Ingenieros, tanatólogos y padres de familia, ellos tienen algo en común y es que todos ellos son payasos.
Más de 200 payasos se reunieron en el segundo día del Congreso Nacional de Payasos en su edición número 32, por tercera vez llevada a cabo en León.
“Como gente normal” dijeron que llegaron de diferentes estados de la República, entre estos Aguascalientes, Guadalajara, Puebla y el Estado de México, para continuar preparándose en la vocación de la risa.
No es que el salón ‘Gobernador´ del hotel Real de Minas, sede del evento, se haya convertido en una fiesta, porque aunque se llenó de pelucas, risas y globos, todos estaban atentos a las técnicas de maquillaje, malabares y expresión corporal.
El maquillaje
La seriedad inundó el sitio, aprender a maquillarse no es cosa fácil.
“Existen tres tipos de imagen: Cara blanca, que es como muy fino; Augusto es el más cómico color carne, chistoso y alegre, y Trampa los que usan barba. Tú aprendes a darle el sentido a tu imagen, la acompañas con vestuario que es lo más difícil darte una personalidad”, comentó “Pepe Wolly” (Filiberto García), que con 37 años en el oficio que combina con su ingeniería, es también presidente del jurado de los concursos.
Su público
“Mientras hacemos este congreso se está llevando a cabo otro en Oaxaca, todo el año nos preparamos y adaptarnos a nuevas técnicas”, dice Pepe Wolly.
A los asistentes no les interesa si tienen que competir con un videojuego o con los diferentes intereses de los niños, que son su público y su carta de presentación.
“Yo no me dedicaba a esto, fui bailarina mucho tiempo, después hice un curso en Tanatología y sigo trabajando en el Hospital Civil de Guadalajara, pero mi sueño siempre fue hacer reír y trabajar con los niños, es como en una universidad que tienes que hacer exámenes, aquí tu tesis es que ellos te aplaudan y les cambies el día”, compartió Lupita Meneses o “Linda Estrella”, de 60 años, y con 15 en el oficio.
La preparación
Mientras aprenden a qué altura deben malabarear, el ritmo y hasta la cadencia con que se debe ejecutar, se retocan el maquillaje, saludan a los colegas o compran un disco para sus shows.
La mayoría coincide en qué el oficio no es redituable, por eso se dedican a otros oficios, tener un personaje sale caro. Los experimentados saben que un día su vocación podría desaparecer y que aquellos que tengan un espectáculo bien montado e innovador se mantendrán.
“Los que se preparen bien con rutinas van a mantenerse en un escenario, en un circo, teatro o en la calle, por eso venimos para durar hasta donde se pueda”, dijo “Pepe Wolly”; “ Mi nombre es de José y el Wolly no se los explico por que es una grosería”, bromeó.
Bobatín Simpático
De una familia de maestros, Ismael Arreola prefirió ser “Bobatin Simplicio”, pero antes de ser payaso tuvo que terminar la carrera. El queretano de 38 años y 24 como payaso, licenciado en artes escénicas, presume de su experiencia, misma que lo ha hecho recorrer la República.
