Por raro que parezca, docenas de soldados de las unidades militares de élite brasileñas, así como elementos de las fuerzas de operaciones especiales de todo el mundo, compiten cada año por un codiciado lugar en los cursos del Centro, que está surgiendo como una piedra angular de la ambición de Brasil de propagar su influencia a partes del mundo en desarrollo, en especial, de América Latina y África.
En cursos que duran unas nueve semanas, los instructores someten a los soldados a un conjunto de tareas severas.
Los soldados deben aguantar prolongadas excursiones por la selva, nadar en aguas infestadas de caimanes y pirañas, y sobrevivir durante varios días sin raciones, cazando o buscando su propia comida.
Los instructores también privan a los soldados de sueño, gritándoles insultos cuando muestran síntomas de fatiga, y los obligan a combatir cuerpo a cuerpo unos con otros.
Durante todo el entrenamiento, los soldados descansan (cuando se les permite) en hamacas colgadas de árboles muy dentro del bosque tropical, donde es frecuente que se empapen por las fuertes lluvias o los fastidien los gemidos ensordecedores de los monos aulladores.
“Ha sido una experiencia muy pero muy dura y agotadora”, comentó el teniente Djibil Toure, de 26 años, uno de los cuatro oficiales júniores de la Unidad de Operaciones Especiales que envió el Ejército de Senegal para que tomaran el curso este año.
El contingente senegalés desertó al haber reprobado una prueba en la cual los participantes debían caminar por el agua con el equipo completo, cargando mochilas y un rifle que en conjunto pesan más de 100 libras.
Sin embargo, permanecieron como observadores porque Brasil acordó asistir al Ejército de Senegal para mejorar sus habilidades para la guerra en la selva.
Al terminar el curso, dijo Toure, asesores militares brasileños planean viajar a Senegal, donde su unidad combate a la insurgencia Movimiento de Fuerzas Democráticas de Casamance.
Para Brasil, la oportunidad de entrenar a soldados africanos lo ayudará a incrementar su perfil en el otro lado del Atlántico en un momento en el que aumenta el comercio entre Brasil y algunos países africanos.
Además de Senegal, Angola empezó a mandar soldados al Centro, llamado habitualmente CIGS, el acrónimo de su nombre en portugués.
Brasil también puso los cursos a disposición de países en su propio hemisferio, a los que Argentina, Venezuela, Guyana y Surinam enviaron participantes. Hasta Francia, que tiene tropas en Guayana Francesa, una región en ultramar que comparte frontera con Brasil en la Amazonia, y, ocasionalmente, Estados Unidos manda soldados para recibir entrenamiento.
El CIGS surgió en 1964, después de que un oficial brasileño, que asistió a un curso similar que otrora impartía el Ejército estadounidense en Panamá, buscó crear un centro de instrucción hecho de conformidad con las condiciones de la selva tropical brasileña.
Algunas de las innovaciones incluyen la sustitución de mulas y caballos por búfalos de agua, a los que se introdujo en la cuenca del río Amazonas hace décadas y se han adaptado bien a la selva tropical, y, a los soldados que terminan el curso, se les entrega un cuchillo de combate diseñado para el Centro.
Una tarde reciente, muchos de los participantes tenían aspecto cadavérico, con ojeras, cuando les ordenaron que corrieran en formación bajo una lluvia incesante.
Los instructores habían quitado las etiquetas con sus nombres al uniforme de entrenamiento y las habían sustituido con números.
El número 14, teniente Caio Nicoli Calggario del estado de Espirito Santo en el sureste de Brasil, parecía exhausto cuando se le preguntó sobre el curso. Dijo que el punto bajo es en la fase de sobrevivencia, cuando algunos soldados controlan el hambre comiendo las larvas que se encuentran en la palmera babassu.
“Anoche dormí 10 minutos”, dijo, mirando fijamente al suelo. “Es difícil cazar cuando estás cansado”.

La tarea

La tarea de preparar a soldados en el Centro para misiones en Brasil o el extranjero está en manos, en gran medida, del teniente coronel Mario Augusto Coimbra, el instructor en jefe del Centro.
No obstante, es inevitable que se reduzcan hasta los equipos formados durante el curso. De 100 participantes que comenzaron el curso este año, sólo quedaban 53 a la mitad.
Médicos y psicólogos monitorean constantemente a los soldados, y solicitan su remoción si parecen estar demasiado fatigados o enfermos. La última muerte se produjo en 2008, cuando un soldado se desmayó mientras nadaba.
Además de los oficiales senegaleses, soldados de Guatemala, Ecuador y Francia participaron en el curso de este año.

FUERZA MILITAR

Entrenar a una fuerza militar que permitirá que Brasil afirme su soberanía sobre la región amazónica, cerca de 60% de la cual está en el País y se urbaniza a un ritmo acelerado, sigue siendo la principal prioridad del Centro.

Entrenamiento

El proceso de selección para una fuerza de operaciones especiales es normalmente extremadamente riguroso, con entrenamientos de perfeccionamiento constantes tras el reclutamiento y graduación de los cursos.

* Supervivencia en distintos ambientes (ártico, desierto, selva, etc.).
* Tiro con distintos tipos de armas.
* Artes marciales.
* Pruebas de resistencia.
* Submarinismo.
* Paracaidismo.
* Uso de lenguas extranjeras.
* Combate urbano.
* Combate nocturno.
* Combate antisubversivo.
* Demoliciones.
* Electrónica y Telecomunicaciones.
* Planificación estratégica de operaciones.
* Uso y confección de armas no convencionales.

Los retos

El programa se centra en los retos que representan el tráfico de cocaína, la deforestación ilegal, la minería de oro y diamantes no autorizada y la amenaza de incursiones de guerrilleros de Colombia que buscan refugio temporal.
Más general, el Centro de Instrucción de Guerra en la Selva también sostiene los esfuerzos de Brasil para incrementar su perfil militar al asumir un papel más activo en las misiones de Naciones Unidas, como la de Haití y en la Fuerza Interina de Naciones Unidas en Líbano, al tiempo que reposiciona a sus fuerzas armadas tras un prolongado periodo de régimen militar, de 1964 a 1985, cuando los soldados estuvieron implicados en abusos de los derechos humanos. /Simon Romero/The New York Times/Base Marechal Rondon

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