Parado en la calle con una pequeña canasta de fresas y una bolsa de asa se puede ver todos los días a Julio César Castillo Chagoya, un niño de 9 años, que además de estudiar disfruta de acompañar a su abuelito a vender fresas en los cruceros viales, para apoyar a su mamá y darse pequeños gustos que sólo un niño puede disfrutar.
Todos los días alrededor de la 1:30 de la tarde y después de asistir a clases en la escuela primaria Alfredo D. Buenfil, en la colonia Presidentes, acude al crucero ubicado en la avenida Insurgente, junto a los comerciantes de fresa, quienes lo apoyan y escoltan para que no pase ningún peligro. “Los clientes me tratan bien, hasta me dan propina, vendo mis canastas a 25 y 30 pesos”, señaló.
Desde hace ya año y medio, Julio acompaña a su abuelito, quien lo vigila desde la acera, donde comercializa canastas de mayor tamaño, mientras el pequeño camina entre los coches ofreciendo la frutilla y platicando con las personas que circulan por la calle “me siento alegre”, señaló.
A Julio le gusta trabajar no sólo porque gana dinero, sino también porque es un niño consciente al que le gusta apoyar a su mamá en los gasto de la casa, siendo el único hombre en una familia de 5 personas.

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