En el álbum familiar de Iván López Reynoso hay una foto de él, siendo un muchachito, pidiendo un autógrafo a José Luis Castillo, ex director de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato.
No pasaría de ser una imagen cándida, si no fuera porque esconde tanto destino: Castillo dirigió la última producción de “Madama Butterfly” en Guanajuato hace 10 años y fue el primero en dirigir una ópera en el Teatro del Bicentenario, el mismo recinto a cuyo foso de orquesta se meterá aquel muchachito para hacer sonar la creación de Puccini este fin de semana.
Nacido en la ciudad de Guanajuato, Iván López Reynoso apenas cumplirá 23 años el próximo 19 de abril, un día antes de la última función de la nueva producción operística del coso leonés.
Actualmente cursa el último semestre de la Licenciatura en Dirección Orquestal en la Escuela de Música Vida y Movimiento del Centro Cultural Ollin Yoliztli, pero ya se ha puesto al frente de la OSUG, las Filarmónicas de la UNAM y Jalisco e incluso la Orquesta del Teatro de Bellas Artes. Esto último, sólo alguien más lo había hecho a tan temprana edad: el legendario Eduardo Mata.
La suya es una historia de precocidad, pero también de predestinación, vocación a toda prueba, apoyo incondicional de su familia y pasión.
Según parece, desde niño tenías claro que querías ser director de orquesta.
Nunca lo dudé de que este sería mi mundo y pasión. Cuando cumplí dos años, mi abuela me regaló la película “Fantasía” y desde entonces, mis papás dicen que aprendí a manejar la videocasetera para rebobinar la cinta y volverla a ver. Me apasioné desde ese momento y sigo en ese camino hasta ahora.
¿Qué tan difícil fue seguir esa vocación?En mi caso lo que fue complicado es que en mi familia no hay músicos. Soy el primero. Pero siempre conté con el apoyo de mis padres y les estoy muy agradecido por haber buscado qué es lo que tenían que hacer para ayudarme. Así fue que empecé con clases de violín y piano y alrededor de los 11 ó 12 años, hice mi iniciación en el estudio de la dirección con Pedro Tudón. Mi formación institucional ya fue en el Conservatorio de las Rosas de Morelia, donde estudié el bachillerato en música.
¿Por qué te fuiste a Morelia teniendo escuela de música en Guanajuato?
Mis padres veían que mis aspiraciones eran muy grandes y aunque llegué a tomar clases en la UG, no conté con el apoyo que hubiera querido y en Morelia estaba la maestra Gela Dubrova, que es una institución en la formación de jóvenes músicos. Platicamos con ella y me apoyó mucho. Fue un proceso de aprendizaje muy intenso y de mucha conciencia sobre lo que es ser músico.
¿Te imaginabas que tan pronto ibas a estar haciendo lo mismo que José Luis Castillo, a quien le pedías autógrafo de niño?Ha sido una coincidencia muy agradable. Con él hice una amistad muy linda. Siempre me recibía, siempre tenía unos minutos para platicar conmigo. Fue una nueva inspiración y un ejemplo a seguir.
Cuando hice mi debut como director concertador en la Ciudad de México, fue José Luis a la función y me pidió mi autógrafo. Fue muy emocionante ver cómo podía contar con su apoyo.
¿Cómo fue tu debut?
Fue en Monterrey, en febrero de 2010. Tenía 19 años y dirigí “Las bodas de Fígaro”, de Mozart. Después esta misma producción se hizo en el Centro Nacional de las Artes, en agosto. Esa fecha fue un parteaguas, porque a partir de esas funciones conocí a José Octavio Sosa (director de la Compañía Nacional de Ópera), quien ha sido un gran mentor, me invitó a ser director asistente de las producciones de la Ópera de Bellas Artes y en noviembre me dio mi debut en el Palacio de Bellas Artes.
¿Qué tan fácil es dirigir a músicos que tranquilamente te doblan la edad?Muchos de ellos llevan más años haciendo ópera que yo de vida. Sí es un reto muy grande e imponente, porque son músicos de mucha trayectoria, pero lo que me ha ayudado es la gran pasión que tengo por esto. No quiero decir que dejo de lado el trabajo formativo, pero mi motor es la pasión por la ópera, hacerla es mi mayor satisfacción y es mi objetivo transmitir eso a los músicos con los que trabajo.
¿Prefieres la ópera sobre los conciertos?
Sin duda y a la vez es un reto mucho mayor, porque es un género muy demandante, no sólo debes saber de las cuestiones orquestales, sino también debes estar atento al canto y la escena. Te involucras en cosas más allá de las musicales. Es el ámbito más completo para un músico.
Este año terminas tu carrera de dirección, ¿qué sigue?Hay muchos proyectos en puerta. Quiero seguir haciendo ópera y también estoy trabajando como becario en dirección de orquesta en la UNAM, muy de cerca con la OFUNAM y la Orquesta Juvenil Universitaria Eduardo Mata. Sigue un proceso de formación que sabemos puede ser para toda la vida y ¿por qué no?, en un futuro tener la mira y hacer audiciones en el extranjero.
¿Qué piensas de este relativo auge por hacer orquestas infantiles y juveniles?
Siempre será mejor que un niño se dedique a la música que a otras cosas menos productivas. La música es una necesidad vital, pero un proyecto de orquesta se debe tomar con mucho cuidado y seriedad, porque si no le das la continuidad y soporte necesario, puede ser muy decepcionante, porque esto hay que amarlo para que funcione.
¿Para ti qué es un director de orquesta?Un moderador, una persona que debe conciliar lo que piensa el compositor y lo que se lleva a cabo en la música. Es una profesión compleja, porque a veces se deja de lado lo que buscó el compositor y nos vamos por el lado del ego del artista. Hay que tener un absoluto respeto por la obra y estar a disposición del arte.
Por último, ¿qué significa debutar en el Teatro del Bicentenario?
Cuando Alonso Escalante me invitó a formar parte de este proyecto fue una alegría muy grande. Le tengo mucho cariño a Guanajuato y creo que tenemos un teatro de primer orden a nivel América. Es un honor muy grande estar aquí y además con una obra tan hermosa e intensa.
