Sergey Grigoriyev fue a tomar una taza de té a la casa de su vecina y nadie volvió a saber de él; días más tarde, su familia hizo un aterrador descubrimiento en su casa.

El cazador vivía en la zona rural de Ozersk, en Rusia, junto con Gruñón, un pequeño oso al que había adoptado y criado como su mascota desde hace 4 años. Fue el mismo Gruñón quien lo mató y devoró hasta los huesos.

Grigoriyev había decidido conservar al animal luego de intentar venderlo, ya que la única oferta que recibió fue de un centro que entrenaba perros de caza con presas vivas.

Huellas de sangre

Luego de pasar varios días sin saber de él, familiares de Sergey decidieron ir a buscarlo a buscar a su casa. Se sorprendieron al ver la jaula de Gruñón vacía y al animal fuera, en una actitud agresiva.

El perro que acompañaba a la familia se enfrentó al oso, lo que les permitió escapar y llamar a las autoridades.

Al llegar, dispararon a Gruñón para matarlo. Siguieron unas huellas de sangre hasta el interior de la casa, donde encontraron los restos de Sergey, devorados casi hasta los huesos.

Familiares y amigos ya habían advertido al cazador que era peligroso conservar a su “mascota”, pero el cazador insistía en que Gruñón era cariñoso la mayor parte del tiempo.

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