Hace 74 años, Anastacio Sotuyo Hernández, quien nació el 15 de abril de 1936 en Mixquiahuala, tuvo su primer contacto con los fuegos pirotécnicos.
 

Para atender la entrevista salió de casa y tomó el camino hacia su trabajo que ha recorrido por décadas. Retirado de sus actividades porque la vista le anda “fallando”, nos contó de sus inicios en un oficio del que dice: “No es peligroso”.
 

“Tenía siete años de edad cuando empecé con esto. Mi maestro se llamó Francisco Pereira Nava. Mi mamá le hacía tortillas y se las llevaba a su taller, me enseñó algo básico en este oficio, nunca con prisas, para evitar accidentes”.

“Eso fue en 1943. Me daba permiso de hacer los tubos para las luces y poco a poco me iba soltando, al inicio sin químicos, para evitar algo grave”, comentó Anastacio.

Pasaron los años y después de probar en otros oficios, tomó una decisión que ahora considera la mejor.

“En 1950 me enamoré de la pirotecnia, debo reconocer que se ganaba más sueldo que en otro oficio, lo malo es que ahora hay mucha competencia y se malbarata el trabajo. En ese año nació Pirotécnica Sotuyo”.

“Puse mi taller en la calle Corregidora, no había casas cerca, ahora hay bastantes y fui conquistando clientes; era clandestino, antes no había problema con permisos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena)”.

Su primer trabajo fue en Mixquiahuala, en La Pone y Quita Bandera en 1950. Ahí tronó su primer castillo en la parroquia de Mixquiahuala. 
 

A mediados de 1960 ya iba a más municipios, con castillos más grandes y fiestas patronales de mayor alcance. Su castillo más alto fue de 25 metros.
 

Al entrar al taller se observan todas las medidas de seguridad que marca la Sedena; con el manejo de químicos debe haber un margen de error en cero.

“Algo que caracteriza a Pirotecnia Sotuyo es que elaboramos todo bien y con calma para que los trabajos salgan como lo pide el cliente”.

José Joel Sotuyo Luna, hijo de Anastacio, es el encargado del taller y la segunda generación de esta familia de cueteros, pues su padre ya presenta problemas de la vista. 
 

“Yo no quería que mis hijos le entrarán porque tuve un accidente en 1984 donde perdí los dedos. Ellos estudiaban en el IPN y hubo paro. Mi hijo mayor no quiso seguir sus estudios, le gustó el trabajo y le enseñé a  hacer las cosas bien y es quien está de encargado actualmente. Hace algunos años que ya no voy por la vista. Pero la espinita ahí sigue”.

 

LA FIESTA DEL 8 DE MARZO 

En 1965 se juntaron algunos cueteros de Mixquiahuala y decidieron hacer una festividad en honor a San Juan de Dios. Hoy 8 de marzo es el día de fiesta.

“Se inició porque nos juntamos para hacer un festejo digno, fuimos a ver al párroco Aurelio Sosa y le comentamos que queríamos hacer algo y hasta nos prestó un óleo del Siglo XVII de San Juan de Dios, quien cuida a los médicos y lo adoptamos para nuestro festejo”.

Gracias a esa iniciativa, hay fiesta en Mixquiahuala cada 8 de marzo.
 

La Capilla del Señor del Calvario es la sede del acto religioso y la explanada alberga la quema de los fuegos pirotécnicos, en los últimos años se han hecho algunos cambios, pero la esencia es la misma.
 

Hubo años que hasta ocho castillos monumentales se quemaban, incluso venían turistas de otras entidades del país.
 

LA SEGURIDAD ES LO MÁS IMPORTANTE

Las medidas de seguridad más importantes que debe tener en su taller son los extinguidores, un tambo de agua, otro de arena, picos y pararayos; precauciones que exige la Sedena, pero que de poco sirven, comentó.

“Esto en un accidente truena y no te da tiempo de nada. Pero hay que cumplir con las indicaciones de la autoridad. Antes venían cada mes, después de cada año, ahora ya vienen menos los soldados”.

“En el único accidente que tuve perdí dos dedos de la mano. Era previo a un 12 de diciembre. Y sí, fue por las prisas”, relata mientras muestra la mano afectada.

Antes de concluir la charla, Anastacio comentó que es el más “viejo” que sobrevive de los cueteros en Mixquiahuala.

“Siempre he sido realista y acepto la vida como me venga. Soy el más viejo de los cueteros en el municipio. Eso gracias en gran parte al consejo que me dio mi maestro de: con calma y poco químico al trabajar”.

“Lo tengo muy claro, de volver a nacer, sería cuetero porque lo llevo en la sangre”.

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