Almorzaba una crujiente galleta de chocolate que su propietaria, doña María Candelaria, le había facilitado esa mañana por detrás de las rejas de su jaula antes de irse a su negocio y que en menos de un minuto se terminó.
Tenía apetito y no dejaba de observar el movimiento de los transeúntes que entraban y salían del mercado Primero de Mayo, en el centro de Pachuca. Estaba, como dicen, “con un ojo al gato y el otro al garabato”, pero tranquilo.
Fue en ese momento que una rechifla terminó con su sosiego. “El Pepe”, el lorito verde se puso rojo y dejó de columpiarse de los barandales, paró los ojos y el pico, tomó un buche de aire y respondió al grosero silbido que le recordó a su lora madre.

“¡Chinga la tuya pinche Pepito!”, se escuchó detrás de los automóviles que estaban estacionados frente al mercado, de donde salió un hombre, con sombrero de paja, playera del América y una franela roja en mano, dedicado a “echa aguas” a los automovilistas que aparcan sus unidades.
“Pepe, es un Loro de Barrio. No se deja de los franeleros o comerciantes que son los que más gustan de molestarlo: si le mientan la madre, él también se las regresa”, comenta Kerani, nuera de doña Candelaria, quien esa mañana cuidaba la tienda de ropa “Cris y Ema”, con más de 30 años de existencia.
El Pepe, un Loro Corona Blanca (Pionus senilis), nativo la zona centro y sureste de México, llegó a Pachuca hace un año y medio. Una de sus empleadas, oriunda de la sierra hidalguense, se lo regaló a Doña Candelaria por el cariño que le guardó durante el tiempo que trabajó con ella.

A partir de ese momento se convirtió en un icono, pues los comerciantes le tomaron un gran afecto, como si fuera la mascota del mercado, ya que cada que pasan le llevan una galleta o sus bolsitas con semillas de girasol.
De a poco, el sol se colocaba en el punto más alto de su elevación, el momento que más inquieta a El Pepe, pues hace todo tipo de movimientos y chasquidos con la jaula para que lo saquen a asolear.
Este lorito también es coqueto, aseguran que cuando pasa una muchacha guapa suele chiflarles “fiu fiu”; también, dice su nombre: “Pepe”, y cuando tiene hambre grita, “Papá”, o “Mamá”.

“Aquí todos estamos al pendiente de él. Se le ha tomado un cariño por las gracias que hace; él comenzó a imitar los chiflidos que hacen los comerciantes y los franeleros, eso es lo que más llama la atención”, comenta Kerani.
Sin entender de la plática, balanceándose de un lado al otro en la jaula, El Pepe no dejaba de mirar, con sus ojos redondos y saltones, atento a repeler cualquier agresión que le recuerde a su madre.
