Palpitaciones rápidas y desesperadas en su corazón le advirtieron que ese joven estaba destinado a ser el amor de su vida.
Ricardo se convirtió en su primer y último hombre. Tenía 13 años cuando decidió dejarlo todo y unirse a su novio de 20, que decía amarla con todo su ser.
Ese sentimiento cegó a Ricardo y mientras pasaban los años crecía más su inseguridad. Él perdía juventud y su mujer era aún una jovencita.
Cuando ya eran una familia, Ricardo quemó a Berenice mientras dormía y se prendió también fuego. Ella no soportó más y murió en un hospital.
Este caso fue tema en escritorios de autoridades por muchos días. La Procuraduría de Justicia desacreditaba la idea de que fuera un feminicidio porque no había una denuncia previa de violencia intrafamiliar.
La carpeta se cerró cuando Ricardo finalmente murió y la polémica se dispersó. Una pequeña de 3 años no sabrá interpretar en un futuro si su mamá fue otra víctima de feminicidio o sólo de un homicidio en grado de parentesco, como lo decretó la Procuraduría de Justicia de Guanajuato.
“Celos, fueron celos los que lo llevaron a hacerle ‘eso’ a mi hija”, dijo Hermelinda Acosta, la madre de Berenice.

Se va de la casa a los 13
Hace casi 22 años que Hermelinda Acosta también tuvo ese sueño y a la edad de 16 años se unió a un hombre que, para su mala suerte, no tenía los mismos planes de vida que ella.
Aún así procrearon a Jessica Berenice González Acosta.
El destino le presentó a Hermelinda otra oportunidad en el ámbito del amor.
Años después encontró a Fernando Estrella Cayoso, a quien eligió como pareja y padre de sus hijos.
Fernando rápidamente se encariñó con la pequeña Berenice como si fuera su padre biológico.
Modestamente pero plenos, vivieron en varias colonias de León arrendando casas en donde la familia se sintiera mejor.
“Vivimos en varias colonias hasta que ella se fue de la casa”.
Berenice creció rápido y se desenvolvió amistosa y amorosamente.
Tenía tan sólo 13 años cuando se encontró con Ricardo Frausto, un jovencito de 20 años.
Su amor se consolidó y, sin pensarlo, Berenice un día dijo a sus padres que se iría de la casa para vivir con Ricardo.
Con altas y bajas, Berenice y Ricardo hicieron su vida como pareja sin un papel, ni se casaron por la Iglesia.
Sólo un obstáculo crecía día a día: Ricardo era extremadamente celoso con su pareja, que no daba pie a ello, solamente era social con quien le sonriera sin dejar de querer a su marido.
En su caminar juntos, también cambiaban constantemente de domicilio hasta llegar a ocupar un cuarto de la amplia casa del abuelo materno de Berenice.
La muerte llegó por primera vez a la casa número 424 de la calle Libra, en la colonia La Piscina. Su abuelo enfermó y murió.
Aunque fue una partida triste, fortaleció la unión entre la familia.
Poco a poco los tíos y padres de Berenice se instalaron en la casa. Había suficientes cuartos para habitar y compartir las fiestas de Fin de Año.

Inician los golpes
A la mayoría de edad Berenice le dio a su esposo y familia un regalo de vida: una pequeña que les alegró la vida.
La niña tenía a sus padres y a sus primitos a su alrededor todo el tiempo.
Ricardo trabajaba en una fábrica de zapatos y sólo le pedía a Jessica que se encargara de su hija.
Pero el vicio de inhalar solventes a Ricardo lo ponían peor con el paso del tiempo. Su hija cumplió 3 años en el año 2012.
La familia comenzó a ver que Ricardo celaba y manipulaba con golpes a Jessica.
Hermelinda y Fernando le aconsejaban que, por bien de la pequeña, se separara de Ricardo, o esa familia tendría un trágico desenlace.
Pero Berenice se rehusaba, el amor a su marido era fiel y deseaba que su niña creciera al lado de su padre.
“Sabíamos que esto iba a terminar muy mal, su mamá y yo no nos cansamos de decirle que lo dejara, pero ella decía que lo quería mucho y que sería incapaz de lastimarla. Todo fue por celos, a él no le gustaba que platicara con nadie porque ya le estaba gritando y jalando para que se metiera a la casa”, recordó Fernando.
Pero Hermelinda recuerda que los problemas de la pareja eran normales, pasajeros.

La tragedia
La vida de esta familia cambió con la salida del sol el domingo 27 de enero del 2013.
Ricardo despertó y comenzó a inhalar thinner en el interior de su cuarto.
La pequeña de 3 años ya se encontraba jugando con sus primos y al lado de su abuelo Fernando.
Berenice dormía.
Hermelinda recuerda haber pasado por el cuarto de su hija y verla dormida plácidamente.
“La vi dormida y me salí de la casa para ir a comprar menudo para que almorzáramos todos, como cada domingo”, contó.
La inhalación de dicha sustancia puso en paranoia a Ricardo.
Recordó lo que más le afligía, que su mujer lo engañara o simplemente verla con alguien que no era de su familia.
Esa fue una vez más su furia, tomó el frasco con thinner y lo roció sobre Berenice.
Posteriormente prendió un cerillo y le prendió fuego a la madre de su hija.
Fernando tenía en los brazos a la pequeña cuando se enteró de lo que pasaba afuera del cuarto de Jessica, en la segunda planta de la casa.
“Yo traía a la bebé en las manos cuando un niño nos gritó que Berenice se estaba quemando; me asomé al balcón, vi que salía fuego, pero no sabía si la casa se estaba quemando o qué pasaba”.
Fernando subió al balcón y vio a Berenice recostada en el suelo, envuelta en llamas.
“Subí y vi a mi hija en el suelo, la cubrí con una cobija, mi yerno corrió a otro cuarto con un cuchillo”, recordó a punto del llanto.
Ricardo caminó hasta el cuarto y se encerró.
Aparentemente arrepentido de lo que hizo a su compañera de vida, usó el cuchillo con dientes de sierra y se cortó el cuello.
En la desesperación por terminar con su vida, se vació encima el frasco del solvente para después prenderse fuego, como lo había hecho con su pareja.
La familia trataba de ayudar a Berenice al mismo tiempo que pedían a Ricardo que abriera la puerta, que no se matara.
Tras recibir el reporte de auxilio, policías y paramédicos de Bomberos llegaron a la casa.
Los oficiales lograron abrir la puerta y encontraron a Ricardo en una esquina del cuarto; aún sujetaba el cuchillo.
Los rescatistas se movieron rápido. Colocaron una sábana estéril sobre el cuerpo de Berenice, después una térmica.
Sólo eran gritos de dolor lo que ella emanaba.
Cuando Berenice era trasladada de emergencia hacia una clínica del Seguro Social con el 90% de su cuerpo con quemaduras de tercer grado, salía del cuarto por su propio pie Ricardo custodiado por policías.
Sin palabra alguna a su familia, subió a una ambulancia que lo llevaría al hospital de la región.
Berenice luchó por su vida más de cinco horas en el quirófano. Pero su cuerpo no resistió las heridas ni su corazón el dolor.
Ricardo cayó en un profundo sueño del que no ha podido despertar. El estado de coma no lo ha dejado abrir los ojos, mucho menos la boca que pudiera declarar ante la justicia lo que pasó en los momentos previos en que decidió provocar un infierno en el paraíso que planeó una vez con su novia.
Berenice regresó a lo que fue su hogar en un féretro, ante una pequeña que no comprende dónde está su mamá y qué pasó con su papá.

Las investigacionesy el debate
Las autoridades locales comenzaron con las investigaciones de este homicidio que ocurrió en el lecho de una familia.
Cuarenta y ocho horas después del suceso, un juez decretó la libertad de Ricardo debido a su imposibilidad de declarar lo que hizo y por qué.
A su vez, el Ministerio Público solicitaba al mismo juzgado la orden de aprehensión contra Ricardo para pagar por la muerte de su mujer.
En los medios de comunicación y comités se debatía la existencia de feminicidio en este caso.
La Procuraduría de Justicia señalaba que no había una denuncia previa por parte de la víctima en donde asegurara que había un abuso sexual o físico, por lo tanto no se trataba de un feminicidio, sino un homicidio en grado de parentesco.
La vida de Ricardo pendía de un hilo, pero a Hermelinda no le interesaba; se encerraba en el dolor de perder a su hija, de cómo explicar a su nieta lo que pasó con sus padres.
“No sé qué decir ni qué quiero; Ricardo está muy mal, en coma, y yo sólo sé que tengo mucho dolor en mi corazón”, se limitó a decir Hermelinda una hora antes de iniciar el novenario de su hija.
Los días pasaron y el debate seguía en pie. Ricardo debía regresar a la vida y declarar.
Así se buscaría la manera de que fuera consignado y la polémica continuaría en decretar si era feminicidio o no.
Diez días después del suceso, Ricardo Frausto falleció en el hospital y el caso se cerró. Una llamarada de celos consumió la vida de una familia entera ese domingo 27 de enero del 2013.

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