“Me llamo Marco Antonio San Juan Cruz, si sabes algo, favor de comunicarte al tel… Ayúdanos a encontrarlo, Porfirio Francisco Hernández Chávez… Se busca, Norma Angélica Ugalde Quirino, desaparecida desde el accidente en Tlahuelilpan”.
Son fotos a color o en blanco y negro impresas en hojas tamaño carta, con letras de computadora o escritas con lapicero o plumón negro o azul.
“Ese muchacho yo le enseñé a trabajar, ahora no aparece”. “Esas muchachas son hijas de doña Eladia”. “Karina vendía pollo, luego tepache, no se sabe nada de ella”, dicen los habitantes de Tlahuelilpan mientras señalan las fotografías frente a la fachada de cristal, arcos de cantera café claro, del Centro Cultural.
“Yo estuve ahí, pero no me dieron ganas de entrar”, agrega un hombre de playera negra sin mangas que recuerda la explosión del ducto de Pemex, aquel viernes 18 de enero en el alfalfar de la localidad San Primitivo.
“Ahí se trastornaron, el cerebro ya no les funcionaba”, agregó mientras se cruzaba de manos.
Y sigue el reconocimiento, recuento, frente a las hojas fijadas con cinta adhesiva en el ventanal. “Era primo de…”, “su papá era el difunto…”, “son las hijas de Doña…”, “ese muchacho de la camisa era familiar de…”, “aquel vendía algodones”.

Carteles con fotografías de los desaparecidos se pueden ver en todo el municipio.
“Se busca: responde al nombre de Martín Alfredo Trejo López, edad 33 años, conocido como el Fredy o Canti”, no se sabe nada de él después de la explosión en Tlahuelilpan.
“Por favor si alguien lo vio, infórmame, estamos preocupados, se llama Germán López Cerón”.
“Isaac Aurelio Cervantes Santiago, edad 26 años, altura 1.81 metros, como seña particular: diente frontal roto, originario de San Isidro el Tanque, Tezontepec de Aldama”.
“Me llamo José Manuel Lozada Rauda, si sabes algo de favor comunicarse al número… Se solicita su colaboración para encontrar al señor Mario Hidalgo Velasco, de 42 años. Vestía pantalón de mezclilla azul, sudadera negra, gorra blanca, cinturón negro con hebilla chica rectangular, botas color vino. Es de la comunidad de Teltipán”.
“Ese de allá vivía detrás de la casa”, “él era tío de…”, “él vendía manojos de hierba…”, continúan otros habitantes de Tlahuelilpan. Al caer la tarde de domingo, se van y llegan otros… y otros.
Moños negros llenan todo Tlahuelilpan. Foto: Especial
Quienes reconocen a los desaparecidos son mujeres embarazadas, con niños en brazos; también hay jóvenes, ancianas, chamacos que miran sin saber qué decir, gente que trabaja el campo, que vive al día.
En la entrada del centro cultural regional de Tlahuelilpan colocaron un aviso en cartulina y letras rojas: “Rescate emocional con flores de Bach, terapia alternativa”. Aquí, el proceso de duelo pesa como un silencio.
Ofrecen apoyo para lidiar con el duelo. Foto: Especial
Moños negros
Caminar las calles de Tlahuelilpan es contar los moños negros en las fachadas de las casas, en el quiosco con torre y reloj en honor del ejido. Además de las hojas con “Se busca” de personas en las paredes de comercios y centros educativos.
En el bar el Regreso de los Amigos, discuten entre gritos la actuación del gobierno federal y estatal. Los argumentos, desordenados, se pueden escuchar desde la calle. Sus caras ocultas por la puerta roja corrediza.
Dicen que primero fue un chisme que corrió en mensajes vía WhatsApp y en redes sociales, después ya había cientos de personas y luego la explosión. Entre los parroquianos del bar divide opiniones la actuación del gobierno que, para unos fue pronta y correcta y, unos pocos, más perspicaces, señalan que la tragedia se pudo evitar.
La noche está por llegar. A lo lejos suenan las campanas. En Tlahuelilpan cada quien tiene su versión de la explosión, un muerto que recordar o un desaparecido que buscar.
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