De nada sirvieron las más de cinco horas durante las que cientos de ciudadanos de todo el país permanecieron formados bajo el sol en espera de poder votar, pues un momento de incertidumbre, sumado a una multitud enardecida, hizo que una de las tres casillas especiales instaladas en Pachuca fuese anulada porque se violentaron las urnas.
El reloj marcaba diez minutos para las ocho de la mañana, hora en que se debieron abrir las casillas, para entonces, ya había una fila del largo de una cuadra que, ansiosa, esperaba que las puertas del teatro Bartolomé de Medina permitieran ingresar a emitir los sufragios.
A las ocho cuarenta entró la primera persona en la casilla especial. Con todo y la demora, votantes de la Ciudad de México, Morelos, Guanajuato, Veracruz, Jalisco, Coahuila, Nuevo León, Sonora y hasta Baja California Sur se mantuvieron en la fila, algunos por más de cinco horas.

Una espera llena de rumores anunció el fin de las 750 boletas permitidas por ley desde muy temprano. El anuncio causó una multitud enardecida que exigía su derecho a votar por el próximo presidente que “ya sabes quién” es.
Una señora vestida con blusa roja gritaba a inertes representantes de casilla que solo agachaban la mirada mientras cientos de personas demandaban el derecho a votar. Pedían más boletas y gritaban al unísono: “¡Mo-re-na! ¡Mo-re-na! ¡Mo-re-na!”
Una funcionaria de casilla del Instituto Nacional Electoral (INE) ya había mostrado en la pantalla de su laptop que el sistema no permitía registrar un votante más, por ello debía cerrar la casilla.
Al escuchar la noticia, los inconformes se metieron al inmueble, revisaron las boletas que sobraron, tomaron un paquete de senadores, otro de diputados y, escondido entre todos, apareció uno para voto presidencial.
La señora de rojo lo levantó y agitó mientras gritaba, esto incrementó las emociones de la turba inconforme, por lo que fue necesaria la intervención de seis policías municipales que observaban el acontecer desde minutos antes.
Comenzaron los jaloneos. Algunos hombres intervinieron para evitar que se acercaran a la señora de rojo y, mágicamente, el paquete de boletas desapareció. Nadie supo de su paradero.
En seguida, alguien gritó: ¡las urnas! Todos volteamos y solo se vio a una persona correr hacia afuera, justo frente al acceso al teatro la gente pateaba las urnas y las pisaba hasta que las desarmó.
La Bella Airosa hizo su trabajo y comenzaron a esparcirse las boletas por el suelo de la plaza. Algunos las tomaban y rompían en pedacitos, otros las hacían bola y algunos simplemente las pisoteaban.
Voces se levantaron, comenzaron a pedir que se detuvieran, que esa acción sería peor y mientras unos rearmaban las urnas, otros levantaban del piso las hojas utilizadas.
“¡Rompan las del PRI!” y “¡quemen todo!” se escuchaba entre el motín. Se calmaron un poco y después de recoger las boletas que pudieron, solo quedaron pedazos de ellas en el piso.
Minutos después, el presidente de la casilla emitía su postura al respecto y a nombre del INE dijo que esa casilla sería anulada porque “se violentaron las boletas y urnas”.
Dos horas transcurrieron mientras se disipaba la multitud. Algunos ciudadanos querían asegurar el destino final de los votos anulados y formaron una comisión para vigilar, pero en sus caras se podía notar arrepentimiento, sabían que toda la espera y quejas habían sido en vano.
Momentos después, policías municipales se llevaron a los funcionarios de casilla aprovechando una distracción de los inconformes, los subieron a dos taxis y los sacaron del lugar mientras eran perseguidos por la multitud.
Caras desconcertadas no podían creer que todo el esfuerzo de una jornada hubiera sido reducida a cero en instantes.
