Apenas cruza la glorieta Insurgentes cuando interrumpe la charla que tiene con el pasajero para hablar con Jorge, un amigo, según explica más tarde, que les ayuda a conseguir combustible barato, “ya ve, no sabe uno qué hacer con todo tan caro, a eso nos obliga el gobierno”, dice mientras cambia velocidades como para dar énfasis a sus palabras.

-Ya sabes, sólo quiero dos bidones de veinte litros, con eso lo hago para dos días. Serían 540 pesos. Ya les dije a los demás, parece que ya son 34 los compañeros…
 
Le dice por la radio a Jorge, quien le recrimina que deben ser todos muy “derechos” para que el encargado del “huachicol” le convenga hacer el viaje a Pachuca.

-En el galerón lo esperamos, dice, como la vez pasada, antes de encerrar pagamos y ya está…

Su interlocutor, un hombre de voz joven, le insiste que todos deben hacer pedidos ya de forma segura “para aventarnos el cuete sin broncas”, y le informa que las Urvan ya le entraron y la gasolina es mejor, “les rinde hasta media vuelta más”.

Amarran el trato de que sean cuarenta litros de huachicol por unidad, cada dos días a 14 pesos por litro.

-Ya ve, no es disculpa, pero tenemos que sacar para los frijoles, mi vieja ya no me aguanta con los doscientos o trescientos que le llevo diario, entonces unos cien o ciento cincuenta pesos más, pues es ganancia.

Y recrimina que la gasolina casi llegue a 19 pesos, además de la voracidad de los patrones dueños de las concesiones que aceptan que les echen huachicol a sus carros, pero siempre y cuando la cuenta llegue completa.

-Pues, ya llegó el beneficio del huachicol hasta acá, que bueno, así ya no tenemos que andar buscando en Tlaxiaca, (dice, mientras entrega 15 pesos de cambio de un billete de 50) porque de otra manera, le hubiera cobrado cuarenta. Vea, todos salimos beneficiados.

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