Desde antes de decir la primera palabra, es fácil advertir que José Abraham Salas ha llevado una vida dura. Las cicatrices y otras secuelas físicas en su rostro hacen difícil identificar sus 31 años de edad.
Salas es una celebridad local en Balcones de la Joya. Lo ha sido por buenas razones: como ex líder juvenil del programa Lobo, ex boxeador amateur o por las rimas que hila como buen rapero bajo el alias Kiss Brown. También lo ha sido por algunas malas: visitas a la cárcel, drogas e incontables peleas.
“Me han dado tres balazos en el estómago, esto que ves en mi boca no es labio leporino, son navajazos y hace unos años perdí el ojo izquierdo en una pelea. Dos veces me han tenido que resucitar con choques eléctricos”, comenta como quien dice a dónde fue a pasear el fin de semana.
La lesión que le hizo perder el ojo a Kiss Brown hace que su rostro tenga dos mitades muy contrastantes, con lo que él mismo hace broma. “Cuando te veo con el lado izquierdo quiere decir que ya valió, pero ahora te estoy hablando con el derecho, acá bien, todo es de ley”, dice.
Los golpes, muchos golpes de la vida, el tiempo en la cárcel, la edad, pero sobre todo el ser ya padre de dos chiquitos, le han hecho al antiguo pandillero plantearse un cambio de vida, pero ya no sólo para él, sino para su comunidad en una de las zonas más marginadas de la ciudad.
Hace unos días, Abraham caminaba por el Centro Histórico. Estaba vestido con un traje y sombrero, como una especie de pachuco trasnochado. Las cicatrices y los tatuajes que alcanzaban a asomar por su brazo creaban una imagen discordante con el atuendo, no así el habla pausada y amable, y sobre todo, su encomienda.
Estaba, como desde hace un mes, llevando cartas a distintas oficinas de la Presidencia Municipal para buscar apoyo para una idea que lo entusiasma: instalar una panadería en Las Joyas que no sólo se convierta en una fuente de ocupación para los jóvenes de la zona, sino en una especie de epicentro comunitario donde puedan aprender a convivir y valorar la vida.
“De lo que se trata es de enseñar a los chavos a ser productivos, invitar a los líderes de pandillas para hacer un trabajo de equipo en lugar de andar peleando por la fantasía de ser propietarios de una equina”, explica.
Cambiar de vida no ha sido fácil para José Abraham. Sus ganas de trabajar y salir adelante contrastan con los prejuicios y la lejanía de su casa con la ciudad.
“Hay mucha discriminación social. No nos dejan avanzar y conseguir trabajos por los tatuajes. En ningún lado nos aceptan así. Además, los trabajos están acá abajo, primo, allá no hay nada. Por eso pensé en una panadería, porque no hay y es algo que puede funcionar muy bien”, dice convencido.
En el local que el también rapero y ex boxeador amateur pretende no sólo se tratará de hacer conchas y bolillos. También quiere que jóvenes como él conozcan la vida de otras formas.
“Quiero que vayan a los asilos a visitar a los adultos mayores y a los hospitales para que conozcan realmente lo que es tener una enfermedad a veces terminal. Que tengan más conciencia sobre la vida y amor al prójimo. También que aprendan primeros auxilios, porque en donde vivimos las ambulancias se tardan más de una hora en llegar”, expresa.
En la visión de José Abraham Salas, “nosotros no necesitamos sacerdotes ni psicólogos, lo que queremos es trabajar. Nomás es cosa de arrancar esto y la gente le va a entrar. Yo no tengo un título universitario, pero tengo el título de haber vivido todo esto, puedo platicar con quienes han vivido lo que yo y animarlos a tener un futuro bueno”.
Personaje digno de una novela, Abraham o Kiss Brown (“Brown es por ser morenito, y Kiss era por un lunar que tenía en el labio”) espera recibir buenas noticias de las autoridades y quizá demostrar que el hombre sí puede triunfar sobre su circunstancia.

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