“Imaginar que no volvería a ver a mi familia, no despedirme de ellos y dejar solos a mis hijos fue lo más terrible que me pudo pasar“, comentó Norma, una sobreviviente de COVID-19 que permaneció 18 días internada en el Hospital Columba Rivera del ISSSTE en Pachuca. 

Con todos los factores en su contra por las comorbilidades que padece, la trabajadora social de 40 años de edad creyó que “no la libraba” cuando el lunes 29 de marzo le hicieron la prueba PCR y resultó positiva, “lo primero que pensé fue que me iba a morir por todas las complicaciones que tengo, como la diabetes”.

Norma N.T. relató a AM Hidalgo que tras una caída que sufrió a principios de marzo, cuando se dirigía a su trabajo, se lesionó el brazo con un raspón cerca del codo, por lo que solo se lavó y continuó sus labores. Con el tiempo el brazo se le inflamó y le dolía mucho, por lo que el lunes 22 de marzo acudió a revisión médica.

Recuerda que su hijo Gabriel, de 15 años, la quiso acompañar, pero se negó porque no lo iban a dejar pasar al hospital. Con voz entrecortada relata que se le quedó grabada la cara triste de él, y que por la pandemia no le pudo dar un beso ni un abrazo de despedida. 

En la clínica del ISSSTE de Pachuca la ingresaron a urgencias porque presentaba celulitis infecciosa en el codo y tenía muy alta el azúcar. Desde hace 15 años padece dermatopolimiositis, que es una enfermedad crónica degenerativa que le ocasiona debilidad muscular y daño en tejidos; además, dese hace pocos años tiene diabetes.

La trabajadora social del servicio público estatal comentó que estuvo internada ocho días debido a que no le bajaba el azúcar y después presentaba vómito. Su estado empeoró cuando empezó con diarrea y temperatura alta. 

Aunque ella no sintió que le faltara el aire, su oxigenación era baja y después de sacarle placas los doctores detectaron daño en sus pulmones con diagnóstico de neumonía; lo peor, dijo, fue cuando la prueba dio positivo a COVID-19.

DE URGENCIAS A ÁREA COVID

Enseguida la subieron al área de COVID-19 para aislarla con los otros pacientes, “lo primero que pensé fue me voy a morir, si hay personas sanas que se mueren a mí qué me espera, y como se me quedó la imagen de mi hijo pensé que ya no lo iba a volver a ver, que ni me iban a velar, me cremarían y ni velorio tendría”.

Norma comenta que ella no se sentía tan grave, porque quería ir sola al baño, pero una vez que ingresó a la cama 211 ya no la dejaron levantarse, le pusieron el oxígeno y la canalizaron para que pasara el suero y los medicamentos. Tenía que usar el cómodo y las enfermeras o enfermeros la bañaban acostada.

Menciona que los 11 días aislada fueron eternos, los recuerdos y el llanto eran constantes, sobre todo cuando escuchaba a otros pacientes lamentarse y toser exageradamente sin control, quejarse por falta de aire. 

Recuerda el caso de una señora con la que compartió el cuarto que se negó a ser intubada porque no quería morir en el hospital y ya no tenía fuerzas, que si se tenía que ir lo quería hacer en su casa, con su familia. 

Norma comenta que nunca perdió la fe y depositó su salud en los doctores y en la voluntad de Dios. Su motor para no decaer fueron sus dos hijos varones de 17 y 15 años, las cartas que sus familiares le hicieron llegar, las videollamadas que en el hospital hacían dos veces a la semana y las palabras de aliento de los enfermeros. 

Tras mejorar su oxigenación, otra placa que ya no mostró daño en sus pulmones y resultar negativa a otra prueba COVID, el viernes 9 de abril, junto con otros cuatro pacientes, tocó la campana de salida del hospital como señal de ganar la batalla al virus.

Exhortó a la población a valorar lo que tienen, no dejar las cosas para después, así como no bajar la guardia, seguir cuidándose y cumplir las medidas sanitarias, que aunque ella las cumplía, nunca supo cómo se contagió, pero agradece la oportunidad de seguir viviendo.

De acuerdo con datos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), hasta el 17 de marzo, de las más de 5 mil 700 defunciones por COVID-19 en Hidalgo, los adultos mayores de entre 60 y 64 años de edad fueron el grupo con mayor número de muertes; mientras que las principales comorbilidades de los decesos por el virus en la entidad son hipertensión, diabetes y obesidad.

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